Con Daniel Bocanegra estábamos acostumbrados a ver un jugador de gran nivel. En el ataque, un delantero más, con desborde, con buenos centros, con buena pegada de media distancia y con buen cobro de tiro libre; en defensa, un jugador equilibrado, difícil de vencer en el uno contra uno y con buen juego aéreo. 

En esta Liga Águila 2017-II vimos un jugador completamente diferente, eso sí, sacrificado por el esquema planteado por Lillo. Bien sabemos que, por naturaleza, Bocanegra es un gran lateral derecho, que puede jugar de extremo por ese lado, e incluso, jugó de recuperador con Osorio, pero nunca, extremo por izquierda, posición en la que se desempeñó en la mayoría de partidos que jugó en estos meses, en los que Juan Manuel Lillo estuvo a cargo del equipo.

Se vio como un jugador del montón, un jugador que no generaba nada y del cual no se esperaba nada. Perdió desequilibrio, perdió gol y sobre todo, perdió esa capacidad de generar opciones de peligro sobre el rival. A su bajo nivel, se le sumó la dura lesión que sufrió a finales de septiembre. Una lesión en su rodilla izquierda, que lo obligó a pasar por el quirófano y estar casi dos meses sin jugar. 

En el último partido, jugó de extremo izquierdo, quizá Lillo buscó sorprender al rival, no sé, pero el sorprendido fue Bocanegra, al no poder desempeñarse de buena manera en ese partido decisivo ante el Tolima, y para completar una mala noche, erró el penal en la serie. 

En esta segunda parte del año, disputó un total de 14 partidos, en los cuales no marcó ningún gol y recibió 4 tarjetas amarillas. 

A pesar de su flojo semestre, volvió a ser nominado al Equipo del Año, que conforma anualmente el Diario El País, de Uruguay. 

Se espera que para el próximo año vuelva a ser el jugador importante para el equipo que solía ser y vuelva a ser determinante cuando juega.