Año Murillo: 'Murillo y los Capuchinos de Sevilla'
Foto: www.murilloysevilla.org

Desde el pasado 29 de noviembre y hasta el 1 de abril de 2018 Sevilla rinde homenaje a uno de los grandes referentes del barroco español en su IV centenario: Bartolomé Esteban Murillo. Todo en el marco de un importante acontecimiento cultural que ha sido bautizado como el Año Murillo, en homenaje a este genial pintor sevillano. En concreto en el Museo de Bellas Artes de Sevilla se exponen desde entonces más de 50 obras del principal pintor del barroco sevillano. No es la primera vez que un gran museo dedica un especial a su prodigiosa producción pictórica, pues tanto el Museo del Prado como la Royal Academy de Londres, le dedicaron en su momento un merecido homenaje. En esta ocasión resulta sin duda mucho más especial, pues es su ciudad la que ensalza su  obra, sobre todo teniendo en cuenta la majestuosidad de las obras que dejó el maestro en la capital hispalense.

Murillo y los Capuchinos de Sevilla

Foto: www.murilloysevilla.org
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La exposición que estudia en profundidad tanto el estilo como las influencias del pintor, desarrolla su evolución creativa y gira en torno al retablo mayor que realizó para el convento de los Capuchinos. Es por tanto visita ineludible para el amante del arte, irrepetible para todo aquel que ha gozado de la oportunidad de contemplarla en su conjunto, que se percata al instante de la magnificencia del autor, de su condición de artista total del barroco de la época.

Para la reconstrucción del imponente retablo regresaron a la capital andaluza obras tan importantes como El jubileo de la Porciúncula, el lienzo principal de la composición cedido para la ocasión por el Wallraf-Richartz Museum de Colonia. La reconstrucción del retablo mayor, con sus siete cuadros, ha sido posible gracias a la cesión de otras obras como la Santa Faz, procedente de una colección privada depositada en el Ashmolean Museum de Oxford. El Ángel de la Guarda (cedido por la catedral de Sevilla) y Arcángel San Miguel (del Kunsthistorisches Museum de Viena), que estaban situados a ambos lados del retablo. Un conjunto pictórico inigualable que muestra al Bartolomé Esteban Murillo más maduro en todo su esplendor.

La diversidad y el poder de comunicación de su obra

Foto: www.murilloysevilla.org / Museo de Bellas Artes de Sevilla
Foto: www.murilloysevilla.org / Museo de Bellas Artes de Sevilla

Quizás para el neófito Murillo solo fuera un pintor de Inmaculadas, el de la Inmaculada niña –nadie las pintó como él- pero en cambio su producción va mucho más allá. Aunque en su gran mayoría su producción pictórica la dedicó a la iconografía religiosa, no hay que olvidar la enorme diversidad de su obra, su viaje de lo popular a lo religioso. De hecho fue uno de los más grandes retratistas de su época, recibiendo encargos de gran parte de la intelectualidad y las altas clases sociales.

Su obra destaca por el tratamiento insólito que introdujo de los temas tradicionales, simplificando la iconografía. El poder de comunicación de sus imágenes resulta algo difícil de igualar, esta sensación se percibe al contemplar su obra en vivo. La exposición no solo ha logrado la recuperación artística, sino la recuperación emocional de las obras de un grandioso pintor que se convirtió en referente y objeto de reinterpretación pictórica en toda Europa desde finales del siglo XVIII. Por ello la ocasión es única, puesto que además de a la ya valiosísima colección de la pinacoteca sevillana, se han sumado obras de incalculable valor histórico y artístico que estaban repartidas por todo el mundo.

La madurez y plenitud del genio

Foto: www.murilloysevilla.org
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Todo ello para la contemplación de un retablo que representa al Murillo en su etapa de mayor madurez y plenitud y creativa; una serie de obras que vuelven a reunirse 200 años después, ensalzando aún más la figura del genio. Las obras que se dispersaron tras la invasión napoleónica a principios del siglo XIX por las tropas comandadas por el mariscal Soult, se han vuelto a reunir en un mismo espacio visual inolvidable para el visitante.

Una veintena de obras que entre 1665 y 1669 los franciscanos encargaron al pintor sevillano, que se alojó en el citado convento durante todo este periodo. El retablo mayor estaba compuesto por seis lienzos de motivos devocionales, pintados en su mayoría en el año 1666, el más destacado El jubileo de la Porciúncula -que presidió el retablo hasta 1810-. La citada obra fue cedida el pasado año 2016 por una década a cambio de su restauración integral. Un proceso en el que intervinieron Ignacio Bolaños y Carmen Álvarez, invirtiendo un año de trabajo eliminando los numerosos repintes y tras el cual el lienzo recuperó la película original y las pinceladas maestras de Murillo.

La génesis de aquella producción pictórica prosiguió con las capillas laterales del presbiterio, en las que se instalaron La Anunciación y La Piedad, mientras que en los retablos laterales se instalaron seis lienzos consagrados a santos franciscanos que pintó entre 1668 y 1669, completando la serie con la Inmaculada, popularmente conocida como 'La niña'.

Los comisarios de la obra, de este IV centenario de Murillo, María Valme Muñoz -directora del Museo sevillano- e Ignacio Cano -conservador del Museo- se han encargado de que la exposición constituya además de un viaje en el tiempo valiosísimo a través de su evolución creativa y pictórica; un pormenorizado y profundo estudio de esa etapa de madurez que coincide con la del retablo de Capuchinos. Profundiza de tal manera en ella que se llega a comprender como un todo a través de dibujos y bocetos, en la forma en la que el artista concibió el proyecto de una de sus grandes obras maestras.

Relación de obras expuestas

La relación de obras expuestas es sencillamente sensacional, interviniéndose en la restauración y puesta a punto de muchas de ellas: ‘San Leandro y San Buenaventura’, ‘San José y el niño’, ‘San Juan Bautista’, ‘San Antonio con el Niño’, ‘San Félix Cantalicio con el Niño’, ‘Anunciación’, ‘Piedad’, ‘Adoración de los pastores’, ‘Aparición de la Virgen’ y ‘El Niño con San Félix Cantalicio’, ‘Santo Tomás de Villanueva dando limosna’, ‘San Francisco abrazado a Cristo’, ‘San Antonio de Padua y el Niño’, ‘Inmaculada Concepción con el Padre Eterno’, ‘Inmaculada Concepción Niña’, ‘Arcángel de San Miguel’ -Kunsthistorisches Museum, Viena-, ‘Ángel de la guarda’ -Catedral, Sevilla- y ‘Santa Faz’ -Colección privada, Gran Bretaña-.  A ellas se han sumado dibujos como ‘Inmaculada del Coro’ -colección particular-, ‘San Félix Cantalicio con el Niño’ -Morgan Library, Nueva York-, ‘San Francisco abrazando al Crucifijo’ -Kunsthalle, Hamburgo- y ‘San Francisco abrazando al Crucifijo’ -Coulrtauld Institute, Londres-.

‘La Virgen de la Servilleta’

Foto: www.murilloysevilla.org / Museo Bellas Artes Sevilla
Foto: www.murilloysevilla.org / Museo Bellas Artes Sevilla

Como no podía ser de otra manera una de las obras que brilla con especial sensibilidad es la ‘Virgen con el niño’, conocida popularmente como la ‘Virgen de la servilleta’ pues son varias las leyendas -desde el siglo XIX- que circulan respecto al origen creativo de la misma. Todas coinciden en una cosa, que fue creada en el Convento de los Capuchinos, y giran en torno a una petición de un religioso -encargado del refectorio- sobre la creación pictórica de una virgen para su celda, cuyo boceto según la leyenda fue efectuado en una de las grandes servilletas que se utilizaban en el convento.

En la obra destaca la ternura y espiritualidad de ambos personajes, la pincelada rápida y certera del genio, los enormes ojos vivos del niño que parecen salirse del cuadro. Sus contornos diluidos generan una atmósfera única, sus vivos colores  y la delicadeza de sus carnaciones retrotraen al observador al más brillante Rafael. En ella se detectan la enorme influencia que tuvo en Murillo su paisano Diego Velázquez -al que les separó solo una generación- aquel viaje a Madrid que le marcó profundamente, también Rubens, e incluso Tiziano o Van Dyck.

Punto y aparte del barroco sevillano

En definitiva el barroco sevillano y el barroco español no serían entendibles sin la figura de este genial pintor nacido en Sevilla en 1617 -no existen documentos que acrediten la fecha exacta del mismo-. Su partida bautismal es el primer documento que acredita su existencia y el citado bautismo se llevó a cabo el 1 de enero de 1618 en la Iglesia de la Magdalena, por lo que todo apunta a que el mismo se hubo de producir en las últimas fechas de diciembre de 1617.

Un chico cuyo padre, Gaspar Esteban ejercía la profesión de cirujano barbero, mientras que su madre, María Pérez Murillo procedía de una familia con especial capacidad para el arte, pues trabajaron como plateros y pintores. Desgraciadamente a la edad de nueve año quedó huérfano y prácticamente en un cortísimo periodo de seis meses. Aquello marcó su trayectoria vital, recibiendo con toda probabilidad instrucción artística en el estudio sevillano de Juan del Castillo, pariente suyo por parte de madre. Y llevando a cabo su primera comisión importante con una serie de once lienzos creados para el pequeño claustro del Monasterio de San Francisco el Grande, en Sevilla. En ellas se detectan influencias de la pintura de Francisco de Herrera el Viejo con el naturalismo y el tenebrismo de Francisco de Zurbarán.

Fundador de la Academia de Bellas Artes

En enero de 1660, Murillo, Francisco de Herrera el Joven y otros artistas prominentes fundaron la Real Academia de Bellas Artes de Santa Isabel de Hungría en Sevilla, con Murillo como presidente. En las dos décadas siguientes alcanzó la ya citada madurez y, a la que pertenece una gran parte de la grandiosa exposición que se puede contemplar en el Museo de Bellas Artes de Sevilla. Una exposición que todo apasionado del arte y la pintura tiene la obligación de visitar, si desea conocer y disfrutar en toda su extensión a uno de los mayores artistas que ha dado Sevilla, Andalucía y el barroco en toda su historia.  

Foto: https://carolkiecker.files.wordpress.com
Foto: https://carolkiecker.files.wordpress.com

La de un genio tan eternamente vivo como aquellos ojos del niño de la `servilleta’, que perdió la vida pintando Los desposorios de Santa Catalina del convento de los Capuchinos para la iglesia de Santa Catalina, en Cádiz. Pues Murillo sufrió una caída de un andamio e impactó con el suelo quedando herido de gravedad. Trasladado de urgencia en carruaje de Cádiz a Sevilla muriendo a los pocos días, un 3 de abril de 1682 a los 60 años de edad.

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