Con la partida de Orlando Berrío al fútbol brasileño, Reinaldo Rueda tuvo que hacer varios cambios pensando en como ubicar el extremo derecho sin tener que alterar su dibujo táctico. Un trabajo que le tardó casi cuatro meses, cuando Rodin Quiñones pudo calar en ese andamiaje. 

Uno de los 'extremos' utilizados fue Daniel Lloreda, el potente delantero de Apartadó llegó desde Leones de Itagüí con 10 goles en 16 partidos disputados en el Torneo Águila 2016-II. Grandes números, sumado a que en los entrenamientos su función de acompañante era más que bien vista. 

Llegó el 11 de marzo, la noche calurosa de Barrancabermeja le daba la posibilidad que el ariete ingresara como titular en el equipo, Alianza Petrolera era el escollo a vencer. Más que eso, la oportunidad de cumplirle a Rueda era su principal misión. 

Vaya que lo logró, arrastró la marca para el primero de Andrés Ibargüen, luego marcó el 1-2 parcial y participó en la jugada que derivó en el 1-3 de Aldo Leao Ramírez. Lloreda en 65 minutos estaba aprobando su 'examen'. 

Quince días más tarde en Medellín y ante el Deportivo Pasto, llegó desde el banco para rematar la última media hora del encuentro. Sus movimientos silenciosos y el poder de acompañamiento al frente de ataque fue algo que le terminó de convencer al técnico que era el extremo indicado. 

Pero, antes del duelo de ida por la Recopa Sudamericana, una lesión del ligamento cruzado anterior y menisco en su rodilla izquierda durante una de las prácticas del equipo lo marginó durante el resto del campeonato. Entre seis y ocho semanas tardó para volver a estar a punto.

Cuando volvió a estar disponible, varios compañeros le ganaron de mano el puesto. Era volver a 'barajar y repartir' para el atacante. Una oferta del Once Caldas la tomó para conseguir más rodaje y volver más fuerte por una revancha en el equipo 'verdolaga'.