El fútbol se transformó. Hoy en día vale más el jugador ágil, fuerte y rápido. Los entrenadores buscan más jugadores con resistencia física, que hagan transiciones defensa ataque en tres jugadas y en donde todos cumplan la tarea tanto de atacar como defender. 

Pero hace un tiempo esto no era así. Hubo un tiempo en el cual todos los equipos tenían ese diferente, el que con un solo pase resolvía cualquier lío. El que marcaba el tempo del juego, el director de la orquesta, el armador, el que, por lo general; llevaba el número 10 en su espalda. 

Si retrocedemos unos 20 años atrás, recordaremos como en el fútbol colombiano todos los equipos tenían ese diferente. Como, cada domingo, los estadios se llenaban para ver a los Néider, los Mackenzie, los Giovanni Hernández, los Mayer Candelo, en fin; los que marcaban la pauta para que el fútbol tuviera esa clase y esa magia. 

Ahora, si nos vamos al sur del continente, ni que hablar. Tan solo con teníamos que mirar esos viejos Boca-River de antaño para ver a Riquelme y Aimar haciendo magia y haciéndonos brillar los ojos con su talento inigualable, al fin y al cabo, acostumbrados a que por 'El Superclásico' pasaran nombres como Maradona, Ortega o Gallardo. Para ellos, la magia era algo de cada domingo, sin embargo, no se agotaba la fantasía. 

Fueron pasando los años y cada vez los jugadores así, fueron despidiéndose y llegando nuevos, pero que, por las nuevas características que iba tomando el fútbol, se les pedía menos que jugaran con la magia y más con la habilidad y la fuerza. 

Ese eje central se perdió. Jugadores como Macnelly Torres u Omar Pérez nos hacían pensar que era la última vez que veríamos ese clásico '10' y que con ellos desaparecería la magia. 

Pero como es el fútbol, tan ingrato a veces, pero tan justo en otras ocasiones, que nos dijo: "esto aquí no se acaba" y en la ciudad de Medellín, empezó a salir un gordito, rebelde tanto dentro como fuera de las canchas, que ponía pases como si tuviera una mira en el zapato. Como es que un jovencito volvía a retratar en las canchas esa magia que se había perdido. 

Todos se empezaron a ilusionar con él, hasta él mismo. Tanto así, que se creyó el cuento y empezó a darse cuenta que con su talento le bastaba y pensó que podía pasar por encima de todos. Entonces pasó por Junior de Barranquilla y por Independiente Santa Fe sin pena ni gloria. Hasta que, en 2014, un hombre terco pero sabio como el solo dijo: "déjenmelo a mí que el fútbol lo merece". Así fue como Juan Carlos Osorio, trajo a Edwin Andrés Cardona Bedoya de nuevo al equipo que está acostumbrado a tener ese diferente y que más que nunca lo necesitaba. 

De la mano de Juan Carlos Osorio y de Juan Pablo Ángel dentro de la cancha, aconsejándolo, guiándolo y mostrándole hasta donde podía llegar, quedó campeón del Torneo Apertura colombiano y subcampeón de la Copa Sudamericana con Atlético Nacional y de ahí, derechito para México en donde enamoró a los hinchas del Monterrey con su clase y buen fútbol. 

Un día, Edwin recibió una llamada. "Che, viejo, te necesitamos en La Bombonera" y, bueno ¿Quién le dice que no a Boca? 

Empacó sus maletas y arrancó para Buenos Aires a enamorar a esos del paladar más dulce y exigente. 

"Llegó el nuevo Riquelme", le decían, pero Guillermo Barros Schelotto no tenía ese plan, ya que él buscaba ese fútbol moderno y sacrificó a Edwin a la banda derecha y, al poco tiempo, a la banda. 

Cómo sería el fútbol que no lo llevó a Madrid a la final más importante de la historia del fútbol y allí, su rival Gallardo, le mostró en la cara que el diferente es el que gana, porque al fútbol le gustan los diferentes. Y con la sapiencia del 'Muñeco' metió a otro diferente que hoy en día se perdió en China y le dijo: "Eh, Guille, por ahí y si traes a Edwin me ganabas la copa". 

Edwin volvió a empacar sus maletas a Pachuca. Hasta que a Boca llegó el maestro, el que si fue diferente, el que trataba con amor a la pelota y mostraba como es que se jugaba. 

Riquelme llamó a Edwin y le dijo que lo necesitaba cuanto antes en Buenos Aires nuevamente y, esta vez, iba a necesitar al Edwin diferente. 

Como es que Russo, lo entendió todo y lo puso ahí, detrás de Tévez y solo le dijo "Hace lo que sabes hacer, pibe" y Edwin, ahora sí, empezó a llenar la retina de la hinchada Xeneize y a que Román, se regodeara porque él sabía que Edwin es el que necesitaban. 

Un golazo para homenajear a Diego. Cada partido, marca el juego y pone a jugar a los que saben arriba, haciendo que Boca sea firme candidato a la Copa Libertadores. Edwin juega y hace jugar y Edwin muestra que el fútbol necesita los diferentes. El fútbol necesita a ese 10. 

Cardona nos muestra que necesitamos más como él, que jueguen y hagan jugar y que la modernidad, puede esperar un poco o adaptarse a la clase del que marca el juego. 

Edwin nos mostró que 10 no se ha ido, porque con él, sigue vivo.