El partido jugado en Pisuerga entre Unicaja de Málaga y Club Baloncesto Valladolid fue un mero trámite destinado únicamente a rellenar el calendario de la Liga Endesa. Un encuentro en el que la asistencia de público no superó los dos mil espectadores –números oficiales, pero en realidad fueron menos– y donde no existió ningún tipo de disputa competitiva. La paliza, cifrada en el electrónico en 41 puntos, pudo ser aún mayor y corresponde a la diferencia existente entre un conjunto puntero del baloncesto europeo y un equipo de LEB.

El conjunto de Málaga exhibió su potencial en la pista morada, vapuleando sin piedad a un lamentable equipo vallisoletano, que en algunos tramos del encuentro no puso ni siquiera intensidad y demostró una endeblez mental absoluta. Un nuevo varapalo para la imagen del baloncesto en Valladolid, que está quedando absolutamente por los suelos en esta temporada, la peor de la historia de la entidad morada.

El CB Valladolid aguanta a duras penas la primera mitad

Ricard Casas sorprendía de inicio con un quinteto titular atípico. Puso en liza a Lamont Mack y a Andjusic en detrimento de Omari Johnson e Iván Martínez. El experimento dio un pésimo resultado y se notó que al equipo le faltaba la intensidad que especialmente aporta el canterano vallisoletano. Kuzminskas dio un recital en esos primeros compases y él solo fue protagonista de la primera renta malagueña (4-12).

El técnico morado introdujo rotaciones y se desdijo de su planteamiento inicial. Armon Johnson tiró de calidad para romper la peligrosa dinámica en la que parecía haber entrado el partido e Iván Martínez de actitud defensiva para incomodar los ataques del Unicaja. Esos dos elementos unidos al acierto de Lamont Mack desde la línea hicieron reaccionar a los locales (11-16).

Pero el conjunto de Joan Plaza demostraba una neta superioridad en cada faceta del juego sobre el morado. La superioridad en centímetros de Fran Vázquez, el tiro de media distancia de Sabonis, el lanzamiento exterior de Urtasun y Toolson… Muchas armas contra el débil equipo morado, que pese a ello resistía como buenamente podía los envites malagueños, manteniéndose a una distancia prudencial.

Ricard Casas llevó a cabo un delirante carrusel de cambios, casi como si el deporte que se estuviera disputando fuera balonmano en vez de baloncesto. Dio entrada al hasta hoy denostado Viljhàlmsson, que disputó varios minutos. Curiosamente se le había preguntado por la nula utilización del islandés en la previa del encuentro.

Al final del segundo cuarto, la tímida resistencia del CB Valladolid, encarnada sobre todo en la encomiable actitud de Iván Martínez, se comenzó a diluir. Los agujeros defensivos de los morados permitían que el Unicaja moviese la bola con una facilidad propia de un partido de entrenamiento, sensación acrecentada por el fantasmagórico sonido ambiente del pabellón. La calidad de los andaluces en el tiro hacía el resto del trabajo. De ese modo, la diferencia a la llegada del descanso ya era de dieciséis puntos (36-52).

Debacle morada y récords de Unicaja

Los de Pucela tuvieron una buena salida tras el paso por vestuarios y endosaron un 5-0 de parcial a los visitantes, merced al buen hacer de Drenovac y Mack. La zona del conjunto morado parecía contener el ataque malagueño y retener su producción ofensiva. La diferencia bajó hasta los 10 puntos (45-55). Pero Ryan Toolson, artillero casi infalible, volvió a poner las cosas en su sitio.

Ricard Casas decidió sustituir a Iván Martínez, el único jugador morado en pista con la intensidad suficiente como para afrontar un partido ante un conjunto del máximo nivel como el andaluz, después de que el canterano fallase un par de entradas a canasta. Desde ese momento hasta la conclusión del tercer período, el equipo morado se vino completamente abajo. Fue una caricatura, un monigote desplomado.

El parcial a favor de los visitantes en esos ocho minutos lo dice absolutamente todo (4-26) y dejó el simulacro de encuentro radicalmente finiquitado al final del tercer cuarto (49-81). No fue únicamente explicable por la abismal diferencia de calidad entre ambos conjuntos –que también–, sino sobre todo por la caída mental y la acumulación de circunstancias negativas que arrastra el equipo, ya descendido y desahuciado, e incapaz de ganar a nadie. La mejor evidencia quedó reflejada en el rebote, una faceta del juego en la que influyen sobremanera las ganas, el deseo y la concentración y no tanto los centímetros. El Unicaja atrapó 47 rechaces, 16 de ellos tras error propio en el tiro. Y hasta cuatro consecutivos en un par de ataques. El CB Valladolid, 22. Dato demoledor. Al igual que el de la valoración global (40-151).

El último cuarto obviamente fue un mero entrenamiento para el Unicaja y una prueba de resistencia ante la tortura para la plantilla morada y sobre todo para los poquísimos aficionados congregados en Pisuerga. Un polideportivo, otrora –no hace tanto– cobijo de grandes gestas baloncestísticas y actualmente abocado a sufrir debacles calamitosas como la acaecida en la tristísima jornada vespertina de hoy. Sólo la falta de acierto exterior en los últimos ataques de Unicaja impidió que el resultado final fuera todavía más escandaloso (65-106).

Hasta diez jugadores de Unicaja alcanzaron al menos la decena de puntos en valoración y Fran Vázquez superó en tapones a Singleton, por lo que se sitúa el segundo que más ha logrado en la historia ACB. El conjunto malagueño consiguió el segundo triunfo a domicilio más abultado de su historia. Hitos que contrastan con los negativos del CB Valladolid, que continúa anclado en esos tres triunfos, los cuales, en el caso de que acabara así la liga, le convertirían en el equipo que menos victorias ha conseguido en la historia de la máxima competición del baloncesto nacional. Ni en las peores pesadillas moradas se podía imaginar algo así. Lo peor para el aficionado morado es que dentro de poco más de cuarenta y ocho horas hay otro partido en Pisuerga, ante el CAI Zaragoza.