Cuando a Alberto Salazar le preguntaron sobre su método de entrenamiento, lejos de recaer en los detalles más minuciosos de -el programa de Nike- Oregon Project, dijo: “Si no naces en Kenia, entonces entrena como ellos”. El resultado de la quimera del OPJT es abrumador por donde se lo mire. Mo Farah, que acaba de dejar el proyecto para centrarse en la ruta y entrenar en su Gran Bretaña natal junto al ex entrenador de Paula Radcliffe, bajo el mando de Salazar fue tricampeón mundial en diez mil metros y bicampeón olímpico en ambas distancias, cinco y diez mil; sólo por mencionar algunos de sus logros más importantes. Podrá considerarse, sin embargo, que las condiciones genéticas de Sir Mo, nacido en Somalia, pudieron haber influido directamente en su dominancia a lo largo de los años.

El caso de Galen Rupp, hijo directo de Alberto, es por eso más impactante: diez veces campeón nacional de diez mil metros y récord nacional en esa distancia (26:44:36), el alumno de la escuela religiosa Oregon Central Catholic de Portland consiguió una medalla de plata en diez mil metros, en Londres doblegando a los africanos y con un sólo competidor por delante: Mo Farah, su ex compañero. A los dos años y después de las acusaciones de algunos ex compañeros de equipo (investigación que tiene la USADA) por dopaje, Rupp salió del ostracismo y se desafió en la ruta. En su debut, en Los Angeles y nada menos que con la clasificación a Río en juego, le ganó cómodamente a Meb Keflezighi bajo un calor infernal y un año después, ya en Brasil, ganó el Bronce en la prueba de cuarenta y dos kilómetros, esta vez con condiciones de mucha humedad. Ese día a Rupp sólo le ganaron un etíope, Feyisa Lilesa, y un tal keniata, Eliud Kipchoge, para muchos de nosotros considerado el mejor maratonista de la historia. Luego de eso Galen corrió dos maratones: Boston, donde fue segundo detrás de Geoffrey Kirui y Chicago, donde tuvo su victoria más memorable por delante de otro Kirui, Abel. Sus tres marcas en maratón oscilan entre los 2:09 (de su mejor registro en Chicago) y los 2:11. Teniendo en cuenta las complicaciones específicas de esas tres pruebas -humedad en Río, calor y cuestas en Los Angeles y baja de liebres en Chicago- hacen aún más meritoria su performance como un corredor versatil que ya está en la página dorada del atletismo norteamericano.

Alberto Salazar y Galen Rupp, durante los Trials de pista de Estados Unidos, en Eugene, Oregon.

Como si fuera poco, Salazar, que realiza sus entrenamientos de alto rendimiento en la base de Nike en Beaverton con temporadas de altura en Park City, Utah, cuenta con atletas como Matt Centrowitz Jr., que capturó la medalla de Oro para su país en los 1500m de Río, después de más de cien años de sequías deportivas en esa distancia y que desde hace años ejerce su hegemonía en la distancia en su país. Jordan Hasay (26), el mejor registro de una estadounidense en el circuito de Chicago con 2:20:57, el tercer mejor registro en maratón de la historia detrás de Deena Kastor y Shalane Flanagan, tercera en Boston y en la ciudad del viento, es otra de sus pupilas. A ellos se les acaba de sumar la promesa del medio fondo estadounidense, Craig Engels, recientemente salido de la Universidad de Missisipi, y Clayton Murphy, otro medio fondista que emerge cada vez con más protagonismo en los ochocientos metros.

Algo parecido cree Jerry Schumacher, ex entrenador de la Universidad de Wisconsin, alguna vez socio de Salazar y ahora entrenador en jefe del Bowerman Track Club con sede también en Oregon. Schumacher tiene a Emma Coburn, que en 2017 ganó la medalla de Oro en los 3,000m con obstáculos venciendo a, entre otras, Beatrice Chepkoech; a Courtney Frerichs (tercera en esa cita), Evan Jager (Bronce en esa misma prueba masculina) y a la estrella del maratón femenino estadounidense, Shalane Flanagan, de 36 años, última ganadora del maratón de Nueva York, prueba que no ganaba una americana desde hacía cuarenta años.

Shalane Flanagan descarga toda su emoción al cruzar la meta en Central Park (Foto AFP)

En Nueva York, Shalane consumó una proeza que se le había negado en 2010, cuando debutó en la distancia. Lo hizo frente a Mary Keitany, la segunda maratonista más rápida de la historia, que buscaba su cuarta corona consecutiva en la Gran Manzana. Lo que sorprende, sin embargo, es que lo hizo después de un parate de seis meses en 2017 luego de una fractura en la espalda baja. Además de reiterar las propensas condiciones que le facilita Schumacher, Flanagan dijo que ayudó a su mejor forma el hecho de su necesario y prolongado descanso, señal de que la máxima absoluta de que “Cuanto más entrenas mejor corres” comienza a ser desechada y ya no importan sólo las cargas sino ser inteligente a la hora de correr, algo que incluye múltiples variables mencionadas más adelante. Curiosamente, en 2016 y en Nueva York fue tercera otra norteamericana, Molly Huddle, con el tercer mejor crono para una debutante de esa distancia en Estados Unidos. Schumacher, recientemente elegido como mejor coach de media y larga distancia del año en Estados Unidos, cuenta también con Amy Cragg, ganadora de los Trials de L.A. 2016 y Bronce en los Campeonatos Mundiales de Londres 2017 en la distancia de maratón. Enemigo silencioso de Alberto Salazar después de una ruptura pública en 2009, Jerry combina sus entrenamientos en Portland y con campamentos de altura en Boulder, Colorado.

Nuevas tecnologías para optimización de fuerza y recuperación, un ejército de doctores predispuestos a explorar las zonas grises de ganancia de rendimiento, análisis estadístico, detalles minuciosos en las comidas, el descanso y hasta un rol preponderante de la psicología hacen que las empresas del oeste estadounidense hayan logrado entrar en la discusión hablada fundamentalmente entre africanos, que desde principios de los 90 comenzaron a dominar la distancia hasta monopolizarla en los últimos diez años. 

Jerry Schumacher felicita y abraza a Shalane Flanagan después de su victoria en Nueva York (Foto Jerry Schumacher)

A la teoría del trabajo duro podría sumarse David Epstein, periodista de la web responsable de destapar el escándalo de dopaje de Lance Armstrong, Pro Pública, y autor del libro “El Gen Deportivo”, que en su obra atribuye la mejora en el rendimiento a los innovadores métodos de análisis de funcionamiento genético, pero también del talento biológico y el entrenamiento riguroso. En ese sentido, Epstein afirma que la herencia, donde podría enmarcarse la biología, la fisiología y la genética, está muy entrelazada con la educación y el entrenamiento duro, variables seguras sin importar el lugar del mundo en el que te encuentres o te hayas desarrollado, algo que han entendido bien Salazar y Schumacher. Eso si, si has nacido en Iten o puedes viajar hasta allí para entrenar con los mejores, entender la cultura del lugar y vivir como ellos, definitivamente verás antes los resultados.

Para trazar paralelismos con Argentina y salvando la distancia entre contextos estructurales y económicos, entrenadores como Leonardo Malgor, que tiene a la gran mayoría de los atletas de elite y olímpicos del fondo y medio fondo nacional, es un buen punto comparativo. Con base en Mar del Plata, Malgor apela a la disciplina y al esfuerzo de sus corredores que combinan buena alimentación y cargas semanales con estadías regulares en Cachi, el campamento de altura predilecto de los atletas sudamericanos que buscan aumentar su capacidad de oxigenación. Los olímpicos y mundialistas María Peralta y Mariano Mastromarino, la olímpica y finalista en 3000m con obstáculos y dueña del récord sudamericano, Belén Casetta y la futura olímpica Florencia Borelli, récord argentino de medio maratón, son sólo algunos de sus mejores atletas.

Suguru Osako es japonés y otro atleta del Oregon Project que antes de llegar a Oregon era uno más de los cientos de miles maratonianos del país oriental y que a base de entrenamiento en Estados Unidos acaba de ser tercero en el competitivo maratón de Fukuoka, con un tiempo de 2:07:19, dos minutos más rápidos que Rupp, corriendo a tres minutos por kilómetro. Osako tuvo su debut en Boston y allí fue tercero, detrás de Kirui y el mismísimo Galen Rupp. El periodista Adharanand Finn, autor de los libros Correr con los Keniatas y La Senda del Corredor, cuenta que en el Japón hay demasiados buenos fondistas pero que por las exigencias en el entrenamiento se desgastan rápido, y que no están acostumbrados a “sufrir” en las carreras, un valor tan presente en los africanos y en los americanos, que mayormente tanto en la pista como en la ruta salen a correr fuerte de entrada. Podría decirse, entonces, que Suguru Osako tiene el gen japonés, capaz de correr más de 240 kilómetros semanales con un tempo asombroso y rápida recuperación, con la educación y costumbres americanas mas los recursos disponibles para mejorar sus condiciones de biomecánica.

Además, tanto en Kenia o Etiopía como en Estados Unidos, el valor del descanso responsable es fundamental, algo que, según Finn, no sucede en Japón, acostumbrados a la exigencia y la competitividad constante, para ellos símbolos del esfuerzo. Salazar, que suele cargar más de doscientos kilómetros en todos sus atletas, les da sin embargo un descanso prolongado después de cada competencia. En Kenia es común que los atletas tengan días de trote suave y descansen uno y hasta dos días, al igual que en Etiopía, la tierra de Kenenisa Bekele (récord en cinco, diez mil metros y segundo mejor crono de la historia del maratón además de atleta dorado en Juegos Olímpicos), conocido por un entrenamiento mucho más descontracturado, atado más a las sensaciones que a la planificación rigurosa. 

Otro caso es el del neozeolandés Jake Robertson, que debutó en medio maratón en 2017, en Lisboa, con un impresionante registro de 1:00:01, una de las mejores marcas de un medio maratonista no nacido en África. Tanto Jake como su hermano Zane vienen entrenando desde hace años en Kenia, desarrollándose sobre todo en pista y con buenos registros en 10,000m, en especial el récord nacional de Zane con 27:33. 

Suguru Osako, otra exitosa realidad del Oregon Project

El caso más paradigmático de los últimos meses es el del noruego Sondre Nordstad Moen, la rutilante aparición del maratón; el noruego de 21 años ex esquiador profesional que se aburrió de la rutina de ese deporte y acudió a la simplicidad del atletismo y que hace sólo unos días corrió el récord europeo de maratón ganando en Fukuoka (2:05:47) por delante del experimentado y campeón olímpico Stephen Kiprotich. Para ejecutar el segundo tiempo más rápido de circuito, quebrar la barrera de las 2:06 para un no africano y lograr el récord europeo en la distancia, Moen hizo un split negativo, es decir, corrió más rápida la segunda mitad: 63:19 para el primer medio maratón y 62:29 los segundos veintiún kilómetros. No es casualidad, tampoco, que su entrenador sea Renato Canova, el coach italiano y mentor de Bekele, entre otros grandes corredores, un conocedor nato de las técnicas y costumbres africanas.

Canova, lejos de sorprenderse por el rendimiento de Moen en Fukuoka, contó detalles de su feroz preparación para el maratón japonés, incluso pormenorizando ritmos y recuperaciones. Lejos de ponerle freno, dijo que Sondre todavía no tocó su techo y redujo cualquier análisis con una verdad a voces: “Si te gusta entrenar duro y eres sacrificado, puedes llegar a correr un maratón en el tiempo que lo hizo Moen”. Si bien vive algunos meses en Noruega, Canova contó que para Fukuoka, Noen pasó más de nueve meses entrenando en Kenia, precisamente en el campamento del NN Running Team con Eliud Kipchoge de compañero. Más gráfico aún fue Sondre, que dijo que es una condición necesaria “que te guste sufrir entrenando”. Todos estos atletas son sólo un ejemplo de que las fronteras del maratón se han abierto y coinciden en algo: sus relaciones casi parentales con el entrenador, que exprime al máximo sus condiciones físicas y también humanas. Con esas herramientas para hacerle frente a la armada africana dominante, las fronteras se han abierto y allí se han colado estos muchachos y muchachas que prometen dar mucho más que hablar en 2018.

Sondre Moen cruza la meta en el tradicional y prestigioso maratón de Fukuoka