Cuenta la leyenda que el Oracle Arena rugió tan fuerte que llegó a traspasar las barreras legales del sonido. Nadie creía en ellos y se encargaron de conmocionar al mundo con su juego. Un equipo, una ciudad, unos colores y un lema al que rendir culto. Siempre es bueno aferrarse a la esperanza y creer que todo es posible. Nunca dejes de creer. Muchas mentes críticas podrían pensar que, equipos como el Atlético de Madrid, cogieron este lema de una de las mayores sorpresas que se han dado jamás en la historia del deporte. Este equipo dio comienzo a una mentalidad de lucha y sacrificio que muchos han intentado imitar y se sigue haciendo a día de hoy en numerosas disciplinas deportivas.

Quizás, ser el ‘underdog’ se convirtió en algo en lo que sentirse orgulloso desde que estos Warriors dieran uno de los mayores campanazos que se recuerdan. Si te gusta el baloncesto o entiendes como funciona el asunto, seguro que has oído hablar alguna vez de ‘We Believe’. En la actualidad, se considera a Golden State Warriors como un equipo de carácter ganador que siempre está ahí arriba para luchar contra quien se ponga por delante. Esto hace que muchos aficionados amen a este equipo y por el contrario, que tantos otros los odien. Sin embargo, esta franquicia no ha sido de las más afortunadas. Entre 1994 y 2007, no consiguieron realizar ni una sola aparición en la postemporada. Parecía una maldición imposible de romper hasta que llegaron estos chicos y se encargaron de devolver la alegría a la Bahía de San Francisco.

Don Nelson congratulando a Baron Davis. Foto: MercuryNews.com
Don Nelson congratulando a Baron Davis. Foto: MercuryNews.com

Un traspaso que cambió el rumbo

Comenzaba una nueva temporada y el equipo no parecía mejorar. Golden State se acercaba peligrosamente a una nueva temporada de fracasos y numerosas derrotas, nada nuevo para ellos.  El entrenador Don Nelson veía la necesidad de llevar a cabo un traspaso para intentar realizar un cambio de rumbo en un equipo al que todos daban por muerto, como de costumbre. Chris Mullin se puso manos a la obra y consiguieron cerrar un trato con Indiana Pacers que parecía muy favorable para añadir nuevos jugadores a una plantilla que no quería volver a decepcionar a sus aficionados. Ocho jugadores estuvieron implicados en este movimiento; Mike Dunleavy, Troy Murphy, Ike Diogu y Keith McLeod llegaban a Indiana a cambio de Stephen Jackson, Al Harrington, Sarunas Jasikevicius y Josh Powell.

Con este traspaso, los Warriors se convirtieron en un mejor equipo. Eran chicos malos que escuchaban hip-hop y llevaban los pantalones anchos y caídos. De esos que les gusta dejarse hasta la última gota de sudor para poder ganar y después reírse de ti. Nadie quería contar con esos jugadores en sus plantillas, parecían problemáticos y no querían arriesgarse. Stephen Jackson llegaba tras una de las mayores peleas en la historia de la liga. En 2004 se manchó su nombre tras haber formado parte de aquella mítica pelea en el Palace Of Auburn Hills.

En la Bahía se le dio un hogar y compañeros con una mentalidad parecida a la suya con la que poder compartir esa otra perspectiva del baloncesto. Baron Davis siempre había sido un gran jugador que nunca había conseguido dar el siguiente paso, Monta Ellis era muy joven y prometía mucho, Jason Richardson nunca pudo contar con un buen equipo en el que demostrar su potencial… Con la llegada de estos jugadores se abría una nueva ventana. De manera instantánea, consiguieron una química envidiable tanto dentro como fuera de la cancha.

Los jugadores de Golden State protestando al árbitro. Foto: SLAMonline.com
Los jugadores de Golden State protestando al árbitro. Foto: SLAMonline.com

Un arreón histórico

A comienzos del mes de marzo, Golden State contaba con un récord de 26 victorias y 35 derrotas. A penas quedaba un mes para el final de la competición y las posibilidades de romper la maldición de los Playoffs parecían muy complicadas. El 5 de marzo de aquel año 2007, se produjo un hecho que cambió la mentalidad de la gran mayoría de aquel grupo de jugadores. Viajaban a Detroit para enfrentarse a unos Pistons que eran candidatos a todo. Ese mismo año, acabaron siendo eliminados en las Finales de Conferencia por Cleveland Cavaliers. Golden State sabía que si había un equipo con el que comprobar sus posibilidades, ese era Detroit.

Pudieron contar con la disponibilidad de todos los jugadores de su plantilla, algo que no habían conseguido antes ya que Baron Davis tuvo que lidiar con lesiones y problemas de distinta índole. Llegaban al Palace Of Auburn Hills con ganas de plantar cara y demostrar al resto de la liga de qué eran capaces. Estaban nerviosos y querían ganar. Jason Richardson jugó delante de sus familiares y amigos en  su ciudad natal y consiguió 29 puntos para liderar una impresionante victoria de los Warriors. Desde dentro empezaba a gestarse aquel espíritu de lucha. En el vuelo de vuelta a Oakland, se reunieron todos y se quedaron mirándose a los ojos en silencio como muestra de lo que venía por delante.

Un aficionado llamado Paul Wong, también captó el mensaje tras haber ganando en Detroit. “A partir de ese momento me di cuenta de que este equipo realmente creía en sus posibilidades de entrar en Playoffs.” Entonces, decidió realizar una pancarta que daría nombre a este equipo. En ella se podía leer “We Believe Playoffs” y la llevó al siguiente partido en el Oracle Arena. A partir de ese momento el mensaje se hizo de todos los aficionados y esto también llegó a las altas esferas del equipo. 

Paul Wong luciendo su famosa pancarta. Foto: sfgate.com
Paul Wong luciendo su famosa pancarta. Foto: sfgate.com

El fin de una sequía

Golden State Warriors consiguió ganar 16 de sus últimos 21 partidos para conseguir mantener sus esperanzas con vida. Llegaron al último partido de la temporada como octavos clasificados con un único partido de diferencia con Los Angeles Clippers. Dependían de ellos mismos y la temporada se decidía en Portland. Tenían en sus manos el poder romper una maldición que parecía no tener fin. Se midieron a unos Blazers que contaban con Sergio Rodríguez en sus filas en un partido con ambiente de Playoffs.

Los Warriors lucharon como si fuera el último día de sus vidas y consiguieron hacerse con la victoria para confirmar su asistencia al gran baile de la NBA. “Cada tiempo muerto nos sentábamos en el banquillo para poder mirar al marcador y ver como iba el partido de los Clippers.” cuenta Jason Richardson. “Adonald Foyle y yo éramos los más longevos en el equipo. Cuando llegamos al vestuario tras la victoria, nos abrazamos y lloramos juntos. Esa sensación de haberlo conseguido después de tantos años de lucha, fue algo que nunca olvidaré.”

Matt Barnes y Jason Richardson celebrando la victoria en Portland. Foto: MercuryNews.com
Matt Barnes y Jason Richardson celebrando la victoria en Portland. Foto: MercuryNews.com

El comienzo de la gesta 

Ya había pasado lo difícil para Golden State. Ya estaban en los Playoffs y no llegaban con muchas esperanzas de pasar de ronda siendo octavos en el Oeste, o por lo menos eso es lo que hicieron creer. Dallas Mavericks se presentaba como claro favorito al anillo. Tras haber caído en las Finales de 2006 ante los Heat de Dwyane Wade y Shaquille O’Neal, cerraron una temporada regular excelente con 67 victorias y 15 derrotas. Estaban preparados para cobrarse su venganza aunque nunca se podrían imaginar eliminados en primera ronda. Antes de que diera comienzo la serie, Don Nelson salió a hablar con la prensa diciendo que iba a ser imposible ganar a esos Mavericks. El propio entrenador de los Warriors daba por hecho la derrota aunque de puertas para adentro se comentaba la posibilidad de ganar la serie.

Salió todo bien desde el principio. Golden State planteó una defensa espectacular sobre la máxima estrella de Dallas, Dirk Nowitzki, que sirvió para meter el miedo en el cuerpo a los grandes favoritos. En el primer partido de la serie, Avery Johnson intentó arreglar la situación modificando el quinteto titular, pero no consiguió hacer nada contra un feroz Stephen Jackson que luchaba por cada posesión como si fuera la última. Tras una gran batalla, consiguieron hacerse con la victoria en el primer partido y la confianza estaba por las nubes. “Si hemos conseguido ganarles en casa, vamos a ganar la serie. No va a haber manera de que nos ganen en el Oracle.” dijo Jason Richardson. 

Baron Davis defendido por Devin Harris en el primer partido de la serie frente a Dallas. Foto: NBA.com
Baron Davis defendido por Devin Harris en el primer partido de la serie frente a Dallas. Foto: NBA.com

La batalla de los guerreros

Tras haber conseguido una victoria y una derrota en los dos primeros partidos de la serie, los Warriors se preparaban para volver a casa y vivir una noche histórica. El Oracle Arena sería el anfitrión de un partido de Playoffs 14 años después. Todo el mundo estaba muy emocionado, y a partir de ese momento, el lema de Paul Wong se hizo el estandarte del equipo reflejado como lema de cara a los Playoffs. Todas las localidades del estadio fueron ocupadas dos horas antes del partido y desde la rueda de calentamiento la afición se dejó la garganta apoyando a su equipo. “Salí del túnel de vestuarios para tirar algunos tiros dos horas antes del partido y veo a todos los aficionados de pie gritando. Me paré unos segundos para mirar a mi alrededor y yo pensaba ‘¿Qué demonios está pasando?’.” concluía Richardson. “Gritaban tan fuerte que era imposible escuchar la música del pabellón. Era muy difícil concentrarse.” decía Matt Barnes.

Tenían la difícil tarea de saciar las almas hambrientas por conseguir una victoria en Playoffs en su hogar y consiguieron su objetivo. Salieron con la máxima energía posible y se hicieron con las victorias en el tercer y cuarto partido, dejando así la serie a solo una más de conseguir el milagro. Tras dejar caer el quinto partido en Dallas, les tocaba volver a su feudo con opciones de pasar a las semifinales de Conferencia batiendo a los grandes favoritos en seis partidos. Todos temían la posibilidad de que los Mavericks remontaran, pero consiguieron una impresionante victoria por más de 20 puntos de diferencia. El mayor ‘upset’ de la historia de la NBA, no lo digo yo, fue Marv Albert quien pronunció esas palabras.

Baron Davis celebrando la victoria frente a Dallas Mavericks. Foto: Warriors.com
Baron Davis celebrando la victoria frente a Dallas Mavericks. Foto: Warriors.com

El fin del sueño

Tras conseguir la mayor gesta de la historia de este deporte, les tocaba enfrentarse a unos Utah Jazz que llegaban como cuartos clasificados de la conferencia. Poco pudieron hacer frente a un equipo muy bien orquestado que acabó luchando en las Finales de Conferencia contra el equipo que consiguió alzarse con el campeonato ese año. Toda la plantilla estaba exhausta del trabajo realizado en primera ronda y lo único rescatable es el tercer partido donde se produjo el famoso mate de Baron Davis sobre Andrei Kirilenko. Fueron eliminados en cinco partidos pero ese equipo será recordado para siempre como uno de los más energéticos y luchadores de la historia.

Baron Davis machacando sobre Andrei Kirilenko. Foto: MercuryNews.com
Baron Davis machacando sobre Andrei Kirilenko. Foto: MercuryNews.com

Nunca hay que subestimar el corazón de un guerrero. Nadie daba un duro por ellos y se plantaron en las semifinales de conferencia ganando al equipo que debería haberse alzado con la máxima gloria. No importa de donde vengas, cómo te llames o dónde hayas crecido, siempre hay que creer en uno mismo para conseguir aquello que te propongas. Nunca pudieron imaginarse capaces de entrar en Playoffs cuando a principios del mes de marzo a penas conseguían enlazar dos victorias consecutivas. Sin embargo, plantaron cara y conmocionaron al mundo. Hay que dar gracias al baloncesto por dejarnos momentos así que perdurarán en la memoria de todos.