Las derrotas siempre duelen, siempre sacuden el interior de nosotros los fútboleros, los que amamos este lindo deporte, y sobretodo, hieren el orgullo de hincha, ese que con fe ciega nunca espera que su equipo caiga, menos ante rivales tradicionales.

Lo ocurrido anoche en Barranquilla es doloroso por toda la fe y la ilusión que se generó con la llegada de este cuerpo técnico, que supo mostrarnos un fútbol lleno de vértigo, que a la par de los riesgos defensivos, nos llevó a un éxtasis gigante por lo vistoso que fue en cancha, porque no solo eran las victorias si no el cómo se conseguían. Con esto la ilusión creció.

Sin embargo, lo de ayer, fue un choque de 2 procesos que llevan distintos grados de evolución. Mientras los de Julio Comesaña (Junior) llevan aproximadamente 3 años y se encuentran en la cima de su rendimiento, hay que recordar que el proceso de Juan Carlos Osorio (Nacional), hasta hace poco lleno de incertidumbres, tan solo lleva escasos 5 meses, en los cuales, por varios momentos del campeonato hemos logrado igualar a quienes nos llevaban ventaja en este tiempo que pasó luego del cierre de nuestro última etapa exitosa.

Es difícil pedir paciencia, sobre todo ahora donde se buscan culpables y hacer rodar cabezas por donde se mire, pero ya nuestra historia nos ha mostrado que creer en el trabajo y en los destellos de calidad mostrados por el grupo y por el cuerpo técnico, nos puede llevar a etapas de gloria como las vividas hace poco, en donde a veces es mejor sacrificar éxitos inmediatos y efímeros.

Lo anterior no quiere decir que los hinchas tragamos entero, que todo se ha hecho bien o que todo sea color de rosa. Es válida la crítica, el inconformismo y la rabia, sin embargo hay que hacer un llamado a la calma, a mirar el contexto, ese que se nos olvida cuando la sed de victoria y la costumbre de ganar que nos dejaron esos años gloriosos de 2011 a 2017 nos ciegan el juicio.

En lo inmediato, siendo un terrible resultado el de Barranquilla, aún no nos deja fuera del camino, además de que el calendario nos favorece, por lo que es válido que la esperanza sea verde, que no se pierda la fe, que se levante el ánimo y se luche hasta el final y hasta que realmente la luz que nos queda para alcanzar este año ese anhelado título, se apague.

A mediano plazo, creer en el proyecto, en que al frente tenemos un gran entrenador, que como pocos arriesga su nombre, su prestigio por dejarle réditos al club, esos que no solo se miden en títulos.

Si, es cierto, muchas veces queda la sensación de que "morimos de hambre con la nevera llena", que hay terquedad, sin embargo hay que convencernos de que el dolor de las derrotas también van a traer enseñanzas para este cuerpo técnico que seguramente nos dará más alegrías.

"La esperanza es verde"...