Competir es, sin duda, una de las características intrínsecas que se le atribuye a cualquier equipo de élite. Muchas veces justificando los medios o el proceso para llegar a ello, ese verbo sirve para esconder más de una laguna. Con la obligación de hacerlo a toda costa y evitar el acaparador dominio del Real Madrid, el Barça se encomendó en febrero de 2008 a Xavi Pascual para lograr unos títulos que se habían escapado, una vez tras otra, de la mano del siempre carismático Dusko Ivanovic.  Su salida fue traumática a la par que necesaria en una sección que empezaba a tocar fondo.

Xavi Pascual llegó en 2008 con el objetivo de frenar la racha de títulos que hacinaba el Real Madrid

Con el cambio, el conjunto azulgrana encontró un técnico que había trabajado en las diferentes categorías inferiores del básquet estatal, CB Cornellà, CB Santfeliuenc o CB Olesa así lo atestiguan, y que convivía, desde un segundo plano detrás de la figura del montenegrino, con las presión que generaba el ansia de ganar del Palau Blaugrana. En su llegada, sabía donde estaba y lo que se iba a encontrar.

Rápidamente, su conocida pizarra y su más que famoso 'Excel' se instauró en la mente de los aficionados, que aprendieron a coexistir con la idea de que ante todo se debía competir aunque eso provocase la pérdida de un proyecto de futuro. Aunque muchos parecen haberlo olvidado anestesiados por el golpe recibido en A Coruña, meses después de asumir el cargo de un equipo alicaído, Pascual empezó a acumular títulos. El catalán se convirtió en el técnico más joven en conseguir la ACB al imponerse a su maestro en una épica final. Acto seguido, en 2010 logró en París la segunda Euroliga de la historia del club y en la 2010-2011 firmó un triplete nacional (Liga, Copa y Supercopa) que hasta ese momento no tenía parangón.

La defensa como sustento

Cambiada la dinámica de los últimos años, lo más difícil estaba ya hecho. Y es en ese instante cuando falló. Obsesionado con seguir compitiendo, Pascual se olvidó de los jóvenes, condenados al ostracismo del banquillo, desterrando así la más que mencionada 'transición generacional', recurrió a fichajes de jugadores contrastados alejados del hasta ese momento perfil ‘Palau’ y decidió que los partidos se ganaban desde la defensa, dejando para el recuerdo las exhibiciones anotadoras. En definitiva, Anestesió la dosis de espectáculo intrínseca de cualquier deporte y omitió aquella que se le presupone a un equipo de tal dimensión. Hay pabellones que veneran un entramado defensivo por encima de todo, pero ese no es el Palau.

El técnico apostó por ganar los encuentros desde la defensa, olvidándose del espectáculo intrínseco del deporte y de una plantilla de esa dimensión

Sin transición ni espectáculo, la pizarra se secó. En una temporada marcada por la llegada de seis jugadores y una plantilla con 14 integrantes, el cúmulo de dudas que genera el equipo es similar al experimentado la campaña anterior.

Y aquí se encuentra el riesgo. El más temido por Xavi Pascual. Cuando la mayor apuesta de un equipo es el saber competir, sin importar lo que ese hecho conlleve, obliga a que los resultados sean los que marquen el devenir. No hay salvación. Tan solo restan dos títulos. El técnico está en su última posesión. Sin protector, el tiempo y en este caso la Copa han demostrado que en los grandes equipos competir no lo es todo. 

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Sobre el autor
Christian Martínez Romeo
Quise ser el mejor futbolista del mundo pero ese puesto ya estaba reservado, así que decidí cambiar las botas por un papel y bolígrafo y con ello estoy pudiendo vivir el deporte en primera persona. Siempre optimista, combino los estudios de Periodismo con colaboraciones en diferentes medios.