El conjunto griego sigue en sus trece de ser protagonista por decisiones inusuales. Su descontento con el arbitraje en un partido de Copa ante Panathinaikos hizo perder el conocimiento hasta tal punto de que abandonaron el propio partido. En los días posteriores presentaron una queja en la que reclamaban que si las designaciones arbitrales no recaían en la FIBA, no jugarían ningún partido ante su máximo rival en Grecia.

Dicho cambio solicitado no se produjo y cuando llegó el derbi de la liga, el Olympiacos no se presentó al encuentro lo que meses más tarde le llevó a descender a segunda división y a su solicitud de unirse a la liga adriática, algo que no ha sido aceptado.

En la tarde del viernes, el club ha informado de que utilizará la plantilla profesional para la Euroliga (al tener licencia A su situación en la liga es indiferente) y la filial para la segunda división de su liga. Un hito histórico que marcará un antes y un después en Europa pues es la primera vez que un equipo jugará Euroliga sin jugar liga nacional.

La letra pequeña de la competición así lo permite y, por tanto, los Spanoulis, Printezis, Papanikolaou y compañía, seguirán jugando en Europa mientras que la segunda división queda reservada para el B.

Las ligas nacionales en peligro

Los calendarios son asfixiantes para los equipos. El nuevo formato de Euroliga obliga a jugar dos ligas a la vez. Casi 70 partidos en nueve meses y son muchos los que han manifestado su idea de salir de la competición doméstica teniendo en cuenta la falta de consenso entre la propia Euroliga y las competiciones nacionales, y la necesidad de rebajar partidos para los jugadores que, evidentemente, tendrán a Europa como preferencia. Olympiacos ha dado el primer paso y esto no ha hecho más que empezar. El terremoto coge más magnitud.