Le contrataron para eso. Uno de los pistoleros más rápidos de la liga llega a Cleveland porque Lebron se encaprichó con un tirador. No dijo nombres, pero sobre la mesa apareció el del californiano y no lo dudaron.

Lo que Korver le da a Cleveland es mucho más que un mero tirador. Anoche no sólo las metió con porcentajes estratosféricos (89’9% en triples para un total de 83’3% en tiros de campo). Anoche los Cavs parecieron por momentos los Spurs de Popovich. Los de los campeonatos. Los de la circulación de balón, el extra-pass y la ejecución perfecta. Y es que Kyle abre el campo como nunca antes se había visto por Lebronland. Es capaz de desatascar un ataque mayoritariamente volcado en la fuerza del Rey, la inspiración de Irving o, en menor medida, el día de Love. Hasta Kyrie reparte más asistencias de lo habitual. Y allí está él. El chico de Pella con la mano en el gatillo como desde más de diez temporadas.

Kyle Korver es un obrero. Un trabajador de este deporte apartado de los grandes focos y en una discreta segunda línea que siempre cumple ¡Y eso que se parece a Ashton Kutcher! Lo seleccionaron los entonces New Jersey Nets en el puesto 51 de la segunda ronda del draft de 2003. El resto es historia. De buenos números, buen rollo con la afición y, sobre todo, triples. Desde Philadelphia hasta Atlanta, pasando por Utah y Chicago.

En Iowa no saben mucho de surf. Ni de actores de Hollywood. En Des Moines, la capital, no ven un equipo profesional de ningún deporte desde que los vecinos de Waterloo tuvieron a los Hawks en la temporada 1949/50 de la entonces incipiente NBA.

Kyle Korver llegó a Pella, cerca de 10.000 habitantes,  desde la soleada California. En su nuevo hogar sólo veían el baloncesto por la tele.  La granja era la principal forma de vida del Condado de Marion y la figura de Wyatt Earp, legendario personaje del Oeste americano, su referencia. ¿Premonición?