Hace 70 años, cuando un puñado de obreros decidió fusionar dos equipos en un naciente pero próspero fútbol colombiano, no llegaron a dimensionar en lo que se transformaría, lo que ahora todos conocen como Atlético Nacional.

Más allá de dos colores, el equipo ‘verdolaga’ es el símbolo de un país, de cada uno de los pueblos y ciudades que compone Colombia. La pasión que uno a uno de sus hinchas profesa por dos colores va más allá de toda lógica. Que la esperanza es verde y la pureza es blanca, en eso no se equivocaron quienes fundaron esta fábrica de amistades, sueños, amores, risas y algunas penas. Porque el fútbol como en la vida, siempre habrán unas de cal y otras de arena.

Y cada época tiene su afán; en los cincuentas  que cuándo llegará el primer campeonato, después el letargo de casi dos décadas para saborear el éxito, no amilanó a los entusiastas seguidores que en el Valle de Aburrá portaban orgullosos estos colores. Llegaron los setentas el ambiente tanguero y de arrabal se adueñaba de esa camiseta a rayas que tanto amor por el buen fútbol se desplegó.

El ‘maestro’ nos enseñó a que la pasión no se negocia y que ‘a la gloria no se llega por un camino de rosas’. Ese ha sido un sello tan indeleble que nos une al sur del continente.

Luego llegó ‘Pacho’ después de impregnarse de todo aquello que Zubeldía le heredó, que los peruanos con su talento y su magia nos llenaron el corazón. El ‘kinder’ que transformó el fútbol colombiano llegó a su graduación con la ansiada Copa Libertadores, el 31 de mayo de 1989.  Ya no eran miles, sino millones los enamorados por esta causa nacional.

En los noventas, pasamos de actor de reparto, a protagonista. Adquirimos responsabilidades, envidias y ambientes hostiles de otros lugares del país, que ni uniéndose logran hacerle contrapeso al Rey de Copas.

En los 2000 llegó la cosecha más dulce y el idilio siguió creciendo más y más. Embriagados de Copas a más no poder, monarcas en Colombia, en el exterior nos ganamos un respeto. “El Atanasio te mata” dicen en acento argentino, en portugués y hasta en inglés.

Momentos e instantes como el gol de Valoy o el de Berrío. Son la prueba de que estamos vivos y la vida es bella ante tantas adversidades. La libreta de Osorio, las ojeras de Rueda, el método de Lillo. Finales ganadas y otras que aunque perdimos, estrechamos amistades y enlazamos hermandades. Atlético Nacional es la pasión misma del colombiano. La osadía del costeño, el cálculo metódico del capitalino, la sabrosura del caleño, el ímpetu del paisa

No se equivocaron nunca aquellos muchachos en que Nacional reúne todos los ingredientes para ser ese buen amigo que en cada campaña estamos con él, que como cualquier ser querido nos saca ‘rabias’ pero siempre será un motivo de orgullo, de contar lo que somos y de expresarnos donde quiera que estemos. El ‘verde’ es más que 90 minutos: es una vida entera enamorado del verde y el blanco.