Luisa Roldán, 'La Roldana'
Foto: http://www.open.edu

Existe en el dilatado y prolífico discurrir de la historia del arte  -y otras disciplinas- numerosos casos de mujeres cuyo trabajo creativo fue indebidamente apropiado por sus parientes masculinos cercanos e incluso por sus maridos. Durante demasiado tiempo la sociedad, el sistema patriarcal y androcéntrico excluyó a la figura de la mujer en el arte. De hecho sus creaciones no solo pasaron a un segundo plano sino directamente al olvido. Es más se han dado casos en la pintura de atribuciones de cuadros a artistas de género femenino que al comprobar su autoría, su valor económico descendió ostensiblemente.

En caso de duda ante una obra anónima, lo norma era que la adjudicación de su autoría fuera atribuida a un artista de género masculino. Normalmente las mujeres que destacaban en determinada profesión -también en el arte- solían casarse con hombres que se dedicaban a lo mismo, atribuyéndose ellos las obras de sus esposas porque eran los encargados de firmar los contratos y los encargos de trabajo.

Falsas atribuciones

A la maravillosa escultora e imaginera Luisa Ignacia Roldán Ortega le sucedió esto, pues Luis Antonio de los Arcos, su esposo y un escultor bastante inferior a ella que coloreaba y estofaba las geniales obras que Luisa esculpía, se llevó buena parte de los elogios porque era el encargado de cerrar los acuerdos con las iglesias, conventos y particulares para sus colecciones privadas. Afortunadamente Luisa era tan genial, que pese a que con toda seguridad existen muchas obras que probablemente salieron de sus manos, pero que al no estar documentada su procedencia no le fueron atribuidas, los catedráticos y especialistas en la historia del arte poco a poco rescataron esas prodigiosas manos femeninas del olvido.

La alumna más aventajada de Pedro Roldán

Dibujo de Francisco de Goya - Pedro Roldán / Museo Británico

Dibujo de Francisco de Goya - Pedro Roldán / Museo Británico

Y es que Luisa creció entre figuras de ángeles, arcángeles, vírgenes y santos, junto a sus hermanos, en el taller del no menos genial escultor Pedro Roldán. Como sus hermanos Luisa ayudaba a la producción en el taller paterno, pero tenía algo especial que ellos no poseían. Sus manos eran realmente prodigiosas, tremendamente hábiles para una niña de tan pocos años. Don Pedro que era un magnífico artista no tardó en percatarse de que tenía en Luisa a su heredera y a su alumna más aventajada. La enseñó a dibujar y a moldear y pronto aquella niña se convirtió en uno de los pilares creativos de un taller del que salieron sensacionales obras del arte barroco español de aquella época. Un taller en el que precisamente conoció al que se convertiría en su marido, relación que acabó produciendo la ruptura total con su familia y especialmente con su padre, que jamás consideró a Luis Antonio de los Arcos, como el hombre adecuado para ella.

La ruptura con su padre

Por la citada razón su boda se convirtió en un hecho prácticamente de género novelesco, pues al no contar ni con la aprobación paterna, ni familiar, tuvieron que recurrir a los tribunales eclesiásticos siendo sacada de casa de sus padres un 17 de diciembre de 1671 para ser depositada en la casa de Lorenzo de Ávila, dorador de retablos, por el aguacil mayor del Arzobispado. Con posterioridad siendo recibida en el mismo para declarar que, efectivamente, ella y Antonio, se habían dado mutuamente palabra de casamiento, que no habían cumplido aún por oponerse a ello su padre, Pedro Roldán. Solo de esta forma el 25 de diciembre de 1671, pudieron oficializar y legalizar eclesiásticamente su unión marital en Sevilla, pero esta decisión supuso un acto de rebeldía -y valentía- que ni su familia ni su padre jamás le perdonaron.

Respecto a las razones que la impulsaron a tomar semejante decisión circulan varias versiones, varias hipótesis, la primera que fue un acto de amor y la segunda que en realidad Luisa con este paso buscaba libertad, la posibilidad de crecer como artista y poder desarrollar una personalidad propia, que de seguir en el taller de su padre no habría conseguido, pues con toda seguridad sus obras habrían sido atribuidas a Pedro Roldán, o en su caso al taller de producción del mismo. Tomando esta complicada decisión demostró gran amor por su marido y una inusual fortaleza de carácter, perdiendo la seguridad de un trabajo bajo la protección de su padre, un escultor consagrado. El tema es que situando su decisión en el contexto histórico y la época en la que se produjo, esta denota la valentía de una mujer única en su generación.

Es cierto que el joven escultor elegido por Luisa no acabó siendo el marido ni el artista más adecuado para acompañarla en el complicado objetivo de abrirse camino en el arte por sí sola. Además constituye un hecho irrefutable el dolor que le produjo a Pedro Roldán no solo el hecho de perder a una hija, sino a una artista de su misma altura, inigualable. Un dolor lacerante y mutuo que explica por qué cuando Luisa llegó a vivir incluso en la miseria no acudió a pedir ayuda a su padre, que seguía siendo un escultor de gran prestigio en Sevilla.

Abriéndose camino en un mundo de hombres

Indudablemente aquella decisión provocó un paso atrás en su carrera, al menos en lo referente a producción, no así en lo referente a su desarrollo artístico, pues Luisa que poseía la base de la escuela del taller de Pedro Roldán evolucionó, pudiendo crear su propia personalidad creativa. Durante aquellos complicados y primeros años de matrimonio su obra se pierde y difumina entre imágenes y pequeños grupos de barro y madera que su marido pintaba y estofaba por encargo de conventos, iglesias, cofradías o particulares. Pero afortunadamente la altura y calidad artística de Luisa fue abriéndose camino de nuevo. De hecho en 1687 Luisa Roldán recibió el encargo de la catedral de Cádiz para realizar un nuevo monumento de los santos patronos: san Servando y san Germán. Precisamente este encargo fue concedido a Luisa por una obra que le sirvió como carta de presentación y que le fue atribuida muchos años después de su muerte, el maravilloso Ecce-Homo que se puede contemplar en la catedral de Cádiz, realizado en 1684.

Por aquellas fechas Luisa llevaba ya más de una quincena de años de matrimonio, fruto del cual había alumbrado ya a seis hijos –de los que solo sobrevivían dos Francisco José Ignacio y Rosa María Josefa, que nunca se dedicaron a la profesión de sus padres -. Una circunstancia que pone de manifiesto la dureza y la crudeza de su vida, el mérito de la mujer, la de la escultora que intentaba desarrollar la profesión y pasión para la que sin duda había nacido.

Foto: Antonio Camacho

Foto: Antonio Camacho

El traslado a Cádiz -su etapa gaditana-.

Los encargos en la capital gaditana llevaron a la familia a trasladar por un tiempo su residencia a Cádiz, podría considerarse que siendo Sevilla la ciudad de referencia del barroco español-andaluz de la época, este cambio sería perjudicial para Luisa, pero gracias a eso se conservan obras suyas de gran calidad en la capital gaditana. Precisamente la gran escultora esculpió dos hermosas imágenes de los patronos de Cádiz, a las que sumó varias esculturas de ángeles, virtudes y profetas para el monumento. Posteriormente en el estudio y la restauración de las imágenes se descubrió en el interior de una de las esculturas un pergamino en el que estaba escrito: “Diseñado por Pedro Roldán, hecho por Luisa Roldán y dorado y estofado por Luis Antonio de los Arcos”

Foto: http://salada-claridad.blogspot.com.es
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En aquellos primeros trabajos de Luisa es inevitable percibir la influencia artística de su padre, entregada a un barroco influenciado por el Concilio de Trento, al servicio del poder establecido, la corte, la nobleza y la temática religiosa. El componente de fe es fundamental en prácticamente todas sus obras, la mayoría de ellas dedicadas a escenas de la Pasión de Cristo, de la vida de la Virgen y el Niño Jesús. Luisa Roldan ‘La Roldana’ se luce con una maestría especial, con un gusto estético y una habilidad poco común para que los rostros de sus esculturas transmitan emoción y dulzura. Su etapa en la capital gaditana -que se prolongó por espacio de dos años- supuso el comienzo de su evolución artística, la creación de su sello propio. Una plasticidad maravillosa que brilla en los pliegues de las ropas de sus creaciones, la expresividad, la gracia y la ternura de los rostros y los conjuntos escultóricos.

Foto: http://salada-claridad.blogspot.com.es
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Escultora de cámara del Rey

Posteriormente en lugar de regresar a Sevilla, una vez más en su vida demostró que era una mujer única, muy valiente y con una seguridad tremenda en sus posibilidades como artista. Luisa Roldán se marchó a Madrid decidida a trabajar como escultora para la corte, para la nobleza. Esta decisión denota gran inteligencia pues la escultora era conocedora de que en la corte se valoraba muy por encima de todo la calidad que la efectividad. Y si algo tenía Luisa Roldán era calidad, esa genialidad que solo poseen los elegidos para un oficio creativo determinado. Luisa sabía muy bien de los gustos de Carlos II y de la especial predilección que tuvo para con el barroco durante su reinado. Por ello decidida a convertirse en la escultora de cámara del rey, con el objeto de seducir con su arte y su habilidad tanto al rey como a la reina, trabajó para familias importantes.

Imagen: El Rey Carlos II / http://guadarramistas.com
Imagen: El Rey Carlos II / http://guadarramistas.com

Durante este periodo realizó pequeñas esculturas de barro, material con el que se sentía muy cómoda. Destacando por la habilidad con la que moldeaba delicadas composiciones en las que representaba escenas de la vida de la Virgen, con ángeles y querubines, que llaman la atención por sus suaves facciones, su ternura, su humanismo y la melancolía que transmiten. Con estos trabajos Luisa sorprendió y cautivó al teórico del arte Antonio Palomino, que la llegó a definir como una artista de modestia suma, habilidad superior y virtud extremada. Precisamente lo creado y realizado por la escultora en estos años influyó decisivamente en la escultura de época colonial de la América Hispánica.

Un hito en la historia del arte

Foto: The Entombment of Christ, 1700 -1701 / https://www.metmuseum.org/
Foto: The Entombment of Christ, 1700 -1701 / https://www.metmuseum.org/

Muchas de ellas se pueden contemplar en la Hispanic Society de Nueva York, en Londres en el Museo Victoria y Alberto y en la colección Güell en Barcelona. Una de las más destacadas es la de los Desposorios místicos de Santa Catalina -hoy en Nueva York-. Gracias ello logró captar la atención del Rey, que se tomó muy en serio su solicitud de convertirse en escultora de la corona. De hecho Carlos II pidió consejo al Condestable de Castilla, para que éste le comentara lo que le parecía la obra de La Roldana y la opinión del mismo fue altamente positiva. Por ello Luisa Roldán logró lo que puede ser considerado un hito para una mujer, convirtiéndose el 15 de octubre de 1692 en escultora de cámara de Carlos II.

Ninguna mujer había ocupado hasta entonces ese cargo que la consagró como escultora -posiblemente la mejor del barroco de su época- y fue el mayor reconocimiento que podía recibir su obra. La producción de Luisa se multiplicó, cumpliendo ampliamente las expectativas regias y dejando su inconfundible sello como legado para las siguientes generaciones.

Posiblemente durante esta etapa Luisa Roldán alcanzó su cénit artístico concibiendo obras tan importantes como Santa Clara, Virgen cosiendo, Arcángel San Miguel con el diablo a sus pies y Virgen de la leche. Paradójicamente y aunque se pueda deducir de ello una situación idílica esto no fue así, pues nuevamente su situación económica llegó a ser tan precaria que casi tuvo que vivir en la indigencia sin prácticamente tener ropa ni poder proporcionar un techo digno a sus hijos. La Real Hacienda se demoraba en demasía respecto al pago de las obras, de hecho existen en los archivos del Palacio Real pruebas documentales que corroboran esta circunstancia. Cartas de Luisa Roldán dirigidas a la reina doña Mariana suplicándole ayuda para poder mantener a su familia.

Finalmente en 1695 le fue concedida una asignación de cien ducados anuales, que no se hicieron efectivos al cobro en su totalidad hasta dos años más tarde. Dos complicados años en los que ni aun viviendo prácticamente en la pobreza recurrió a su padre, que vivía holgadamente en Sevilla.

Una vida atormentada

Foto: http://historiasdelahistoria.com
Foto: http://historiasdelahistoria.com

Se da la circunstancia de que ni aun siendo el genio artístico que era, Luisa no tuvo una vida feliz. Luchó por ser independiente, por entregar su vida a la que era su verdadera pasión renunciando a su familia paterna. Quizás por ello, por los altibajos y reveses que también sufrió en su matrimonio, su carácter y parte de su personalidad atormentada se reflejaron en algunas de sus obras. Una dualidad en los cambios de ánimo -pasando de forma trepidante de la felicidad a la tristeza- que se puede contemplar fundamentalmente en dos de sus obras, la primera en la Virgen cosiendo. En ella todo es armonía, dulzura, paz, transmite optimismo y felicidad, mientras que en el Arcángel San Miguel con el diablo a sus pies, los críticos han observado que posiblemente sea la representación de lo que ella consideraba su vida. La obra que hoy puede verse en el real monasterio de El Escorial, transmite con casi total seguridad que hizo uso de su propio rostro para el de san Miguel y la de su marido al demonio.

Igualmente en la evolución de su obra se puede constatar esas montañas rusas emocionales por las que pasó la grandísima escultora. En concreto existen dos Natividades realizadas por ella en 1704 cuyos contrastes resultan evidentes, transmitiendo una de ellas una gran armonía y la otra un gran desasosiego.

El Nazareno de Sisante

Foto: Nazareno de Sisante / http://www.descubrecuenca.com
Foto: Nazareno de Sisante / http://www.descubrecuenca.com

Todo ello no supuso ningún obstáculo para que el monarca la tuviera en gran consideración, la confianza y admiración que Carlos II profesaba por Luisa era tal que el monarca llegó a encargarle un Jesús Nazareno que el Rey que quería regalar al Papa Inocencio XI. Una magnífica obra que hoy se puede contemplar en el Convento de las nazarenas de Sisante (Cuenca) y que no llegó a Roma porque antes de su conclusión y su envío al pontífice éste falleció.

El doble hito de una mujer genial

Foto: http://artwithhillary.blogspot.com.es / https://www.metmuseum.org
Foto: http://artwithhillary.blogspot.com.es / https://www.metmuseum.org

Desafortunadamente cuando en 1700 se produjo el deceso de Carlos II perdió su cargo de escultora de cámara, pero ni aun así claudicó puesto que luchó denodadamente para servir en el mismo y privilegiado cargo al nuevo Rey. Tras una complicada guerra de sucesión entre el archiduque Carlos de Austria y el duque de Anjou, Felipe de Borbón, fue coronado en 1701 el nieto del rey Sol, como Felipe V. Monarca al que volvió a solicitar su desempeño como escultora de cámara, cargo que le fue concedido y en el que creó las dos Natividades citadas anteriormente.

Finalmente tras toda una vida dedicada al arte, en lo más alto de la historia del barroco español falleció en Madrid en 1704. Cinco años después de morir otro genio del barroco como Pedro Roldán, su padre, que no la quiso dejar fuera de su testamento posiblemente en reconocimiento a la hija perdida pero fundamentalmente a la escultora, la mejor que vio pasar por su taller y la que supo con mayor destreza e inteligencia perpetuar su obra y ese apellido Roldán que en su caso acabó convirtiéndose en Roldana. Una mujer inigualable, adelantada a su época y que se sobrepuso a todo tipo de vicisitudes para convertirse en eterno ejemplo y paradigma del arte, que como no podía ser de otra manera es tan femenino como masculino.

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