Fue un año difícil, un año en el que un virus nos afectó a todos, paralizó a un mundo entero, generó miedo, angustias, tristezas, pérdidas y vacíos que por más que pase el tiempo no se llenarán de la noche a la mañana. 

Un virus que no permite abrazos, ni besos, un virus que llevó a una crisis económica a muchos equipos en el mundo, un virus que no nos permitía vivir, sentir y vibrar la pasión del fútbol, porque ya no podíamos darnos cita cada fin de semana en un estadio, un virus que por poco acaba con nuestro amado fútbol.

América no fue la excepción, debido a la pandemia a mitad de año el presidente del cuadro escarlata, Mauricio Romero anunció la salida de Alexandre Guimãraes, aquel técnico que le devolvió la esperanza y jerarquía a un América que tras 11 años sin conquistar un título, el 7 de diciembre de 2019 lograron la tan anhelada estrella 14.

Aquella estrella que se convertiría en el camino victorioso de un equipo que tuvo que pasar por lo peor, pero que hoy está donde siempre tuvo que estar y nunca debió salir, un equipo de primera y de los más campeones del fútbol profesional colombiano.

Con la salida de Guimãraes y de algunos jugadores que fueron vitales en la conquista de la 14 como Pisano, Rangel y Volpi, la hinchada americana le exigía al máximo accionista del América, Tulio Gómez, traer un técnico de jerarquía y jugadores que dieran la talla como la dieron Matías, Michael y Neto.

Sin embargo, la llegada de Juan Cruz Real, un técnico que no venía con suficientes méritos y bagaje para dirigir a un equipo como América, ya que su paso por Alianza Petrolera y Jaguares fueron regulares, no fueron del agrado de los hinchas diablos rojos que señalaron a Cruz Real como un fracaso para el equipo. 

El camino para el estratega argentino no fue fácil. Con la hinchada en contra, críticas por parte de los medios de comunicación, resultados y partidos que dejaban grandes interrogantes y dudas de las estrategias de juego por parte del técnico, la eliminación de la Copa Libertadores y perder la Superliga en casa ante el Junior, contra todo esto en contra, Juan Cruz Real supo callar bocas y logró lo que pocos creían, jugar la final de la Liga BetPlay y conquistar la estrella 15.

Con un América con una estructura de juego totalmente diferente al equipo campeón de 2019, el argentino le apostó al talento de la cantera de los diablos rojos, supo potenciar a los juveniles Santiago Moreno y Luis Sánchez, quienes se destacaron en cada juego y fueron piezas claves para la conquista del título. 

Adrían Ramos, gracias a la confianza que depositó el técnico en él y al trabajo en conjunto del equipo, logró ser un verdadero líder en la cancha. Yesus Cabrera, fue el eje y guía en cada partido, entendía perfectamente su rol en el terreno de juego, por su parte Duván Vegara, fue el goleador neto y desequilibrante del equipo, convirtiéndose en el mayor referente y dolor de cabeza para los rivales. 

Hay que destacar a jugadores como Luis Paz y Joel Graterol, fueron jugadores que con el pasar de cada partido adquirieron confianza y se resaltaron en la mayoría ocasiones. Paz, fue un gladiador en la cancha y Graterol fue el ángel guardián del arco escarlata, ambos jugadores se ganaron el cariño y respeto no solo de la hinchada, sino también de los medios, sus buenas actuaciones bastaron para ser titulares indiscutibles.

Cada jugador del cuadro americano, fue vital en ciertos momentos, pero hay que resaltar que Juan Cruz le devolvió la confianza a muchos jugadores que iniciando el torneo no alzaban cabeza. Él supo cómo sacar lo mejor de cada uno en momentos claves para el equipo, supo tapar bocas en el año del tapabocas, y aunque pocos entendíamos su idea de juego, su estrategia y la fe al Milagroso de Buga jugaron a favor de él. 

Sin su fiel hinchada en el estadio, América nunca estuvo solo, desde afuera sin importar el virus, los escarlatas alentaban con cánticos y pólvora a su equipo, quizás esto motivaba más a los jugadores, quienes sentía la obligación de retribuir tanto amor y apoyo a su hinchada que nunca los dejó solos ni en el peor momento. 

Que mejor retribución que el título de la estrella 15, un título bastante atípico, sin público, sin celebración, sin poder abrazar a la hinchada, con un técnico que no generaba confianza, un equipo que en su peor momento logró eliminar a dos de los grandes equipos (Nacional y Junior), pero con el orgullo de haber hecho lo imposible en algo posible, ser bicampeones de la Liga colombiana, si no se sufre no es América.