"Turbina" porque nació en Turbo y tenía la potencia de un avión. "Pantera" por su mezcla letal de agilidad y velocidad. Amante del reggae por crecer a la orilla del mar e hincha de Nacional porque allí creció como futbolista. De igual manera, los 116 goles que anotó defendiendo esa camiseta hicieron crecer a Nacional. Contrario a otros famosos, recibe a los hinchas que lo saludan y le piden fotos con una sonrisa de oreja a oreja. No cabe duda que John Jairo Tréllez es diferente al resto.

Al "Turbina" es posible verlo cada tanto merodeando el Atanasio. No importa el partido, tampoco el hecho de tener que pagar una entrada como cualquier parroquiano. Va a ver a su equipo como un hincha más, tal vez con nostalgia de no poder estar dentro del gramado. Como no podía ser la excepción, estuvo presente en la celebración de los 70 años del equipo. La alegría fue mayor, porque cumplió 49 años la noche de la accidentada victoria ante Once Caldas.

Defiende a su equipo como hincha y saca pecho por eliminar al eterno rival en los cuartos de final de la Libertadores de 1989. "Cuando entramos al partido, que la "Gambeta" (Estrada) nos hace el gol allá (en El Campín), yo no le dije a nadie: me volteé, di la espalda y se me salían las lágrimas". Y como todo hincha, mantiene la fe hasta cuando es inconcebible tener fe: "Siempre dije: mi Dios le da recompensa a uno y estábamos para cosas grandes. Hacemos un contragolpe y por suerte logro hacer el gol y eliminarlos a ellos ese día".

El "Turbina", hincha de vieja data del equipo, es testigo de cómo cambió todo con los años. Recién llegado del Urabá hizo todo el ciclo formativo en las inferiores de un equipo que era el "patito feo" frente a los poderosos de la época. Y después de todo, nunca se acostumbró a las lluvias de papel picado y las miles de banderas verdes ondeando. Basta con oírlo hablar para entender que el sábado se sorprendió tal como la primera vez. "Nacional ahora es un equipo grande, como siempre soñamos" dice, orgulloso, habiendo aportado 116 goles y un corazón de hincha.

Pero, como todo hincha, carga con penas que el tiempo calma pero no cura. Para los más jóvenes pueden ser las finales perdidas del 2004 o la esquiva Sudamericana. Para él fue el cuadrangular final de 1993: "Nacional 3-0 frente al Junior en el Atanasio Girardot. En el primer tiempo tuvimos para haberles hecho cinco, dos goles míos y uno de Aristi... y en el segundo tiempo se nos volteó la torta". Ese milagroso empate dejó con vida al Junior dependiendo de sí mismo para ser campeón, al tiempo que sacaba a Nacional de la pelea. Según él, es su deuda más grande con él mismo y con los demás hinchas.

Y como cualquier hincha, "Turbina" solo se sentía feliz de verde en el Atanasio. Pasó a Boca Juniors y su fútbol no convenció a los hinchas 'xeneizes', así como a él no lo convenció la idea de estar en un equipo grande del continente. Ni ahí ni en los demás equipos que jugó se atrevió a besar el escudo. Cuando se retiró en 2004, defendiendo los colores del Bajo Cauca en la B, muchos imploraban su vuelta a Nacional. Tal vez él, como hincha, lo soñó. Solo con el tiempo pudo dimensionar el sino de su carrera: "Nunca me imaginé que con el fútbol se ganaba plata. Lo hacía porque me gustaba, Nacional me dio todas las condiciones: educación, alimentación, desde que llegué me dieron todo".

Una simple reseña periodística habría sido poca cosa para hablar de él. Sus 116 goles en 271 partidos no son más que estadística fría. La historia del "Turbina" es la historia de un hincha más, que defendió ese escudo en su pecho como los hinchas exigen. Para él, "el verde es lo mejor, lo más grande, lo mejor que me haya podido regalar Dios". Nacional le dio todo en la vida y su vida se la dio a Nacional como jugador pero, principalmente, como hincha. John Jairo Tréllez es diferente al resto por esa simple razón: es un hincha más que hizo cosas extraordinarias. Es feliz e hizo feliz a mucha gente igual a él, tal vez demostrándonos que ese es el verdadero sentido de la vida.