La ciudad de Málaga era la afortunada de acoger la 84ª edición de la Copa ACB, en la que Real Madrid, Bilbao Basket, FC Barcelona y Valencia Basket, por un lado del cuadro, y MoraBanc Andorra, Unicaja, Casademont Zaragoza e Iberostar Tenerife, por el otro, iban a medir sus fuerzas para reinar en el Martín Carpena. Diferentes plantillas, estilos, libros tácticos, dinámicas, ideas de juego... pero un mismo objetivo: ganar.

La decepción: FC Barcelona

El equipo dirigido por Svetislav Pesic era, para muchos, el favorito para alzarse con el título, pero finalmente terminó protagonizando la primera y mayor gran sorpresa del torneo. En primera ronda, el sorteo decidió enfrentarlo al Valencia Basket, que tras un inicio de campaña rozando la destrucción tanto en Liga Endesa como en Euroliga, se logró quitar de encima la mochila de los cien kilos de presión y dudas para revertir la situación y convertirse en un equipo robusto y muy molesto para los rivales, que actualmente se encuentra incluso peleando por los playoffs en la máxima competición europea.

En los primeros instantes del choque, se siguió el guión previsto con un Barcelona controlando la situación, pero un parcial de 0-17 en seis minutos y medio, logró dar una ventaja a los discípulos de Jaume Ponsarnau que iban a mantener hasta el final. Una auténtica exhibición de juego colectivo, y sobre todo, de defensa.

Los pésimos porcentajes en tiro exterior impidieron a los catalanes dar caza a un Valencia que no se puso nervioso y tuvo la frialdad suficiente para superar sus momentos de desacierto y minimizar las virtudes del Barcelona. En los últimos minutos, los azulgranas recurrieron a la desesperada para tratar de obrar el milagro, pero no fue suficiente. Un marcador final de 78-82 anunciaba el primer "sorpresón" de la Copa: el Barça estaba eliminado.

La maldición del anfitrión

Año 2002. José María Aznar era Presidente del Gobierno, el Real Madrid de fútbol levantaba su novena Champions League, y un joven pívot de 22 años llamado Felipe Reyes comenzaba a hacerse un nombre en el mundo del baloncesto. En este año que parece tan lejano, fue el último en el que el equipo de la ciudad organizadora ganaba el título. Fue el TAU Cerámica con Dejan Tomasevic como MVP.

Llegaba Unicaja en un buen momento de forma con el objetivo de romper este dato. Sus seis victorias en los últimos ocho partidos lo convertían en un equipo capaz de "dar un susto" a los favoritos, pero todavía conservaban ese papel de "tapado" que en muchas ocasiones es tan positivo. En los cuartos de final, lograron una enorme victoria coral ante un Casademont Zaragoza que opuso una gran resistencia con un descomunal D.J. Seeley, autor de 29 puntos. Una dosis tremenda de confianza para hacerles conscientes de todo el potencial que poseían.

Esto se vio reflejado en las semifinales, en las que se vieron las caras a un MoraBanc Andorra que llegaba tras tumbar a Iberostar Tenerife, el reciente campeón de la Copa Intercontinental. Una ventaja final de 23 puntos, tras mantener un nivel de concentración y acierto muy regular a lo largo de todo el encuentro, les permitía subir el penúltimo escalón de la escalera hacia la gloria. Danzando al son de Jaime Fernández y Alberto Díaz, y acompañados por el derroche físico de Josh Adams, obtuvieron el pase directo a la gran final, a su gran final.

El baloncesto es un deporte de cinco contra cinco que siempre gana Pablo Laso

Junto con el Barcelona, el otro gran favorito para llevarse la Copa a casa era, como no podía ser de otra manera, el Real Madrid. El equipo merengue no atravesaba el momento más dulce de la temporada, pero una plantilla con ese potencial es capaz de subir un par de marchas en cualquier momento y ganar en cualquier escenario. La pérdida de imbatibilidad en Liga Endesa en el WiZink Center ante Baskonia y Joventut, y las derrotas en Euroliga en la gira por Rusia y en casa ante el Anadolu Efes, no mermaron la confianza ni quitaron el hambre a la bestia competitiva que ha creado Pablo Laso desde su llegada a la capital, y esto se demostró desde el primer minuto en el Carpena.

El gran papel que desempeñó Bilbao Basket en la primera parte de los cuartos de final con un inspirado Rousselle, obligó al Madrid a sudar si quería plantarse en las semifinales. No iba a ser un trámite. Pero tras un gran tercer cuarto en el que lograron una máxima ventaja de 16 puntos, avanzaron de ronda en su camino hacia el título.

A partir de aquí, todo iba a ser, al menos desde fuera, un "paseo militar" para los merengues, aunque Laso insistiera en que no fue tan fácil como parece. Un 91-68 ante Valencia, el verdugo del todopoderoso Barcelona, con un Campazzo estelar y un Randolph entonado, y un 68-95 frente a Unicaja en la final, con la figura dominadora de Tavares en la zona, Carroll haciendo de Carroll, y un "Facu" en versión mejor base de Europa, transportaron a las vitrinas del WiZink Center una nueva Copa del Rey.

26 finales en 35 torneos oficiales. 19 títulos. 5 Ligas. 6 Copas del Rey. 2 Euroligas. 6 de 8 Final Four. 5 Supercopas. 1 Intercontinental. Todo esto es el palmarés de Pablo Laso Biurrún desde su llegada a Madrid en septiembre de 2011. Un entrenador que ha cambiado la historia de una entidad tan inmensa como el Real Madrid. Un hombre que, desde la sencillez y la humildad, ha sido capaz de crear uno de los equipos que han escrito su nombre en la historia, y seguro que lo seguirá haciendo.

Facundo Campazzo, un MVP de 1,81

El base argentino atravesaba un momento de forma durante la racha negativa del Madrid ligeramente por debajo de a lo que acostumbra, pero los grandes jugadores emergen en los grandes momentos. En los cuartos de final comenzó advirtiendo de lo que iba a ser su actuación durante el fin de semana, con 13 puntos, 6 rebotes y 9 asistencias para 22 de valoración. Cifras impresionantes, pero que no iban a ser suficientes para él.

Frente a Valencia Basket, firmó una tarjeta de 15 puntos, 5 rebotes y 9 asistencias para ¡31 de valoración!, y en la gran final, ese partido en el que suelen surgir las dudas y disminuir los porcentajes de tiro, un doble-doble de 13 puntos y 13 asistencias para 29 créditos de valoración. Una absoluta locura al alcance de muy pocos elegidos en el viejo continente. Una gran hazaña de un Campazzo que suma a su vitrina su segunda Copa tras la lograda en 2015 en Las Palmas de Gran Canaria.