En el año 2009, Sergio Scariolo comenzó su etapa como entrenador de la selección española de baloncesto. En los años anteriores se había conseguido el primer Mundial de la historia de España y una plata con sabor a oro en los Juegos de Pekín. Todo bajo las órdenes de Pepu Hernández y Aíto García Reneses. Parecía muy complicado superar ese listón, pero con los años, el italiano ha pasado de recibir críticas de la opinión pública al punto actual, diez años después, el natural de Brescia ha ganado un anillo de la NBA y un nuevo Mundial y es indispensable para el proyecto federativo.

Las Ventanas FIBA eran un desafío para todos. No solo se perdía a aquellos jugadores NBA y Euroliga que le habían dado todo a la selección. Ahora Scariolo debía demostrar su maestría con la pizarra en las manos y “obreros” sobre el parqué. El camino no fue fácil, pero al contrario de lo que ocurrió con otras superpotencias europeas, como Eslovenia o Croacia, España sí sacó su billete para China.

Las bajas asustaban

En mayo, las perspectivas sobre la lista no eran malas. Pau se estaba recuperando de su lesión en el pie y otros jugadores de la Mejor Liga del Mundo, como su hermano, los Hernangómez o Ricky, confirmaron su intención de luchar por el oro. Sin embargo, con el paso de las semanas el mejor jugador de la historia del baloncesto español tuvo que renunciar por una recaída. A su baja se unieron las de Mirotic, Ibaka y Sergio Rodríguez. Tres nombres que se antojaban básicos para aspirar a las medallas en un campeonato tan disputado.

Pese a las dudas entre la afición, Scariolo y sus jugadores agacharon la cabeza y se pusieron el mono de trabajo. Tras una preparación positiva, se comenzó el torneo. Cuando parecía que el nivel del equipo no era demasiado alto, el tiempo confirmó que simplemente se estaban preparando para lo que venía, para la guerra.

España apareció cuando más lo necesitaba

Italia fue la primera víctima. Djodjevic, seleccionador de Serbia, ya avisaba: “España siempre hace lo mismo. A mí ya no me engañáis”. El antiguo base fue clave en el Real Madrid que, con el italiano en el banquillo, se hizo con la ACB en el Palau. Efectivamente, España ganó el duelo contra los balcánicos y así entró de lleno en la lucha por las medallas.

Polonia fue la siguiente en caer. Ahí parecía que la suerte de España se iba a acabar. Se tenían que enfrentar a Australia que estaba completando uno de los torneos más completos a nivel de juego. Dos prórrogas y mucha testosterona fueron necesarios para que la selección se ganara su sitio en la final. El planteamiento de Scariolo, basado en la consistencia defensiva, ayudó a España a llegar al partido definitivo.

La Selección española, en el podio tras ganar el Mundial | Foto: FEB
La Selección española, en el podio tras ganar el Mundial | Foto: FEB

Allí, en Pekín, donde once años atrás se había perdido una final olímpica, Rudy Fernández, Marc Gasol y el resto de los jugadores tenían una cita con la historia. Argentina, un conjunto plagado de jugadores de la Liga Endesa y viejos conocidos, era el rival. Pero España ha demostrado hambre, compromiso y calidad, mucha calidad. Tanto sobre la pista, con Ricky Rubio como MVP, como en el banquillo. El lunes 16 llegarán a Barajas como campeones del mundo, sí una vez más.

En el horizonte quedan los Juegos Olímpicos de Tokio. El verano que viene La Familia volverá a reunirse para llenar de alegría las casas de todos los españoles. El objetivo volverá a ser llevarse una medalla, aunque no lo tendrán fácil. Estados Unidos llegará con ganas de resarcirse después del peor Mundobasket de su historia y el talento está más repartido que nunca.