En plena Edad Media, tiempo de trovadores que expanden sus romances por todos los rincones del viejo continente y de escritores que se hacen eco de viejas historias, encontramos el inicio de un mito que ha sido tratado de múltiples maneras, pero que sigue despertando la imaginación de incontables personas de todo el mundo. El protagonista de esta historia es un hombre que, siendo probablemente un valiente guerrero, se metamorfoseó en monarca de un reino mítico, legislador, protector de los inocentes y gran ejemplo de los ideales de la caballería. Hablamos, por supuesto, del rey Arturo.

¿Pero quién fue tal personaje heróico? Se puede encontrar una primera mención hacia el año 603, momento en el que un bardo de origen galés llamado Aneirin redactó un poema épico titulado Y Gododdin, en el que habla sobre un campeón britano muy importante, aunque rápidamente se encuentra una aclaración por parte del autor: «Aunque él no era Arturo». Se puede ver así que ya en los momentos posteriores a la retirada de las últimas fuerzas romanas destinadas en Britania en los primeros momentos del siglo V ya existían rumores acerca del valiente guerrero que luego fue elevado a rey.

Por el contrario, la única obra britana de aquella época no se hizo eco de las andanzas de Arturo. Ésta corresponde a un sacerdote conocido como Gildas, que tras su muerte se convertiría en santo, y que fue párroco de un antiguo templo céltico-cristiano que dicen que fue edificado por iniciativa de un personaje de gran importancia en la saga griálica: José de Arimatea, aquel que cedió a los discípulos de Jesús el sepulcro donde éste fue enterrado tras la crucifixión. La obra de Gildas llevaba por título Sobre la ruina y conquista de Britania, y aun existen debates que tratan de dilucidar los motivos por los cuales el sacerdote no se detiene en retratar a Arturo en ella. Una posibilidad de peso es que no aparezca en la obra por el simple hecho de no ser rey, ya que Gildas critica con dureza a cinco reyes que pugnaban en las tierras occidentales de Britania, no contabilizándose a nuestro hombre entre ellos. Otra versión va unida a una biografía del ya santo Gildas creada en el siglo XII, en la que se menciona que éste tenía un hermano que murió a manos de Arturo en una batalla singular. Este hermano sería Hueil, cuyas riñas con el guerrero britano habrían acabado de la peor manera para él, pues fue herido mortalmente.

Arturo y la Historia de los Reyes de Britania

El Rey Arturo según Charles Ernest Butler. Fuente: Public Domain
El Rey Arturo según Charles Ernest Butler. Fuente: Public Domain

Hubo que esperar hasta el siglo IX para que otro monje aludiera de forma directa e indiscutible a Arturo. Fue Nennius quien se refirió en Historia Brittonum al valiente guerrero como dux bellorum – término traducido como jefe militar –, alejándolo una vez más de las versiones que pronto le harían monarca de Camelot. Entre otras cosas, Nennius afirma que Arturo acabó con la vida de su propio hijo, llamado Anir, por haberle traicionado. Luego procedió a enterrarlo en Herefordshire, cerca de la frontera con Gales. Añadió una especie de maldición en este pasaje, ya que el autor aseguraba que quien se acercara y se atreviera a medir el túmulo se sorprendería al comprobar que sus medidas eran cambiantes dependiendo del día en que fueran tomadas.

Nennius se hace eco también de la existencia de un personaje llamado Ambrosio Aurelio, quien durante una audiencia con el rey Vortigern le advierte sobre los inconvenientes de erigir una fortaleza en la colina de Snowdon. Para sorpresa del rey, de sus consejeros y de sus magos, bajo la colina existían dos serpientes que mantenían una lucha atroz, lo que impedía cualquier intento de iniciar una construcción. La sabiduría de este Ambrosio Aurelio iba más allá que la de otros tantos magos que pululaban por aquellos lares. Por ello, este chico iba a superarlos a todos y uniría su destino al de Camelot y el Grial, pues se le conocería para la posteridad como Merlín.

Todas estas versiones previas confluyen en la primera gran obra sobre el legendario Arturo, que no es otra que la Historia Regium Britanniae – la Historia de los Reyes de Britania – que se atribuye al galés Geoffrey de Monmouth y que data del siglo XII. En esta cronología compuesta por doce tomos, el que fuera obispo de St. Asaph dedica a un ya adulterado Arturo tres de ellos, y adorna su vida con parte de las grandes gestas que serán heredadas por fuentes posteriores. Para justificar su versión, Geoffrey asegura haber utilizado un libro britano de procedencia y autoría desconocida, siéndole entregado por parte de un amigo cercano.

¿Pero cuán diferente era esta versión de aquella en la que Arturo no era más que un valiente luchador? Para empezar, Geoffrey señalaba que Artorius – nombre del héroe – nació en Cornualles, entre los muros del castillo de Tintagel. En estos tomos también el protagonista daba muerte a su hijo, que en este caso pasó a llamarse Mordred. Además, el galés daba la fecha y el lugar en el que padre e hijo se enfrentaron: el escenario fue Camlann y la fecha elegida fue el año 542. Para desgracia de Artorius, él mismo fue herido de gravedad antes de que su hijo cayera. El rey tuvo que ser trasladado hasta Ávalon para tratar de recobrarse de sus heridas.

A pesar de las históricas críticas que se ciernen sobre la obra de Geoffrey, la conocida como batalla de Camlann tiene base histórica real, aunque al parecer se produjo en el año 539, no mucho antes de lo que refleja su cronología. La fuente que da algo de crédito a Monmouth es los Anales Cambrios, otro texto galés dos siglos anterior a sus libros. Pese a ello la Historia Regium Britanniae sigue considerándose como una suerte de invención en la que su autor dio rienda suelta a muchas habladurías que corrían de boca en boca antes y durante su elaboración.