Casi todo lo que se puede escribir a la hora de resumir la trayectoria del Club Baloncesto Valladolid a lo largo de la temporada 2013/2014 es negativo. Dice el actual presidente morado, Juan Vela, que con el tiempo tal vez se valore de forma positiva la campaña que concluyó hace apenas un mes, por haber sido aquella en la que se evitó la desaparición del club, que según algunos parecía segura a principios del verano de 2013, y por haberse puesto las primeras bases de la consolidación económica de la entidad, reduciendo la monstruosa deuda en un millón de euros.

Sin embargo, todo lo que sea hablar de aspectos deportivos y baloncestísticos implica referirse a calamidades, infortunios, desastres y ridículos. Ni en las peores pesadillas el más negativo de los aficionados morados podía imaginarse una campaña más tortuosa. La peor temporada de la historia del club y de cualquier equipo en ACB en cuanto a las victorias conseguidas, sumando también multitud de récords desfavorables en otros apartados y dando una imagen más que pésima, humillante para un club histórico.

El maldito verano de 2013

Casi todos los males que a la postre sobrevendrían se gestaron en aquellos tres meses que mediaron entre el final de la milagrosa campaña 2012/2013 –en la que Roberto González y un equipo inolvidable lograron la proeza de mantener al equipo en ACB–, y mediados de septiembre, dos semanas antes del inicio de la competición.

El Ayuntamiento de Valladolid, dueño de facto del CB Valladolid y principal responsable a la hora de tomar las decisiones, demoró negligentemente la decisión sobre la salida o no en ACB durante todo el verano, esperando a que apareciera un mecenas salvador en forma de patrocinador –el mirlo blanco, que decían algunos por aquel entonces–. Un flotador económico que jamás apareció. Esto y otro tipo de guerras intestinas hicieron que el presidente Mike Hansen dimitiera tras apenas dos meses en el cargo. Otro varapalo para la credibilidad de la entidad y un nuevo alimentador del hastío de una afición totalmente desenganchada con el club.

La contradicción ofrecida por las declaraciones del alcalde en representación del Consistorio y la opción que se eligió fue mayúscula. A pesar de que se había advertido de que sin patrocinador no merecía la pena jugar en Liga Endesa, se tiró por la calle de en medio un año más, como tantas otras veces, y además se hizo tarde, torpemente y mal. A nadie le compensaba liquidar el club, principalmente al propio Ayuntamiento, aunque esto jamás se reconoció.

Dadas estas premisas, la pregunta que jamás encontró respuesta –ni seguramente la encontrará– es por qué se alargó exasperantemente la espera y se decidió que por fin era hora de configurar una plantilla cuando el agua al cuello ya sobrepasaba el nivel de la boca del club y llegaba prácticamente hasta las fosas nasales, obligándole a llevar tubo de respiración. Para colmo, el aire que llegaba desde la superficie también tenía las horas contadas. Concretamente diez días, según la normativa ACB. Ese fue el surrealista plazo que tuvieron los responsables del CB Valladolid para armar un equipo que disputara la supuesta segunda mejor liga de baloncesto del planeta. Lo nunca visto y lo que probablemente nunca se volverá a ver.

Entrenador y plantilla express

El presidente Juan Vela y el gerente Felipe Martín se quedaron solos al frente de la nave para hacer todas las gestiones a contrarreloj. En esas circunstancias y con un presupuesto raquítico e impropio de un equipo de Liga Endesa –obligado por la deuda acumulada y la ausencia de patrocinador–, resultaba difícil que la cosa saliera bien. Se eligió a Ricard Casas como entrenador en contra del criterio de la mayor parte del entorno, que se había hecho a la idea de que sería Gustavo Aranzana el entrenador, ya que Hansen había llegado a un acuerdo verbal con el técnico pucelano.

Juan Vela y Ricard Casas, el día de la presentación del técnico. (Imagen: Alberto Blanco Paredes).

Por otra parte, se construyó aceleradamente –prácticamente en un fin de semana– un equipo con sólo cuatro caras conocidas para la afición vallisoletana, tres procedentes de la plantilla del año anterior –Antonio Porta, Sinanovic, Antonio Izquierdo– y uno que retornaba a casa –Iván Martínez-. El resto, jugadores desconocidos y jóvenes procedentes de ligas menores, a excepción de dos nombres de relumbrón, Luther Head y sobre todo el fichaje estrella, Vasilopoulos. Jugadores de primera línea venidos a menos por diferentes circunstancias y con los que se buscaba enganchar nuevamente a la desencantadísima parroquia morada.

Esto no se logró y la campaña de abonados resultó ser un desastre, con apenas 1.300 fieles que recogieron su abono, la cifra más baja en la historia de la ACB. Sin embargo, desde la cúpula morada se confiaba en que si los resultados y el juego iban transmitiendo buenas sensaciones, la gente volvería a Pisuerga.

Primeras fugas y primeras palizas

Pero tal cosa nunca sucedió. Los primeros problemas aparecieron a las primeras de cambio, con la renuncia de Luther Head antes del partido inicial de liga frente al Real Madrid, que se saldó con paliza, la primera de las muchas que sufrirían los morados. La marcha del americano estuvo teñida de todo tipo de tintes surrealistas y que agrandó la leyenda de que en el seno del club morado sucedía cualquier cosa que excediera de los parámetros normales. Antonio Porta no tardó en seguir el mismo camino que Head, aunque de una forma aparentemente más elegante, pero también con la sombra de la duda sobre los verdaderos motivos de su salida. Siempre se sospechó que tenían mucho que ver con su mala relación con el técnico Ricard Casas.

Esta circunstancia hizo que se empezara a forjar en Valladolid la idea de que el entrenador catalán era un hombre duro e intransigente, que no tenía buena sintonía con el vestuario, creencia que se mantendría durante toda la temporada y minó todavía aún más la credibilidad en la plantilla y sobre todo en la figura de su jefe de banquillo. Ni siquiera la esperanzadora victoria contra el Cajasol de Aíto García Reneses el día del debut en Pisuerga actuó como resorte de la ilusión, con el recién llegado Danilo Andjusic, como sustituto de Head, que parecía apuntar buenas maneras.

Todo el mundo parecía presentir que ese triunfo se trataba de un mero espejismo. No se equivocaron, pues a la semana siguiente el CB Valladolid cayó bochornosamente en la pista del Valencia Basket por 51 puntos, la derrota más abultada de la historia de la entidad. Varapalo que fue continuado por otro, esta vez en casa ante un desdibujado Baskonia, que aún así se pegó un auténtico festín en Pisuerga. Se encendieron las alarmas y hubo gente que comenzó a preguntarse si el equipo de Ricard Casas era adecuado para competir en ACB.

El mes que podía haber cambiado la triste historia

Sin embargo, el Club Baloncesto Valladolid tuvo un amago de reacción tras esas dos sonoras debacles y quiso contradecir levemente a aquellos que le pronosticaban la peor de las trayectorias en la competición. Ante La Bruixa D´Or, CB Murcia –fuera de casa– y Joventut –en Pisuerga– el equipo morado realmente compitió de tú a tú y tuvo opciones de llevarse el triunfo. Entre medias, otro partido para olvidar en la cancha pucelana, frente a un Bilbao Basket que venía de una racha muy negativa.

El impulso de la llegada de un base anotador y veterano como Jason Rowe actuó como acicate en un primer momento y el buen momento de Marcos Suka, Andjusic y Omari Johnson parecían albergar alguna esperanza de que los morados tenían algo que decir en el resto de la Liga Endesa. Sin embargo, los tres partidos acabaron con derrotas ajustadas, demostrándose una fragilidad mental alarmante del equipo en los últimos compases de los encuentros, lo cual dejó muy tocada la ya de por sí débil moral del grupo.

Para colmo, en esa fase de la temporada el cuadro de Ricard Casas tuvo que decir adiós a otro de sus integrantes, Vasilopoulos, el que había sido su fichaje más mediático, debido a los problemas físicos del ala-pívot griego. Al mismo tiempo, dijo hola a dos nuevos componente, Nikola Cvetinovic y Drew Viney, este último para reemplazar al cortado Akeem Wright. Apenas se llevaban dos meses de competición y la plantilla pucelana ya había sufrido cuatro cambios. Demasiado vaivén para un equipo que ya de por sí arrastraba el lastre de no haber hecho pretemporada.

La histórica derrota del Palau y los últimos coletazos de vida

El partido celebrado el 15 de diciembre de 2013 en el Palau Blaugrana entraría a formar parte de los anales de la historia del baloncesto nacional, para desgracia del CB Valladolid. El Barcelona usó a un equipo absolutamente caricaturesco, roto y sin vida, como sparring de la mayor de las palizas registradas en la máxima categoría del deporte de la canasta en España. A los 59 puntos de diferencia se unieron el récord de la mayor y menor valoraciones cosechadas por cualquier equipo en la era ACB (178-12).

Juan Carlos Navarro, con el balón, durante el histórico partido contra el CB Valladolid, que supuso la victoria más abultada de un equipo en la historia de la ACB. (Imagen: ACB Photo).

Nunca se había presenciado semejante ridículo sobre una pista en el contexto del baloncesto de élite en España y el CB Valladolid tuvo el dudoso honor de perpetrarlo. Casi nadie dudaba entonces, aún con la mayor parte de la competición por jugarse, de que el equipo descendería. Sin embargo, Ricard Casas no fue destituido y la directiva pucelana cerró filas en torno a él por aspectos de confianza personal y de conveniencia económica. Para colmo de desdichas, Drew Viney también abandonó el barco tras el bochorno del Palau.

Parecía imposible tras esa catástrofe y con todas las circunstancias acumuladas que el conjunto pucelano pudiera siquiera recuperar la imagen. Pero el cuadro morado sorprendió a propios y extraños venciendo la semana siguiente al Obradoiro, como si se hubiera producido un auténtico milagro navideño. El equipo de Moncho Fernández tuvo un día nefasto y de ello se aprovecharon los de Casas, que por lo menos demostraron un cierto carácter cuando más tensa estaba la cuerda.

Sin embargo, esa victoria hizo en realidad más mal que bien, porque proporcionó un ilusorio oxígeno a un equipo que en realidad estaba completamente deslavazado. Ante el CAI Zaragoza en tierras mañanas y frente al Gipuzkoa Basket en Pisuerga se volvió ofrecer una imagen mínimamente decente –aunque se perdieron ambos partidos–, pero lo cierto es que se trataba de los últimos coletazos de vida en cuanto a las opciones de permanencia, pues el navío morado, muy mal diseñado y construido desde el principio, se hallaba resquebrajado sin remedio.

Del tercer ridículo fuera de casa a la hecatombe contra Estudiantes

Ricard Casas eligió a Melvin Sanders, un jugador con experiencia ACB, veterano y al que el técnico conocía de su época en Menorca, para suplir al fugado Drew Viney. Sin embargo, 20 días después también se marchó, en el colmo del esperpento y la tragicomedia, término que parecía haber popularizado Valle-Inclán un siglo antes con aires de futurólogo, pensando que su representación perfecta se materializaría en el CB Valladolid 2013/2014.

Por otra parte, el alero norteamericano no aportó absolutamente nada que mejorara el penoso juego de los morados, que cayeron estrepitosamente en Málaga por 54 puntos –lo cual se traducía en el tercer ridículo a domicilio lejos de Pisuerga–, ante el Fuenlabrada en Valladolid por 24 –supuesto rival directo para eludir el descenso– y frente al Herbalife Gran Canaria por 29. Sanders fue sustituido por Drenovac, el sexto cambio de los diez posibles que la ACB permite hacer durante la temporada.

Sin embargo, aquel que pensara que no se podía ir a peor se equivocaba. El aficionado morado aún no había contemplado lo que era tocar fondo y sufrir impávido e impotente la humillación de su equipo del alma. Después de un partido intrascendente ante el Real Madrid, donde el CB Valladolid demostró que ante una defensa relajada tenía mimbres para anotar con cierta fluidez, el Estudiantes desembarcó en Pisuerga el 15 de febrero de 2014 con tan sólo dos triunfos más en el casillero que el conjunto de Pucela.

Era la última oportunidad de engancharse al tren de la permanencia y la relativa mejoría experimentada ante el todopoderoso Madrid había generado alguna mínima fe en las posibilidades de los morados. Pero el Estudiantes vapuleó sin piedad al CB Valladolid, inflingiéndole una derrota dolorosísima en uno de los peores partidos que recuerdan los más viejos parroquianos del pabellón vallisoletano. Era la culminación del desastre, la punta del iceberg, la debacle personificada, el hundimiento absoluto.

El amago de dimisión de Casas y los indignos

Ricard Casas por primera vez reconoció abiertamente que no podía sacar más de aquel equipo, que no tenía nivel para jugar en ACB y que ponía su cargo a disposición del club, mientras que Felipe Martín y Juan Vela dieron una rueda de prensa histórica en la que, además de confirmar al técnico y destacar su trabajo, dieron por perdida la temporada en cuanto al aspecto deportivo y tildaron de indignos de vestir la camiseta morada a varios componentes de la plantilla. El incendio estaba en su punto álgido en Pisuerga y nadie parecía capaz de apagarlo.

Prácticamente la única duda que quedaba después de aquel aciago encuentro contra los colegiales, era saber cuánto tardaría el CB Valladolid en ser automáticamente equipo de LEB. Además, el morbo ya estaba desatado y muchos hacían cábalas sobre si los vallisoletanos finalizarían la temporada con alguna victoria más o se convertirían en el peor equipo de la historia de la ACB.

Ricard Casas decidió continuar al frente del equipo, a petición de Juan Vela y Felipe Martín, pese a la incomprensión general de afición y entorno mediático, que opinaban que un cambio de entrenador mejoraría la desastrosa imagen y que el desgaste de Casas, expresado por él mismo, le hacían incapaz de seguir dirigiendo al cuadro morado. Sinanovic, Marcos Suka –con dos expedientes disciplinarios a las espaldas– y Jason Rowe fueron señalados, directa o indirectamente, como principales culpables del naufragio, y parecían tener las horas contadas en Pisuerga.

Así fue en el caso del bosnio y del estadounidense, que llegaron a un acuerdo con el club para rescindir su contrato pocas semanas después de la masacre a manos estudiantiles. Por el contrario, Suka continuaría hasta el final de la campaña, si bien con un papel prácticamente testimonial, contemplando bastantes partidos desde el banquillo sin disputar un solo minuto. Al igual que Antonio Izquierdo, a quien Casas había decidido condenar al ostracismo desde el principio de la temporada, otras de las polémicas decisiones del técnico catalán, muy discutidas por la hinchada.

Jacob Pullen y la depresión de Pisuerga

Después de la catástrofe del partido contra Estudiantes, la tendencia no mejoró, sino que siguió su curso con la crueldad más implacable. El Baskonia y los dos conjuntos catalanes más laureados, Joventut y Barcelona, fueron los verdugos. Los verdinegros en tierras badalonesas ganaron al romo conjunto morado por 22 puntos, mientras que el cuadro culé volvió a martillear sin piedad al CB Valladolid, esta vez en Pisuerga, venciéndolo por 45 puntos.

Este último partido sería tristemente recordado por la escasa afición vallisoletana que lo contempló, pues fue testigo del récord de triples en un mismo partido ACB, conseguido por el base norteamericano del Barça Jacob Pullen. La ironía de los hados y el esperpento morado trajeron consigo que dicho hito, el cual ostentaba anteriormente Óscar Schmidt vistiendo la camiseta morada, fuera arrebatado en la cancha donde el genio brasileño dio tantas tardes de gloria a la parroquia vallisoletana.

La depresión y el desapego de Pisuerga llegaron hasta tal nivel que se acabó alentando a Pullen para que lanzara desde más allá del 6,75, jaleando cada nuevo triple conseguido, mofándose el público de su propio equipo, que por otra parte se arrastró hasta los límites inferiores del orgullo al conceder prácticamente regaladas las canastas a Pullen. Para el odioso recuerdo de la afición pucelana quedará siempre la última defensa de Danilo Andjusic, dejando tirar libre al estadounidense, y felicitándolo posteriormente. Por si todo esto fuera poco, Nikola Cvetinovic se lesionó en aquel choque.

Jacob Pullen, con el balón, durante el encuentro en el que batió el récord de triples en un mismo partido ACB. (Imagen: ACB Photo).

Pozas, Johnson, Mack y la relativa mejoría

La única noticia positiva que llegaba a Pisuerga entre tanta miseria era la llegada del base malagueño Pepe Pozas, que había actuado ante los dos equipos catalanes, dejando buenas sensaciones. Él sería una de las pocas notas alegres que tendría el CB Valladolid a lo largo de toda la temporada. Pozas mejoró ostensiblemente en cuanto a dirección y personalidad a cualquiera de los directores de juego que lo precedieron en la plantilla morada.

La mejoría en el juego proporcionada por Pozas comenzó a dar sus frutos en el partido contra Cajasol de Sevilla, que, si bien no acabó con victoria, fue el primer encuentro desde aquel frente a Gipuzkoa Basket disputado a principios de enero en el que la escuadra pucelana conseguía ofrecer una imagen medianamente competitiva.

Este aspecto aseado y digno sería refrendado en los encuentros posteriores, pues al añadido de Pozas se sumaron dos nuevos, Armon Johnson y Lamont Mack, base y alero estadounidense que contagiaron con su entusiasmo, ganas y profesionalidad al resto de la plantilla. Así se vio reflejado en el encuentro frente al infinitamente superior Valencia Basket, al que los vallisoletanos estuvieron a punto de ganar para asombro de propios y extraños.

Pero fue contra La Bruixa D´Or de Manresa cuando realmente se recogió el resultado de esas tres decisiones acertadas en cuanto a la elección de jugadores tomadas por Ricard Casas y Felipe Martín, después de tanta equivocación. Se consiguió la tercera victoria, además con cierta comodidad y desplegando un juego vistoso. El cambio en el discurso de jugadores y técnico era radical. Su lenguaje gestual parecía otro, había sonrisas, especialmente provocadas por la alegría y el desparpajo de Johnson, e incluso la afición parecía volver a ilusionarse levemente.

Vuelta a la cruda realidad

El cadáver morado parecía desafiar las reglas de la lógica, queriendo demostrar al mundo del baloncesto que al menos podía terminar la temporada con señales de vida. Incluso había quien se fijaba en el objetivo del penúltimo puesto, ante el más que previsible descalabro de Manresa, situado a cuatro victorias de los pucelanos, con todavía nueve de liga por disputarse. Evitar la posición de colista podía resultar clave a la hora de permanecer en ACB, ya que había más o menos coincidencia de opiniones entre todos los analistas y expertos del baloncesto español de que sólo River Andorra lograría el ascenso desde la categoría de plata, por lo que la otra plaza de descenso realmente no tendría como efecto la bajada a la LEB.

Pero esas débiles opciones quedaron desbaratadas en el mes de abril. Los encuentros contra Bilbao Basket, Murcia y Obradoiro se saldaron con idéntico número de derrotas, las dos últimas especialmente dañinas, puesto que el conjunto morado tuvo en ambos casos el partido en sus manos. En esos dos choques jugó sus primeros minutos Héctor Manzano, el último pasajero de la interminable lista de jugadores que se incorporaron a la disciplina morada, una de las mayores rémoras con las que tuvo que convivir el equipo durante toda la campaña.

Contra Murcia se perdió el partido por culpa de un mal último cuarto, después de haber ido dominando casi todo el encuentro. De forma aún más traumática cayeron derrotados los morados en Santiago de Compostela, con la última posesión para ganar, pero Lamont Mack erró el lanzamiento. El equipo ahora jugaba al baloncesto de una forma colectiva, plantaba cara y demostraba un cierto carácter, comandado por Pozas, Iván Martínez, Johnson y Drenovac, pero le faltó ese puntito de suerte que le hubiera dado opciones reales de eludir el último puesto.

Los jugadores del CB Valladolid tras el partido contra Obradoiro celebrado en el Fontes Do Sar. (Imagen: Mundo Deportivo)

La despedida de ACB más triste posible

El choque perdido frente a los gallegos, que además supuso la confirmación matemática del descenso, hizo especial mella en la moral de la tropa de Ricard Casas, que desde ese momento hasta el final de la Liga Endesa se fue nuevamente desmoronando hasta volver a parecerse al lamentable equipo que había deambulado por los parqués durante casi todas las fases de la temporada. Tal vez no se llegó al nivel sonrojante de los partidos contra el Barça o el Estudiantes, pero el equipo nuevamente volvió a hundirse, sobre todo en las segundas partes. Se volvió a ver a Ricard Casas totalmente superado y a la mayoría de los jugadores con gestos de absoluta derrota, resignación e incluso en algunos casos de indiferencia.

Especialmente sangrantes fueron los últimos partidos en Pisuerga, con una asistencia de público paupérrima, poco más de 1.000 espectadores, la más baja en los casi treinta años de historia del Polideportivo de Arturo Eyries. Se sufrieron de nuevo derrotas muy abultadas, contra Unicaja por 41 puntos, y en la última jornada contra el Gran Canaria del añorado Nacho Martín por 28, en el que fue posiblemente el último partido ACB para el CB Valladolid en unos cuantos años. Ni siquiera el equipo morado fue capaz de conseguir esa cuarta victoria que le hubiese evitado el bochorno de quedar para los anales de la historia como el peor equipo de la ACB en cuanto al número de victorias conseguidas.

En definitiva, una temporada absolutamente execrable, la peor que las más cruentas pesadillas hubieran podido imaginar, por mucho que todos los síntomas previos apuntaran a que algo así podía suceder, pero nunca hasta tal nivel de degradación. Una campaña que da un golpe tremendo a la ya de por sí deterioradísima imagen del CB Valladolid y que destroza la ya complicada sintonía entre la mayor parte de la ciudad y su principal club de baloncesto.

Ahora, con la entidad en LEB sin fecha prevista de retorno a ACB –dado que para volver a subir no basta con los méritos deportivos, sino que habría que abonar 1,7 millones del Fondo de Regulación de Ascensos y Descensos–, toca recuperar la ilusión entre la afición, reto que lanzó Iván Martínez el día en el que se anunció su renovación.

El capitán morado es, junto con Djordje Drenovac y Pepe Pozas –si bien el base malagueño tiene muchas opciones de marcharse a Obradoiro–, el único jugador que en principio seguirá en las filas moradas la próxima temporada, aún sin conocerse el nombre del entrenador que las dirigirá, aunque parece confirmado que no será Ricard Casas. Recobrar la ilusión para que el Club Baloncesto Valladolid vuelva a ser histórico debido a motivos honorables y no por el hecho de ser humillado y ridiculizado en cada partido, incluso por sus propios hinchas.

Nacho Martín, con el balón, durante el último partido de liga en Pisuerga. (Imagen: ACB Photo).

El CB Valladolid 2013/2014, uno a uno

El Club Baloncesto Valladolid contó con veinte fichas profesionales durante la campaña 2013/2014, cifra delirante y que supone también un auténtico récord. A continuación, se analiza brevemente la aportación de cada uno de dichos jugadores al equipo morado, aunque el paso de alguno de ellos por la plantilla fue tan fugaz que resulta complicado hacer una valoración.

Antonio Porta (Argentina, 30 años, 1,88 m., base). El base argentino fue uno de los pocos que repitió en las filas pucelanas tras la temporada 2012/2013. Sin embargo, a las primeras de cambio se hartó, debido a sus diferencias con Ricard Casas, y buscó su salida. Sólo participó en los dos primeros encuentros de liga, con actuaciones discretas. Estaba llamado a ser uno de los jugadores líderes del equipo y a llevar la voz cantante en el vestuario. Nunca se sabrá si hubiera podido desempeñar correctamente dicho rol.

Hördur Vilhjàlmsson (Islandia, 24 años, 1,90 m., base). El islandés era uno de los grandes desconocidos de la plantilla. Jugador joven, sin experiencia en ligas de alta competición, su rendimiento resultaba toda una incógnita y acabó resultando muy pobre. Con un tiro irregular, tendencia al individualismo, escasa capacidad de dirección y capacidad defensiva muy limitada, demostró que su nivel está lejos de la exigencia de la Liga Endesa.

Ricard Casas lo utilizó primeramente como base titular, después como suplente y finalmente acabó intercambiando las posiciones de uno y de dos, aunque cumpliendo un papel muy residual durante la última parte de la liga. La mejor virtud que dejó traslucir en su juego fue el uno contra uno, sobre todo a la hora de penetrar hacia la canasta.

Jason Rowe (Estados Unidos, 35 años, 1,78 m., base). El director de juego de Búfalo fue contratado por el CB Valladolid como reemplazo de Porta. Sus inicios como jugador morado no pudieron ser mejores, obteniendo el MVP de la Jornada 6. Durante la primera vuelta, fue uno de los jugadores más importantes de la plantilla en el plano ofensivo. Sin embargo, poco a poco se fue diluyendo, adoleciendo de una alarmante dejadez defensiva y de una notable falta de intensidad. El club llegó a un acuerdo con él para la rescisión de su contrato, tras haber sido indirectamente señalado como uno de los indignos de vestir la camiseta morada.

Pepe Pozas (España, 22 años, 1,81 m., base). El malagueño fue probablemente la sorpresa más agradable de la temporada para el CB Valladolid. Se le contrató para afrontar el último tramo de la temporada, cuando el conjunto pucelano ya estaba virtualmente descendido. Su irrupción fue muy positiva casi desde el principio respecto a la mejoría en el juego vallisoletano, aunque no se tradujera en victorias.

Con Pozas el CB Valladolid al menos encontró en ciertas fases de los partidos una dirección de juego coherente en ataque, un sentido colectivo en el plano ofensivo, un jugador que, en definitiva, tenía capacidad para guiar a la desafinada orquesta y dar pases de canasta a los músicos que se transformaran en asistencias, las grandes desconocidas para el equipo morado durante toda la temporada. También aportó puntos y trabajo defensivo.

Pese a no contar con experiencia ACB antes de debutar con el CB Valladolid y a su juventud, demostró mucha más madurez, personalidad y compromiso que la mayor parte de sus compañeros. Como único lunar, cabe destacar que no supo protegerse convenientemente de las faltas personales, si bien ello también se explica por el hecho de que siempre era uno de los primeros en realizar las transiciones defensivas.

Ricard Casas y Pepe Pozas, el día de la presentación de este último. (Imagen: Alberto Blanco Paredes).

Armon Johnson (Estados Unidos, 25 años, 1,91 m., base). El quinto y último base de los que dispuso Ricard Casas dentro del inefable carrusel de cambios en la plantilla. El norteamericano llegó cuando ya estaba todo el pescado vendido, pero contribuyó, al igual que Pozas, a lavar mínimamente la cara del conjunto morado. Sorprendió a todos con el entusiasmo y alegría que desprendía, las cuales contagió al resto de los componentes del vestuario durante algunos partidos, en los que el CB Valladolid tuvo auténticas opciones de ganar. Incluso se logró un triunfo, ante Manresa, aunque a la postre no serviría de nada.

Johnson demostró maneras de buen anotador y de líder dentro y fuera de la pista, aunque adolecía, como muchos bases estadounidenses, de carencias a la hora de organizar el ataque. Su físico mermado por una grave lesión de rodilla que había sufrido un año antes de fichar por el CB Valladolid tampoco le ayudaba demasiado. Aún así, cuajó algunas buenas actuaciones y regaló uno de los pocos recuerdos agradables de la temporada para el maltrecho aficionado morado, sus vueltas de agradecimiento al público después de cada partido, junto a su compatriota Lamont Mack.

Armon Johnson choca la mano a dos jóvenes aficionados durante el partido frente a La Bruixa D´Or de Manresa. (Imagen: El Norte de Castilla).

Luther Head (Estados Unidos, 32 años, 1,91 m., escolta). Uno de los fichajes estrella en la configuración inicial de la plantilla morada. Abandonó la disciplina morada aún antes que Antonio Porta. Ni siquiera llegó a disputar un solo partido de la competición oficial. Únicamente jugó los dos encuentros de pretemporada, ambos celebrados a puerta cerrada. Se le fichó con la idea de que fuera el jugador referente del equipo en el plano ofensivo, para lo cual venía avalado por su buena carrera universitaria y su corta experiencia NBA.

Su estabilidad mental quedó muy en entredicho, puesto que se vivió un episodio auténticamente surrealista en torno a su fuga. Head estuvo durante varios días en paradero desconocido. Cuando reapareció, ofreció una versión sobre sus motivos bastante variopinta y difícil de sostener, incluso por su propio agente en España, el cual llegó a pedir disculpas públicamente por la actitud de su representado.

Marcos Suka-Umu. (España, 29 años, 1,92 m., escolta). Uno de los pocos españoles de la plantilla, llegó procedente de Melilla con fama de jugador conflictivo, la cual confirmó durante su estancia en Pisuerga. Se le abrieron dos expedientes disciplinarios y Ricard Casas lo castigó en el banquillo durante la mayor parte de los encuentros desde la hecatombe contra Estudiantes. El único señalado directamente como indigno de vestir la camiseta por la directiva.

En cuanto a su rendimiento, completó algunos buenos partidos durante el primer tramo de la temporada, siendo bastante importante en cuanto a minutos y protagonismo, incluso aportando cosas en ataque, especialmente en el partido contra Bàsquet Manresa disputado en el Nou Congost. Sin embargo, se vio aquejado por su gran irregularidad, sobre todo en cuanto al tiro de larga distancia. Uno de los pocos que se mantuvo en la plantilla desde el principio y hasta el final de la temporada.

Iván Martínez (España, 24 años, 1,91 m., escolta). Designado capitán del equipo tras la marcha de Vasilopoulos. Vallisoletano de origen, formado en la cantera y recuperado por el club tras su paso por la liga LEB. El jugador más querido y valorado por la afición durante la presente campaña, no sólo por ser de la casa, sino porque fue de los pocos que demostró compromiso, voluntad e intensidad sobre el parqué independientemente de las circunstancias negativas en las que se vio envuelto el equipo.

Cumplió con creces en su mejor faceta, la defensiva, realizando actuaciones muy destacadas en este sentido contra escoltas y aleros de equipos rivales con larga experiencia en ACB. Por el contario, demostró que tiene un amplio margen de mejora en el lanzamiento, aunque sí fue efectivo en algunos partidos para desatascar defensas rivales con sus cambios de ritmo y capacidad de penetración.

Presentación de Antonio Izquierdo, Iván Martínez, Antonio Porta y Sinanovic, con Juan Vela en el centro. (Imagen: Alberto Blanco Paredes).

Antonio Izquierdo (España, 21 años, 1,88 m., base-escolta). Su nombre salió recurrentemente en los medios de comunicación durante el verano 2013, porque durante muchos meses fue el único jugador con contrato. El otro pucelano del conjunto morado, aunque a diferencia de Iván Martínez, sin ningún tipo de protagonismo ni de rol asignado en el juego del equipo, si bien por sus características tenía la posibilidad de actuar en las posiciones de base y escolta.

Ricard Casas lo condenó al ostracismo desde el principio de la temporada, pese a lo cual él no quiso buscar una salida y prefirió quedarse en Pucela a la espera de que el técnico catalán le concediera alguna oportunidad. Esta opción jamás llegó y se pasó casi todos los partidos en el banquillo, jugando únicamente minutos al final de algunos partidos ya decididos, excepto en el último choque frente al Gran Canaria, donde el entrenador quiso premiar su buen comportamiento durante la temporada y le utilizó un poco más.

Danilo Andjusic (Serbia, 23 años, 1,95 m. escolta). Llegó cedido por la Virtus de Bolonia antes del tercer partido de liga, frente al Cajasol, en el cual el CB Valladolid obtuvo la victoria con una buena actuación del serbio. Fue probablemente el jugador con mayor calidad ofensiva de todos los componentes de la plantilla 2013/2014. Buen tirador, jugador estilista y con buenos fundamentos, gozó de la confianza de Ricard Casas durante prácticamente toda la temporada en uno de los pocos roles estables de la escuadra morada este año. Se convirtió en el máximo anotador del equipo, con casi 12 puntos de media por encuentro.

Sin embargo, su tremendo egoísmo ofensivo, su nulo sentido colectivo del juego, su frágil mentalidad competitiva y su escasa intensidad defensiva, lastraron su rendimiento. Cuando el equipo estaba en una buena dinámica, Andjusic contribuía a la misma, pero en las continuas y múltiples rachas negativas era el primero en aportar aún más negatividad y hacer la guerra por su cuenta. No fue el responsable de las derrotas ni de la debacle, pero sí influyó de forma notable en algunas palizas y récords negativos. Fue despedido con pitos por algunos aficionados morados en el último encuentro ante Gran Canaria.

Akeem Wright (Estados Unidos, 28 años, 1,98 m., alero). Uno de los dos extracomunitarios contratados en aquella loca semana de septiembre en la que se configuró el equipo inicial, que tan modificado sería posteriormente. Precisamente Wright fue uno de los que se marchó antes de acabar la primera vuelta, cortado por el club por su bajo rendimiento. No sorprendió a nadie, ya que efectivamente no aportó prácticamente nada positivo. Sus continuos intentos de resolver los ataques en solitario, ensayando sin éxito acciones propias de una superestrella de la NBA, resultaban desesperantes.

Djordje Drenovac (Serbia, 21 años, 2,01 m., alero). Jugador joven y con proyección, arribó a Pisuerga mediada la temporada y dejó buenas sensaciones entre la parroquia morada. De hecho, es uno de los que en principio continuará en el equipo la próxima campaña en LEB. Demostró coraje y personalidad, echándose en ocasiones el equipo a las espaldas cuando se atravesaban momentos del choque en el que se requería dicha actitud.

Con un buen físico, un tiro de media distancia solvente y buena capacidad para atacar la canasta de fuera hacia adentro, si su progresión continúa en la misma línea puede llegar a ser un jugador importante en la categoría de plata del baloncesto español.

Panagiotis Vasilopoulos (Grecia, 30 años, 2,03 m., alero). El fichaje sorpresa del CB Valladolid y que impactó a todos los seguidores del baloncesto español. Aunque a nadie se le escapaba que los tremendos problemas físicos sufridos por el alero griego a lo largo de los años generaban muchísimas dudas sobre su rendimiento, todo el mundo tenía el recuerdo de un jugador extraordinario, con nivel de conjunto de Euroliga, que había llegado a ser campeón de Europa y subcampeón del mundo con la selección helena.

Sin embargo, se volvió a lesionar cuando apenas se llevaban diez partidos de competición, durante los cuales tampoco pudo revivir viejas sensaciones y evidenció una falta de rodaje alarmante y un estado de forma bajísimo. Abandonó Pisuerga y sigue sin equipo, planteándose la retirada. Una lástima tanto para él como para el equipo morado, porque de haber recuperado parte de su nivel podría haber sido el jugador que hubiera cambiado el aciago destino reservado para el CB Valladolid.

Presentación de Haritopoulos, Vasilopoulos, Suka-Umu y Vilhjàlmsson, con Ricard Casas en el centro. (Imagen: Alberto Blanco Paredes).

Melvin Sanders (Estados Unidos, 33 años, 1,96 m., alero). Uno de los mayores fiascos de la temporada y la mayor equivocación de Ricard Casas en cuanto a la elección de jugadores. Sanders fue una apuesta personal suya, ya que lo había tenido a sus órdenes en Menorca y garantizaba su profesionalidad y compromiso. A los veinte días de su fichaje, el norteamericano abrió la puerta de salida de Pisuerga sin dar ninguna explicación. Tampoco el técnico pudo ofrecerla, más allá de declarar que Sanders no había soportado la vorágine de derrotas en la que estaba envuelto el equipo. No aportó nada positivo al grupo.

Drew Viney (Estados Unidos, 25 años, 2,02 m., alero). Siguió una trayectoria casi idéntica a la de su compatriota Sanders. Llegó, vio y se marchó antes de cumplir el mes desde su contratación, sin aclarar claramente los motivos de su fuga. En los cuatro partidos que disputó con la camiseta morada, demostró que era un aceptable lanzador de larga distancia. Nada más.

Lamont Mack (Estados Unidos, 27 años, 2,01 cm., ala-pívot). Otro norteamericano más, aunque muy diferente a los dos anteriores en cuanto a su actitud. Fichó al mismo tiempo que Armon Johnson y durante los últimos once partidos de la temporada ayudó a que el juego del equipo fuera un poco más colectivo y ofreciera una entrega e intensidad sobre la cancha distintas a las que se habían visto previamente. Buen tirador de tres, consiguió el mejor porcentaje del equipo en este apartado (40%).

Omari Johnson (Jamaica, 24 años, 2,05 cm., ala-pívot). Uno de los grandes desconocidos cuando fue contratado al principio de la temporada y uno de los pocos jugadores que se quedó en Valladolid durante todo el curso 2013/2014. El ala-pívot jamaicano fue el más regular durante toda la temporada, como lo demuestran sus estadísticas, que le acreditan como el jugador más valorado del equipo (10,8 de media) y el máximo reboteador (6).

El papel de Omari Johnson en el CB Valladolid no sólo se resume en los números, ya que realmente exhibió unas grandes condiciones físicas y bastante versatilidad. Si bien debería mejorar fundamentos en algunos aspectos de su juego, dejó prueba de que posee suficiente calidad como para hacerse un hueco en la Liga Endesa. Su mayor déficit resultó ser el aspecto defensivo, viéndose muy superado por sus pares en la mayor parte de los encuentros, y es donde más tendría que trabajar en el futuro. Adoleció de falta de carácter y debilidad mental cuando las cosas venían mal dadas –algo que sucedió frecuentemente en el equipo morado–, como muchos de sus compañeros.

Presentación de Akeem Wright, Luther Head y Omari Johnson. (Imagen: Marta Bravo).

Nikola Cvetinovic (Serbia, 24 años, 2,03 m., ala-pívot). El tercero de los serbios que formaron parte de la plantilla morada durante la funesta campaña. Jugador con buena predisposición y destellos de calidad, aunque bastante limitado físicamente, tuvo el infortunio de lesionarse cuando más importancia estaba cobrando dentro del equipo, viéndose obligado a decir adiós a la temporada. No se vio demasiado beneficiado por la indefinición sobre la posición que debía ocupar en el esquema de Ricard Casas, que primero quiso emplearlo como pívot, pese a medir dos metros.

Héctor Manzano (España, 33 años, 2,07 m., ala-pívot). Se convirtió en el último de los integrantes adjuntados al peculiar navío morado 2013/2014, tan rebosante de tripulación como lleno de grietas por las que se colaba el agua. Participó en los últimos ocho partidos y no aportó prácticamente nada, más allá de dar relevo a sus compañeros. Con poca estatura para actuar de pívot, se decía que su mayor virtud estaba en la capacidad para jugar abierto y aprovechar su buen lanzamiento exterior, pero no estuvo nada fino en esta faceta (20% de porcentaje en tiros de tres).

Dimitris Haritopoulos (Grecia, 29 años, 2,07 m., pívot). El pívot griego se convirtió en el favorito de la afición durante la primera fase de la Liga Endesa por la entrega que demostraba en cada acción y su carácter competitivo. Sin embargo, se fue diluyendo a medida que fue transcurriendo la dura campaña. Tal vez fue el jugador en el que más se percibió el desgaste. Pese a ello, cumplió siempre que su energía se lo permitió y fue uno de los más regulares. Formó parte de la plantilla todo el año.

El mayor hándicap con el que contó fue su insuficiente estatura para defender a los cincos rivales, que abusaron de él con bastante habitualidad. Por otra parte, tenía tendencia a irse mentalmente de los partidos cuando acumulaba faltas personales, perdiéndose en protestas y en enfados que no ayudaban nada al equipo. Contribuyó especialmente en el plano ofensivo merced a su acertada lectura de los pick and roll y a su tiro de media distancia.

Nedzad Sinanovic (Bosnia-España, 30 años, 2,22 m., pívot). Posiblemente la mayor decepción de las muchas que sufrió el aficionado morado durante la temporada. Casi todo el mundo en Pisuerga confiaba en que mejorara el nivel del año anterior y se convirtiera en una de las referencias del equipo, debido a su condición de jugador más alto de la Liga Endesa y a su supuesta calidad casi nunca demostrada.

Sin embargo, su participación fue verdaderamente lamentable y su actitud dejó muchísimo que desear en prácticamente todos los partidos, desesperando continuamente a la parroquia morada, que le regaló abucheos con frecuencia. Fue uno de los jugadores a los que el gerente Felipe Martín se refirió como indigno de vestir la camiseta del club, pese a que no lo nombró específicamente. El club acabó mostrándole la salida de emergencia, abriéndole la puerta y facilitando su fichaje por un club de Irán.

Entrenador: Ricard Casas (España, 51 años). La figura del técnico fue discutida desde el principio. No le ayudó nada la polémica en la que se vio envuelto su fichaje por el club morado, después de que Juan Vela decidiera elegirlo a él y no a Gustavo Aranzana, que había llegado a un pacto verbal con el anterior presidente, Mike Hansen. Tampoco supo ganarse el cariño de la afición debido a su carácter rígido y a su fama de entrenador duro y poco flexible, si bien lo que le acabó condenando fue la imparable dinámica de derrotas, muchas de ellas bochornosas, y el pobrísimo juego que ofreció el equipo durante la mayor parte de la temporada.

El cuadro morado al que él dirigió dio la sensación durante muchos partidos que era una banda donde cada instrumento iba por su lado más que una orquesta conjuntada. En su descargo hay que decir que las piezas cambiaron como en juego de naipes y le fue casi imposible contar con una estructura de plantilla consolidada. Además, tampoco pudo realizar pretemporada por la premura con la que se configuró la plantilla. Sin embargo, sí cabe achacarle la mala elección de muchos jugadores, en colaboración con Felipe Martín, si bien es cierto que el presupuesto con el que contaban era raquítico.

Fue el blanco de las iras y críticas de aficionados y medios de comunicación durante gran parte de la temporada, tuvo roces serios con varios jugadores (y con algún periodista), aunque nunca se explicaron convenientemente, y sus planteamientos de equipo y juego sólo fueron relativamente bien interiorizados por la plantilla cuando llegaron a la misma Pepe Pozas, Armon Johnson y Lamont Mack.

Llegó a decir que la plantilla no tenía nivel para estar en ACB y puso el cargo a disposición del club tras la sonrojante derrota frente a Estudiantes, pero la directiva le convenció para que siguiera. Pese a su indudable profesionalidad (es muy reseñable el hecho de que jamás entonó una sola queja sobre los impagos, pese a sufrirlos de forma reiterada), ética y honestidad, será recordado como el técnico con el que el CB Valladolid hizo la peor temporada de su historia y de cualquier equipo en ACB.