Entre los llamados milenials, los más veteranos recordaran aquel equipo. Ahora, los jóvenes se preguntaran como aquel Estudiantes se codeó con lo mejor de España e incluso de Europa. Como aquel equipo de patio de colegio rozaba los entorchados más venerados. La década de los 90 confirmó la Demencia de toda una ciudad. Estudiantes, aún hoy, es el primer equipo de algunos y el segundo de muchos. Y, como casi todo, tiene una explicación.

Aviso desde ya que el artículo rebosa dosis de nostalgia. Si las comparaciones nunca son buenas, en el caso del ‘Estu’ clama al cielo. Una historia gloriosa de la que estar orgulloso ha dado paso a un presente anodino y desconcertante. El Estudiantes deambula por nuestro baloncesto en la búsqueda de un objetivo: recuperar la identidad perdida.

Empezamos. John Pinone y David Russell. La pareja que precedió la época de oro. Con ellos, el Estudiantes pasó de ser un equipo inocente a competir. El club se profesionalizó en todos los sentidos, contando con jugadores de primer nivel. Ilusionó a sus seguidores y atrajo otros nuevos.

La Copa Príncipe de Asturias de 1986 fue el primer gran hito del ‘nuevo equipo’, pero lo mejor llegaría a partir de los 90. A Russell le sustituyó Ricky Winslow, y en 1990, el conjunto colegial (con una plantilla de 22 años de media) alcanzó la semifinal de la Liga y la final de la Copa del Rey. El Barcelona fue su verdugo en ambas competiciones.

John Pinone y Ricky Winslow. Foto: JotDown
John Pinone y Ricky Winslow. Foto: Club Estudiantes

Aquel mil novecientos noventa y dos

Pero el paso estaba dado. El Estudiantes ya era un equipo a tener en cuenta cuando llegó el año 1992. La fiebre azul traspasó todas las previsiones. Miguel Ángel Martín y su ayudante Pepu Hernández dirigían a un equipo campeón, que contaba con diez jugadores, seis de ellos canteranos: Pablo Martínez, Juan A. Orenga, John Pinone, Ricky Winslow, Pedro Rodríguez, Juan A. Aguilar, Juan Aisa, Alfonso Reyes, Alberto Herreros y Nacho Azofra.

Primer éxito: la Copa del Rey, en una de las ediciones más emocionantes que se recuerdan. Estudiantes levantaba el trofeo 29 años después. Lo hizo en Granada, tras derrotar al CAI Zaragoza por 56-61, con John Pinone como MVP. Antes, el equipo del Ramiro había dejado por el camino al Real Madrid y al Joventut (82-80 y 78-77).

Celebración de la Copa del Rey de Granada. Foto: Club Estudiantes
Celebración de la Copa del Rey de Granada. Foto: Club Estudiantes

En la competición doméstica, el equipo de la calle Serrano fue derrotado en semifinales por el Joventut. A ambos equipos les esperaba todavía el plato fuerte de la temporada: la Final Four de Estambul.

Aunque Estudiantes era un equipo habitual en esos años en la Copa Korac -sin alcanzar ninguna fase final-, no así en la Euroliga. Accedió a ella gracias a un cambio de normativa, que permitía inscribir al tercer equipo de España. Ese año, todo cambió. El equipo madrileño ya había logrado la proeza de derrotar al Aris de Salónica de Nikos Gallis para quedar segundo de su grupo en la Liga Europa (actual Euroliga). En cuartos esperaba el siempre correoso Maccabi, aunque el ‘Estu’ contaba con la ventaja de campo. En Tel Aviv se rozó el triunfo, pero el equipo local terminó llevándose el gato al agua (98-97). En Madrid fue otra historia. Dos partidos históricos que han quedado en la retina de cualquier aficionado colegial que se preste.

Como si jugando en el Magariños estuvieran, los chicos de Miguel Ángel Martín barrieron del mapa al Maccabi en un extraordinario segundo partido (98-74), uno de los mejores que se recuerdan. Winslow, Herreros y Pinone lideraron al ‘Estu’ ante una hinchada enfervorecida. Y eso que quedaba lo mejor: el tercer y definitivo duelo en el Palacio de los Deportes.

19 de marzo de 1992. Un pabellón a rebosar, en el que se jugaba un billete a la ciudad del Bósforo. No se esperen espectáculo, si no mucha tensión y muchos nervios. Fue una victoria pírrica (55-54) alcanzada gracias al famoso resbalón de Doron Jamchi. El jugador del Maccabi resbaló en su última posesión, cuando la canasta parecía ella. Un haz de suerte que desató la locura ese día en Madrid. El Club Estudiantes disputaría su primera y hasta ahora única final a cuatro de la máxima competición internacional. De los patios del Ramiro de Maeztu, a Estambul chimpúm.

1.300 dementes viajaron a la ciudad turca para apoyar a su equipo. Joventut, Partizan y Milan eran los otros tres contendientes. Fueron precisamente los catalanes quienes eliminaron a los madrileños en un partido donde no hubo color. Jordi Villacampa y sus 28 puntos hicieron inútiles los 21 de Winslow y los 16 de un joven Alberto Herreros. La Penya se impuso por un contundente 91-69.

El Estudiantes no volvería a disputar la Euroliga hasta la temporada 95/96. En la ACB conseguiría dos semifinales más y un séptimo puesto que significó el cambio de técnico: Pepu se hizo con los mandos de la plantilla. Con él, el Estu empezaba su segunda gran época. De nuevo en semifinales dos años consecutivos y otra vez con el Barcelona como verdugo, como en tantas otras ocasiones.

En el 99, otra vez rozando títulos. Estudiantes y Barcelona disputaron esa temporada la final de la Copa Korac. Los madrileños vencieron el primer partido por 16 puntos, ante el delirio de 12.000 colegiales en las gradas. Pero en la ciudad condal, los azulgrana dieron la vuelta al marcador y se llevaron el entorchado. En la liga, nombrado ya Addeco Estudiantes, se detuvo en semifinales. ¿Adivinan contra quién? Exacto.

Efecto 2000

Por fin, en el año 2000, la fuente de los Delfines volvió a recibir seguidores. El Estudiantes se proclamó campeón de la Copa del Rey en Vitoria. Caja San Fernando, TAU Cerámica y Pamesa Valencia fueron sucumbiendo ante los ramireños, entre los que Felipe Reyes empezaba a coger un protagonismo especial.

Aunque ni él ni ningún colegial pudo evitar el varapalo que supuso perder en semifinales de la ACB ante el Real Madrid. En el quinto partido, Chandler Thompso erró una fácil bandeja en el último segundo. Los de Pepu perdían una oportunidad histórica para entrar en la final de la competición doméstica.

Se resarcieron cuatro años después, en 2004. Andrae Patterson, Nikola Loncar, Carlos Jiménez, Iker Iturbe, Felipe Reyes, Corey Brewer, Pancho Jasen, Nacho Azofra, Andrés Miso, Rafael Vidaurreta, Jan Martín, Adrián García y Sergio Rodríguez conformaban una plantilla para la historia. El club alcanzó su primera final de ACB tras los mejores Playoffs de su historia. En cuartos remontó la eliminatoria al Real Madrid y en semifinales se deshizo del gran favorito ese año, el TAU de Andrés Nocioni, Luis Scola, Arvydas Macijauskas, José Manuel Calderón o Pablo Prigioni. Casi nada.. En el quinto partido, disputado en Vitoria, el Estudiantes jugó uno de sus mejores partidos y con Nikola Loncar, Felipe Reyes y Hernán Jasen a la cabeza, derrotó a los baskonistas 84-97.

Carlos Jiménez, el último gran ídolo de la Demencia. Foto: Club Estudiantes
Carlos Jiménez, el último gran ídolo de la Demencia.
Foto: Club Estudiantes

Y en la gran final, el verdugo de siempre. El Barcelona de Pesic evitó la primera liga para un Estudiantes que sin duda la merecía. Los dos primeros partidos del Palau se los llevó el Barcelona, pero el Estudiantes haría lo propio en Madrid ante un Palacio de Vistalegre que no ha visto otra igual. 15.000 dementes abarrotaron el coso taurino, empujando a los suyos como nunca. Como siempre. Y, para no variar, el título se escapó en el quinto (69-64)

Fue la última vez que el Estudiantes estuvo en la cima del baloncesto nacional. Desde entonces, todo ha sido cuesta abajo, hasta lograr sin hacerse realidad dos descensos en cuatro años. Ahora, con el equipo en una meseta, se intentan conseguir las herramientas necesarias para volver a escalar. Una misión complicada, incluso para un equipo que sabe lo que es tocar el infierno… y el cielo durante aquellos maravillosos años.