No ha sido la temporada más sencilla par los Golden State Warriors, posiblemente se podría decir que ha sido la más complicada desde que Steve Kerr está en el banquillo de la franquicia de la Bahía de San Francisco. Todo el mundo era consciente cuando fichó Kevin Durant en el verano de 2016 de que se habían juntado varios jugadores que en el pasado habían sufrido lesiones de gravedad. Curry lleva sufriendo toda su carrera con los tobillos, Shaun Livingston sufrió una de las lesiones más horrendas de la historia del deporte que casi le obligó a retirarse y el propio KD se perdió media temporada unos años antes.

Pero este problema se ha reproducido en esta campaña. Todos los jugadores importantes del roster cayeron lesionados en algún momento, incluso, Stephen Curry no llegó a disputar la primera serie de Playoffs contra los Spurs. Esa falta de continuidad durante los 82 partidos de Regular Season y la siguiente postemporada sigue teniendo consecuencias a día de hoy. Los Warriors todavía no son capaces de jugar partidos enteros al nivel excelso al que acostumbraron a los aficionados la temporada pasada. El hijo de Dell Curry está volviendo a su mejor forma, y Durant casi vuelve por sus fueros en los partidos más decisivos.

Hora de arrollar

Sin embargo, los terceros cuartos de los partidos dan una lección tanto a los espectadores como a jugadores y entrenadores rivales de lo que pueden hacer. La artillería de larga distancia de los Warriors se afina y da recitales, el balón vuela de jugador en jugador y de las manos de estos al fondo de la red. Un espectáculo que para sus enemigos es dantesco y casi inexplicable se convierte en el deleite de los millones de aficionados que siguen al equipo, ya sea porque los apoyan de toda la vida o porque ese juego, ese movimiento de balón a encandilado a cientos de millares de amantes de este deporte.

El equipo de La Bahía es el que más anota en los terceros cuartos de cada partido, su media está por encima de los treinta puntos y le saca cerca de dos a su más inmediato perseguidor, los Denver Nuggets. Pero la estadística que mejor refleja la gran superioridad de los actuales campeones contra los conjuntos que tiene enfrente es el más menos. Durante todos los partidos de esta campaña 2017/18, los Warriors registran un +501. Para dar una perspectiva que remarque todavía más este logro hay que decir que en los primeros doce minutos de los encuentros la estadística es negativa (-3) y que en el último periodo es casi neutra (+6).

¿Dejadez o ingenio?

Esto plantea una pregunta que ronda la cabeza de todas aquellas relacionadas con este deporte, ¿esto es porque no tienen ritmo o porque son tan superiores y son conscientes de ello? Las circunstancias de la temporada nos podrían llevar a pensar que la primera hipótesis es la más acertada, pero la realidad es que en el pasado fueron tan dominantes que quizás ahora hayan decidido reservarse. Hacer el mínimo esfuerzo para conseguir el máximo resultado, y de momento, esa estrategia está funcionando. Se han vuelto a “colar” en las Finales de la NBA por cuarto año consecutivo, y obviamente el verbo está entre comillas porque eso no es cuestión de suerte sino de trabajo y talento.

Talento de un equipo con cuatro All-Stars o cinco si contamos también la participación de Iguodala en el Partido de las Estrellas de 2012 en Orlando. El trabajo realizado primero por Mark Jackson y luego por Steve Kerr, que es una de las mejores mentes baloncestísticas de los últimos años han posibilitado que el deporte haya cambiado y esos arrebatos de un equipo de leyenda tienen parte de la culpa.