Las luces del Quicken Loans Arena se habían apagado una vez más. El público abandonó sus respectivos asientos y los dos equipo ya habían dejado el estadio. Los encargados de limpiar el recinto de los Cavaliers ya se habían marchado a sus respectivos hogares y los miles de periodistas congregados, también. El ruido ensordecedor fue cambiado por el silencio más absoluto, y es que tan sólo había calma y tranquilidad. Ya no había nadie de las más de 19.000 personas que se encontraban en el Game 6, y es que sólo quedaba un mordedor. 

Hace poco salió una noticia que decía que un aficionado se encontró tirado un mordedor de Stephen Curry y que este lo iba a subastar por miles de euros. Ayer al MVP, se le olvidó otra vez más el protector, con la diferencia de que este valía mucho más. Este valía haber desaprovechado la oportunidad de haber ganado su segundo Anillo, este valía tener que haberse evitado jugar el Game 7 y este valía haber dejado tirado a su equipo en los minutos finales del partido. Rondaba el final del partido cuando Curry cometió su sexta falta y quedó automáticamente eliminado del encuentro. La rabia se apoderó de él, su cabeza le dijo basta y Steph perdió los papeles. El '30' no se lo creía y la frustración iba tomando poco a poco su cuerpo. En un acto de rabia, Curry se sacó el protector bucal y lo lanzó hacia la grada. El público le decía adiós con la mano, mientras Curry abandonaba el parquet de manera lenta y cabizbaja.

El guión perfecto

Toda buena historia debe de tener un buen guión y esta lo está teniendo. Del 3 a 1, al 3 a 3, tan sólo hay dos números de diferencia. Sin embargo cuando se trata de unas finales significa mucho más. LeBron lo volvió a hacer. Cuando todo el mundo pensaba que estaba muerto, él resurguió cual Ave Fenix y empató la serie. Los Cavaliers se han convertido en el tercer equipo de la historia que ha forzado un séptimo partido tras ir perdiendo (3-1) en la serie. 

LeBron James orgulloso I Foto: Cavsnation.com
LeBron James orgulloso I Foto: Cavsnation.com

Tan perfecto era el guión, que incluso confunde. La mujer de Stephen Curry no ha dudado en acusar a la NBA de haber programado esta situación, forzando así el séptimo partido. LeBron se comía a Stephen Curry y le ponía un tapón con una declaración de intenciones, yo soy el rey. King James tampoco dudó en mirar desafiantemente al MVP y dedicarle esta frase: "Get that weak stuff outta here". La comunión entre los Cavaliers y la grada era perfecta, la unión entre público y jugadores inmejorable. Los dos sabían que no se volverían a ver en mucho tiempo y que la próxima vez que se jugase en The Que sería con o sin el primer Anillo del equipo al que tanto aman. 

Habemus septimum 

Ningún equipo ha remontado un (1-3) en contra en unas Finales de la NBA

El séptimo partido está ya servido y calentito. Los Cavs y los Warriors librarán por última vez una batalla a muerte que se saldará con un Anillo en los dedos de alguno de los dos equipos. El destino volvió a ser caprichoso y decidió que la temporada se tenía que decidir en el último partido y así es como será. Otros 48 minutos de tensión, de sufrimiento y de entrega. Ya no vale fallar, ya no vale arrugarse, en un séptimo partido la palabra rendirse ha de tacharse del diccionario. Es el momento en el que los buenos jugadores han de convertirse en leyendas y llevar a su equipo rumbo a la victoria. 

Irving en el Game 2 I Foto: Cavsnation.com
Irving en el Game 2 I Foto: Cavsnation.com

En Cleveland ya sólo queda el mordedor que lanzó Curry a un aficionado. La caravana de la NBA se traslada a la Bahía y será ahí donde se descubrirá al Campeón de la NBA del año 2016. Con o sin protector bucal, el espectáculo va a continuar. Cavaliers o Warriors, Cleveland o Golden State, tan sólo puede quedar uno.