Hay momentos en los que toca agachar la cabeza y reconocer la supremacía de un rival, por mucho que eso duela. Eso mismo debieron de pensar los jugadores del Club Baloncesto Valladolid en el moderno pabellón Príncipe Felipe de Zaragoza, al sentir en sus carnes la superioridad del rival. El problema es que tal vez lo hicieron demasiado pronto, a diferencia de otros encuentros también ante rivales teóricamente más potentes.

Tras un primer cuarto donde los morados hoy vestidos de blanco presentaron una cara seria y competitiva, un parcial espectacular de los maños en el segundo período, cimentado desde la línea de 6,75, minó por completo la moral de unos jugadores pucelanos negados en defensa y en ataque demasiado centrados en las individualidades, las cuales, por otra parte, permitieron maquillar al final el resultado y evitaron una diferencia en el marcador que podría haber sido abismal.

Un segundo cuarto espectacular del CAI desactiva el buen inicio del CB Valladolid

El Príncipe Felipe de Zaragoza se presentó con un ambiente extremadamente gélido. Su afición estaba absolutamente desconectada y el speaker con su voz algo robótica hacía que el encuentro se pareciese más a un partido amistoso que a uno de ACB.

Después de los ataques iniciales, en los que se sucedieron pérdidas y errores por parte de ambos conjuntos, el equipo de Pucela fue el primero en mostrar su candidatura para llevarse el partido. Todo hacía indicar que no iban a venir a dar un paseo por la ciudad del Pilar, sino a ganar a un equipo teóricamente muy superior.

Un excelente Román Montañez llevaba todo el peso del equipo en ataque. Sinanovic había cometido rápidamente dos personales y Roberto decidió sentarlo.

La salida de Humphrey mejoró bastante la cara del cuadro morado en defensa, si bien el interior estadounidense dejó patente que ahora mismo no está al nivel de los demás, no tanto a nivel físico, sino más bien en cuanto a su confianza, con un error detrás de otro bajo tableros.

Tan solo el desacierto desde la línea de personal de los jugadores vallisoletanos impidió que se fueran con una diferencia a su favor algo mayor en esos primeros diez minutos, donde el CAI Zaragoza optó por meter balones interiores a sus pívots Norel y Jones, y desaprovechó sus opciones de perímetro.

La vuelta del gigante bosnio del CB Valladolid en el segundo cuarto no trajo nada más que malas noticias a la escuadra pucelana. No solo por sus continuos errores en el pase o por su lentitud a la hora de llegar a las ayudas defensivas –que también– sino porque la defensa de perímetro de los pucelanos comenzó a evidenciar una falta de movilidad y de ritmo realmente alarmante.

Llompart, Van Rossom y Stefansson comenzaron a descubrir que, si tiraban solos, las metían, y de ese modo, con Montañez sentado y Nacho Martín muy desacertado de cara al aro, comenzó la sangría de los locales y el moderado entusiasmo de su afición, que se había contagiado de la aparente falta de intensidad de su equipo.

A partir de ese momento, la banda comenzó a poner música a los triples de los maños y el resto del público las voces, mientras el ritmo se extendía por todos los rincones del recinto, si bien en ningún momento los decibelios llegaron a superar a los de Pisuerga, lo cual no dice mucho de la animosidad del público zaragozano.

A pesar de que el parcial estaba siendo deshonroso para el Pucela, un último tramo de segundo período excelente de Román Montañez, que era el único que parecía capaz de leer adecuadamente el partido, y un par de acciones de brega y entrega de Ian O´Leary, contuvieron mínimamente el empuje aragonés y contrajeron ese impulso de su afición, que tampoco llegó a ser ni mucho menos desmedido.

Un excelso CAI dinamita el partido, pero Montañez, Porta y O´Leary impiden la sentencia

El resultado al descanso era bastante engañoso (48-39), pues las individualidades habían mantenido a flote al CB Valladolid y su endeble defensa no dejaba muchas esperanzas de cara a la segunda mitad, como tampoco lo hacía el desorbitado número de pérdidas de balón. Fuera aparte del extraordinario acierto de los maños, sobre todo desde la línea de tres.

El tercer cuarto no reactivó absolutamente nada a los morados, como tampoco la bronca que debieron llevarse en los vestuarios de parte de Roberto González, al que se le vio especialmente enfadado en determinadas fases del encuentro.

Un triple detrás de otro, ora de Llompart, ora de Stefansson, ora de Michael Roll -que ofreció un recital impresionante-, hurgaba un poco más en la herida defensiva de un cuadro visitante completamente deslavazado en esos instantes también en ataque.

Nacho Martín tuvo uno de los peores partidos de su maravillosa temporada y se fue cabizbajo a la mesa de cambios en el ecuador del tercer acto. Se sentó con idéntica actitud. En un tiempo muerto de ese período estuvo ausente y con la mirada perdida hacia la pista, donde los niños de las categorías inferiores del CAI trataban de exhibir su potencial. No tuvo su noche.

Para colmo, al final del partido tuvo que pasar el control antidoping y fue el último jugador morado en abandonar el Príncipe Felipe. Al capitán vallisoletano, siempre jugador de equipo, aunque muchas veces destacado en números respecto a los demás, hoy le tocaba la soledad para todo.

Mientras tanto, el partido continuaba su curso y el CAI Zaragoza se ponía 24 puntos arriba (65-41). Pasaba por encima de un flojísimo equipo castellano, que mostraba una compenetración defensiva deplorable. David Navarro superado en todo momento por Roll, Porta quedándose en cada bloqueo, los interiores pucelanos incapaces de llegar a las ayudas y, en general todos sin puntear los tiros y muchas veces ni siquiera a inquietar a las ametralladoras vestidas de rojo.

Un auténtico desastre, agigantado por un acierto por parte de los locales, que en algunas fases parecía de otro planeta. El conjunto de Abós estaba ya abandonando la víspera de la fiesta y viviendo la propia celebración en un pabellón que no llegó a estar volcado, pese a la importancia del resultado. Tal vez lo vieron demasiado fácil.

Parecía todo visto para sentencia, pero la calidad de Montañez, las penetraciones de Porta y los arranques de casta de O´Leary posibilitaron que el CB Valladolid, pese a su horrendo partido en defensa, demostrara que aún tenía pulsaciones y constantes vitales, y encarara el último cuarto con esperanza (74-64).

El Pucela maquilla el resultado a base de casta

Sin embargo, cuando se tira de individualidades y el equipo deja de existir, normalmente las cosas no acaban bien. Nacho Martín regresó en ese último cuarto y, aunque consiguió anotar alguna canasta, siguió muy lejos del nivel real del hasta hoy MVP de la Liga ACB.

El socavón defensivo no se cubrió ni siquiera con argamasa o barro deleznable. Daba exactamente igual que el CAI Zaragoza optara por un juego orientado hacia las penetraciones Michael Roll, a las estocadas desde el perímetro de cualquiera de sus exteriores, o a los puñales desde la pintura de Norel. El pívot de los maños se comió en todo momento a un desconectado Sinanovic y en algunas fases a Nacho, cuando este actuó de cinco.

La espada de San Jorge, patrón aragonés, era igualmente implacable en todas sus variedades con los morados, que hoy en vez de disfrazarse de temibles dragones, se convirtieron por momentos en atemorizadas lagartijas.

De hecho, durante gran parte del último cuarto, Roberto, cansado de utilizar variantes zonales defensivas con sus cinco puros en pista, optó por volver a la fórmula de Nacho de cinco y O´Leary de cuatro, defendiendo en individual con cambios, aunque también probó con ese quinteto en zona durante los últimos compases del choque.

A falta de cinco minutos, un triple de un casi infalible Pedro Llompart dejaba el partido prácticamente visto para sentencia (88-71). De ahí hasta el final, el público del CAI Zaragoza se dedicó a festejar discretamente la histórica clasificación para play-offs de su equipo, la cual se confirmará matemáticamente si hoy pierde Unicaja. Los aficionados, dirigidos casi siempre por su speaker, hicieron una tímida ola y ovacionaron a sus jugadores, los cuales realizaron un brillantísimo partido ofensivo.  

Los morados trataron de ponerle un poco de maquillaje al asunto, tirando de garra, característica que hoy fue, en algunas fases del encuentro, de las pocas reconocibles en un conjunto morado muy distinto al del resto de la temporada.

Al final, 99-86, un resultado que ni mucho menos hace justicia a la superioridad de los aragoneses. Los de Abós pasaron por encima de los pucelanos en todo momento a partir del segundo cuarto y demostraron que al conjunto de Roberto González le está faltando un poco de energía mental en estos últimos partidos de la temporada, lo cual curiosamente ha empezado a suceder a partir de la llegada de Humphrey, que hasta ahora solo ha aportado una cosa positiva. Dar minutos de descanso a Sinanovic.

Ahora los morados deberán esperar como mínimo una jornada más, tal vez dos, para ver consolidada su permanencia, por lo que el partido de la semana que viene contra Cajasol adquiere mucha importancia, aunque se confía en el pinchazo de Lagun Aro esta jornada contra Valencia. De ese modo, la distancia con el descenso se mantendría invariable –tres victorias–, pero con una jornada menos por disputarse.