No defraudó el partido del futuro entre dos de los equipos con jugadores de mayor proyección. Philadelphia 76ers y Los Angeles Lakers, dos plantillas con una media de edad inferior a los veinticinco años de edad, salieron a la pista decididos a dejarse todo para no continuar con malas dinámicas. Philadephia no quería sumar su segunda derrota consecutiva contra un equipo de la parte baja del oeste, tras perder contra Phoenix, mientras que los Lakers querían cortar una racha de cinco derrotas consecutivas.

Los de Luke Walton, que tomaron la iniciativa casi desde el comienzo, supieron aguantar los arreones de unos Sixers liderados por Joel Embiid. Ya en el último cuarto el equipo local apretó el partido lo suficiente como para que llegara a decidirse en el último minuto donde Ingram se encargó de poner el broche de oro y el marcador 104-107 definitivo.

Festival de tapones y mates para comenzar

Los dos primeros cuartos del partido estuvieron marcados por el juego rápido y alegre que proponían los dos equipos y que permitió que acciones atractivas para el espectador se repitiesen con frecuencia. La anarquía reinante en el comienzo parecía beneficiar a unos Lakers que habían salido un punto más intensos que sus rivales y consiguieron abrir la primera brecha importante en el marcador en los minutos finales del primer cuarto, donde llegaron a irse de 13 puntos.

En el segundo cuarto, los Sixers consiguieron acercarse tímidamente y reducir la barrera psicológica de los 10 puntos. El duelo que acaparaba toda la atención fue el Embiid contra Brook López, los centers de ambos equipos que estaban protagonizando unos minutos de juego de alta calidad. Muestra de lo divertido que estaba el partido fueron los 11 tapones que colocaron entre los dos equipos al descanso, una cifra propia de final de partido.

Además de pívots anteriormente nombrados el partido de los rookies, Simmons y Ball, tampoco estaba pasando desapercibido. Los dos llegaron al descanso en promedio de conseguir triple-doble y llenando prácticamente todas las casillas de una boxscore que se queda pequeña para esta nueva generación de jugadores.

Ingram y Covington también cumplieron con su parte y se fueron al vestuario con 13 y 11 puntos respectivamente. Los jugadores de ambos bandos estaban respondiendo y al descanso el partido se fue 49-57 con una segunda parte por delante muy prometedora.

El clásico tira y afloja

El tercer cuarto empezó con la misma tónica que había acabado el segundo. La ventaja para los visitantes siempre estaba merodeando los 10 puntos de ventaja, llegando a una máxima de 16 en el ecuador del cuarto, que fue bien neutralizada por los Sixers. Rachas de juego de Joel Embiid acercaban por momentos a los de Philadelphia que amagaban con remontar, pero Lakers supo cerrar bien el tercer cuarto y empezar bien el decisivo.

El último cuarto comenzó con seis triples casi seguidos entre ambos equipos y daba prueba del espectáculo que se iba a vivir hasta el final del partido. Bret Brown se adelantó y puso en pista al quinteto titular algo antes por lo que pudo reducir las ventajas y dejar el enfrentamiento en cinco puntos, momento para que regresaran los titulares de Lakers.

Con el quinteto principal ya en pista, los angelinos frenaron la remontada y bajaron los humos a un Wells Fargo Center que cada vez estaba más metido en el partido y protestaba más cada decisión arbitral. Pero con el partido prácticamente igualado a falta de cuatro minutos Brook López cometió su quinta falta y Walton lo mandó al banquillo para no arriesgar una posible expulsión.

Hora de las estrellas

Con López en el banquillo, Joel Embiid pudo desplegar todo su potencial y además de anotar conseguió asistir a un más que voluntarioso Holmes en varias ocasiones para empatar definitivamente el encuentro. Philadelphia había conseguido lo más difícil, igualar el marcador, y la pintura de los Lakers formada por Randle y Larry Nance Jr parecían no saber qué hacer ante el juego abusivo del camerunés. Un resbalón de Redick a falta de algo menos de dos minutos parecía que podía dar la ventaja definitva a Lakers. Sin embargo, con coraje, los Sixers lograron empatar de nuevo el encuentro a falta de segundos para irse a una prórroga que nunca llegaría.

En la posesión decisiva, a falta de 30 segundos, Lonzo Ball se jugó el triple que podía dar el partido a los Lakers pero el resultado fue negativo y los Sixers lo tenían en su mano para ganar. Sin embargo, una gran defensa de los Lakers marcada por una gran ayuda de Ingram sobre Embiid hizo que dispusieran de la última posesión. Ball asumió la dirección del ataque y con un gran pase dejó iberado a Ingram que no perdonó y anotó el game winner que hundiría a los de Philadelphia.

El partido contó con una gran dosis de emoción y buen juego durante todos sus minutos. Con la intensidad más propia de un encuentro de playoffs que uno de temporada regular, jóvenes talentos como Simmons, Lonzo, Embiid, Ingram y compañía demostraron que el futuro de la NBA está asegurado.