La vida de Kevin Durant nunca fue un camino de rosas. Su madre le tuvo con 21 años y a esa edad se tuvo que hacer frente de dos hijos. Las opciones no estaban de su lado, soltera y con dos bebés, todo el mundo la decía que nunca llegarían a donde están ahora. Toda la infancia moviéndose de unos apartamentos a otros para poder pagarlos. Según contaba el propio Kevin Durant, uno de sus mejores recuerdos fue cuando se mudaron a su primer departamento, no había camas, ni muebles y se sentaron en la sala de estar y se abrazaron. Estaban seguros de que lo habían conseguido.

Ella les hizo creer, no les dejó que se diesen por vencido, les alejaba de las calles y les vestía. Cuando no tenía que llevarse nada a la boca se aseguraba de que sus hijos comiesen. El eterno sacrificio del amor de madre. El más fuerte que hay. La verdadera MVP. Ya han pasado más de tres años de aquel famoso discurso de Kevin. Un hombre que tuvo una historia de superación, progreso y al que el baloncesto le salvó la vida.

'The real MVP' | Foto: BleacherReport
'The real MVP' | Foto: BleacherReport

Tres años en los que por fin ha conseguido el mayor reto al que se puede aspirar como jugador de baloncesto: ser Campeón de la NBA. El tesoro más codiciado de toda América y que muy pocos son capaces de arrebatárselo a Gollum. Es cierto que su decisión de marcharse a Golden State no fue la más valiente. El bueno de Kevin llevaba su talento a la Bahía y se unía al equipo con mejor balance de toda la historia de la NBA en una regular season. Además, puede invitar a pensar que dejó tirada a la afición de Oklahoma, que tan cerca se quedó el año pasado de las Finales. Como se suele decir: "si no puedes con el enemigo, únete a él".

Kevin Durant había sido elegido MVP unánime de las Finales de la NBA

Y así hizo Kevin Durant. Dejó todo lo construído y hecho en los Thunder y se marchó con Stephen Curry y compañía. A un proyecto que apestaba a Anillo y que en eso se ha materializado. Probablemente la temporada más previsible de toda la historia. Dejó de lado a Russell Westbrook, a Adams, a toda esa afición que le esperó en el aeropuerto tras desperdiciar la ventaja de (3-1) y muchas personas queridas que tenía ahí. Durant hizo todo lo posible para ganar un campeonato con los Thunder, pero no fue suficiente. Ahora bien, habría que preguntarle si mereció la pena. Lo que está más que claro es que se fue al equipo que mejor proyecto le ofreció y como trabajador libre que es decidió esa opción. La más valiente, no. La más segura, sí. Con el Anillo de Campeón ya en su mano y el MVP en la otra, Durant puede decir que tiene algo que no muchos poseen. El trofeo de la gloria eterna, la llave al Olimpo de la NBA.

'The real MVP' | Foto: BleacherReport
'The real MVP' | Foto: BleacherReport

Aspiró a lo máximo en su profesión y ya lo tiene. El premio al trabajo bien hecho y a una de las mejores plantillas que se recuerda en toda la historia de la NBA. Se ha cargado la igualdad de la Liga y seguramente la NBA se esté tirando de los pelos ante esta situación. Pero el bueno de Kevin ya es campeón y eso no se lo va a quitar nadie. Por no hablar que lo ha hecho siendo pieza angular del proyecto, MVP unánime y verdugo en Cleveland. Es el poder del Anillo. Ese objeto que hace que los jugadores se vuelvan locos por él y Durant, por fin, ya puede presumir de tener uno. Ahora la pelota está en el tejado de la NBA, que deberá ver cómo combatir esta situación que no le beneficia en absoluto.

Sus números hablan por sí solos: 35.2 puntos, 8.4 rebotes y 5.4 asistencias. Una auténtica exhibición al alcance de muy pocos. Durant anotó 176 puntos en la finales, la segunda marca más alta de la historia en una serie a cinco partidos (Allen Iverson anotó 178 en 2001). Por no decir que se ha convertido en el primer jugador en superar los 30 puntos en cinco partidos consecutivos en una finales desde el año 2000. Es el verdadero MVP, el hombre de estas Finales. Su legado ya es eterno. Con sus luces y con sus sombras, pero eterno.