Cada mañana una gacela se despierta en África que sabe que debe correr más rápido que el león, más veloz o de lo contrario morirá. Cada mañana en África, un león se despierta. Y sabe que debe correr más rápido que la gacela más lenta, o pasará hambre. No importa ser gacela o león, lo verdaderamente relevante es que cuando el sol salga, será mejor que estés corriendo. Y eso es lo que hizo desde que nació Usain Bolt, correr, volar al amanecer de Jamaica, ser gacela y león, ser el primero y el más rápido en ver la salida del sol, al fondo de la meta.

Seguramente el animal más veloz de los atletas podría haberse despedido de una mejor manera, posiblemente lo habría hecho si su preparación hubiera sido la adecuada. Fue doloroso ver despedirse al mejor de todos los tiempos rompiéndose en mitad de su adiós, pues todos querían verle en lo más alto, pero tratándose de Usain nada cambiará. Nada podrá borrar su imponente figura, el espectáculo y el placer que regaló al mundo durante su incomparable trayectoria.

La armonía del relámpago

 FOTO: AP
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Al ver por primera vez correr a Bolt impresiona por su dinamismo, su ritmo, su zancada, la mirada integrada en un nivel superior, en el que a diferencia de lo que se pueda pensar lo más importante no es la velocidad, sino su capacidad para desplazarse con semejante armonía sobre la pista, sus 41 zancadas, el relámpago de su progresión entre los 60 y los ochenta metros. La visión de un bólido caribeño, aquel que jamás dejó huellas sobre el tartán, sino en la memoria de la gente, y cuyos 1,95 m. de estatura siguen impresionando. De hecho con semejante envergadura pocos habrían apostado a que se convertiría en el ser humano más veloz del mundo en los 100 metros. Todos los analistas consideraban que para aquellas interminables piernas la prueba se quedaba corta, pero para aquel prodigio juvenil cuya única experiencia en los cien antes de 2008 se limitaba a una sola carrera, (hizo una excelente marca: 10,03) constituía su camino hacia el Olimpo. Tanto es así que batió el récord del mundo con un registro de 9,72 en su tercera carrera en Nueva York y con Tyson Gay en pista.

Usain, corredor del futuro

Desde aquel día el mundo de la velocidad en el atletismo se adentró en la ficción de un atleta venido de otro tiempo. En Pekín echó abajo todo tipo de análisis y teorías, Usain no encajaba en el perfil pero sus 9,63 y 19,60 dejaron sin aire al mundo. Con la sensación de que en Jamaica, una Isla en la que el ritmo se lleva en la sangre y el sprint en el ADN, una máquina del tiempo llegada del futuro dejó a un ‘sprinter’ con treinta años de adelanto respecto al resto de los velocistas del circuito.

En el programa escolar de Jamaica el atletismo es una asignatura más y sus campeones reciben la atención y la formación que precisan. Desde los 14 años Usain fue ‘el rayo que no cesa’ pulverizó todos los récords juveniles, y muchos quisieron ver en Bolt al heredero de Michael Johnson, pero siempre fue un tipo peculiar. Usain tenía otros planes, llegó al circuito para hacer y ser lo que nadie había hecho y sido. Nacido en el corazón de Jamaica, en Trelawney, jamás perdió su sentido de pertenencia al pueblo, a un lugar nada sencillo en el que la pobreza y la violencia son dos realidades absolutas. Usain Bolt siempre fue de la gente, nadie le regaló nada porque la competencia es máxima en un paraje en el que el universo de la música y el atletismo son religión.

Nadie volverá a ver a un corredor como Bolt, ni la escoliosis pudo con él, con una pierna más corta que la otra correr con pura alma caribeña. Para aquellos que piensen que Bolt pudo hacer incluso más de lo que hizo, solo apuntar que además de por sus innatas condiciones Usain llegó al Olimpo gracias al esfuerzo, el trabajo y el perfeccionamiento de sus cualidades. Muchas horas de dedicación, tantas como para transmitir al mundo un aire de superioridad que en muchas ocasiones fue interpretado como menosprecio hacia sus rivales.

Números inalcanzables

Desde el conseguido en Berlín en 2009, Usain firmó diez récords mundiales, nueve oros olímpicos y 11 títulos mundiales, además de sostener el récord en las categorías de 100 y 200 metros. El jamaiquino estableció los últimos tres récords mundiales en los 100, dejándolo en la impresionante marca de 9,58. siendo el único ser humano en llegar a correr hasta en nueve ocasiones por debajo de los 9,78 segundos. En cuanto a la distancia de los 200 metros Bolt también fue un corredor de ficción. Ya en las Olimpiadas de 2008 de Pekín, rompió el récord de los 200 metros en 19,32 segundos en posesión del velocista Michael Johnson (durante 22 años), con una carrera en 19,30, antes de bajarlo a los 19,19 un año después en Berlín. Puede que los críticos piensen que Bolt coronó la cima mundial de la velocidad y no quiso llegar al límite de sus capacidades físicas, pero a cambio regaló al aficionado la imponente perdurabilidad y consistencia de un atleta que ganó todas las carreras olímpicas y de campeonatos mundiales en los que participó desde 2008.

Puro espectáculo

Foto: runningmagazine.ca
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De hecho Usain rebasó ampliamente los límites y las capacidades físicas de un ser humano, en su punto álgido, marcado en la consecución de su récord mundial de los 100, corrió los diez metros más rápidos en la historia del atletismo con un promedio de 0,81, cuya equivalencia corresponde a unos 44,51 km/hora, velocidad cercana a la de un caballo al galope. Mantenerse durante ocho años como el rey absoluto de la velocidad, con todas las variables y vicisitudes a las que se tienen que enfrentar los atletas solo ha sido posible gracias a la inmensa superioridad del relámpago antillano. La realidad es que desde que en 2009 el mundo conoció a un velocista llegado del futuro, Bolt salió a la pista relajado, bromeando, haciendo puro show porque llegó un momento en el que convirtió una carrera en puro espectáculo. No fue el mejor en el bloque de salida ni en la fase de aceleración, pero puso al mundo a bailar al son que marcaron sus enorme palancas. De hecho nadie en la historia mantuvo una velocidad alta durante un tiempo tan dilatado, gracias en gran medida a sus enormes zancadas, estimadas en una estratosférica medida de 2,47 metros.

Gloria eterna

Foto: GETTY IMAGES
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Si alguien sigue dudando si Bolt no se tomó en serio el atletismo es que no ha pisado jamás una pista. Su arrolladora personalidad se confundió en numerosas ocasiones con fanfarronería y prepotencia, lo cierto es que jamás se volverá a ver algo similar a Usain. Por eso absolutamente todo el mundo quería ver a la gacela, al león, despedirse en lo más alto, pero es quizás en la derrota donde se comprueba la verdadera grandeza de los dioses del deporte. Bolt se marchó aceptando el ocaso, no pudo ser el primero en ver la salida del sol al final de meta. Una tercera posición y una lesión impidieron su adiós soñado, pero el corazón, la puerta grande de los aficionados estaba abierta de par en par para Bolt. Hasta sus rivales miraron hacia atrás y sintieron una relampagueante nostalgia, pero nada cambiará la historia por la sencilla razón de que el que la cambió fue el fenómeno de Trelawney. Aquel que tuvo el mundo a sus pies durante ocho años, por ello simplemente gracias y gloria eterna para Usain.