Obligando a millones de aficionados a quedarse en vela año tras año, el partido, y el fin de semana, de las estrellas es uno de los productos más atractivos de la NBA. Aunando el talento de los mejores jugadores del planeta, esta es una ocasión de disfrutar de los jugadores más brillantes en el mejor escenario posible.

Pero ese escenario lleva años fallando. En las últimas temporadas, el All-Star ha perdido gran parte de su competitividad hasta dejarse por el camino la mayoría de su atractivo. El problema parecía enquistado en los jugadores, que cada año se mostraban menos interesados en luchar por la victoria.

Es por eso que la NBA ha decidido darle una vuelta de tuerca al formato y cambiar las bases del encuentro. Eliminando las conferencias, la liga busca recuperar la lucha que los nuevos equipos pueden ser capaces de encontrar. El cambio parece interesante, ¿pero será suficiente para devolver el brillo de antaño a este partido?

Un All-Star a la vieja usanza y con tintes de final (Emilio Guerrero Márquez – @EmilioGue16)

La NBA lleva años, por no decir lustros, buscando un producto que combine espectáculo y competitividad. Esto ha llevado a tomar medidas como la actual. Se ha cambiado el sistema de manera radical, y todo parece muy complejo a simple vista. Para el aficionado de a pie, no queda claro el reparto de jugadores y menos aún cuando hay sustituciones por lesión. Si preguntas a cualquier fan que haya repasado la lista de participantes, es difícil que retenga quién pertenece al Team LeBron y quién al Team Curry.

Uno de los grandes alicientes de este nuevo sistema como es la emoción de saber quién ha escogido a quién queda en nada. La NBA sólo hace públicas las elecciones del quinteto titular, sin entrar en detalles relacionados con los veinticuatro participantes restantes. Además, no tiene sentido alguno que los dos jugadores más votados por los aficionados decidan quiénes son sus compañeros. Ese sistema funciona en el patio de un colegio, pero no en un evento de tal calibre. Los aficionados merecen que haya un enfrentamiento en el que las estrellas de cada conferencia luchen por la supremacía de la liga, no una “pachanga” entre amigos.

"Sería muy interesante que ambas conferencias se jugaran el factor cancha de las Finales en el partido de las estrellas"

El evento más importante la liga en cuanto a lo que entretenimiento se refiere debe tener algo más de seriedad. No se pueden concebir encuentros con más de 350 puntos combinados entre ambos equipos. Las defensas brillan por su ausencia, y el partido se convierte en un correcalles. En los últimos años, el MVP del partido ha estado prácticamente determinado desde el principio, por el puro hecho de que un solo jugador acapare un gran volumen de tiros mientras sus compañeros miran. El All-Star Game debe ser una fiesta, pero del buen baloncesto. 

La NBA debería plantear un All-Star Game a la vieja usanza. Cada conferencia contaría con: cinco titulares seleccionados por los aficionados, siete suplentes elegidos por los entrenadores y el entrenador con mejor récord en su conferencia. Con estos mimbres, habría que poner algo en juego que de verdad motivara a ambas plantillas. Un premio económico no es suficiente, atendiendo a los salarios que perciben los jugadores allí presentes. El prestigio tampoco es una recompensa que vaya más allá del currículo.

La rivalidad entre costa Este y Oeste debe reavivarse. | Fotografía: NBA.com
La rivalidad entre costa Este y Oeste debe reavivarse. | Fotografía: NBA.com

¿Qué se debe incluir entonces? Sería muy interesante que ambas conferencias se jugaran el factor cancha de las Finales en el partido de las estrellas. De este modo, los jugadores más importantes se dejarían la piel y la intensidad estaría de vuelta. Se diría adiós a esos correcalles con pasillos interminables en la zona o a los concursos de triples sin oposición alguna. El ego de cada uno de los participantes quedaría a un lado, y tendrían que remar juntos por un objetivo común. ¿Os imagináis a Durant, Curry, Westbrook y Harden enfrentándose de tú a tú contra LeBron, Irving, DeRozan y Antetokoumpo con el factor cancha de las finales en juego?  Eso sí que sería "ba-lon-ces-to".

Evolución a medio camino (Santiago Arxé Carbona - @santi_arcar)

El partido de las estrellas. El punto y final de un fin de semana mágica que, año tras año, ha conseguido mantener a millones de aficionados en vela para disfrutar con los mejores jugadores del planeta.

La historia del All-Star es una historia de espectáculo, de puro show, pero también de lucha. Antaño, este partido solía poner a prueba a los mayores egos del panorama baloncestístico. Y eso ha sido siempre lo más importante. Su ego y amor propio.​

Pero algo se rompió. Pudieron ser los tiempos, en que gracias a las redes sociales los jugadores son cada vez más colegas y menos rivales. Lo mismo que lleva a algunos de ellos a entrenar juntos en verano es lo que les lleva a pasarse el fin de semana del All-Star entre risas. Algo totalmente lícito.

El fin de semana de las estrellas es, hoy por hoy, un momento para que los mejores jugadores se tomen un respiro de la competición y construyan su marca personal, mientras el propio encuentro se ha convertido en una extraña combinación entre concurso de mates y triples con defensa inexistente. Algo tenía que cambiar.

"Hacer las votaciones públicas habría sido el siguiente paso y hubiese llevado a muchos de esos egos al límite"

La idea de Adam Silver fue clara: devolver la competitividad al partido dándole una vuelta de tuerca al formato. Parecía necesario. Eligiendo a dos capitanes que pudiesen escoger sus equipos, el comisionado se libraba, a medias, de las conferencias, y confeccionaba equipos nuevos como en el patio del colegio.

Esta curiosa iniciativa devolvió las esperanzas a muchos aficionados, y puede ser parte de la solución. Ya ha podido verse cómo jugadores del Team LeBron y el Team Curry se "picaban" y hacían cábalas por saber en qué posición habían sido seleccionados y mostraban ganas de defender a su equipo.

Porque ese es otro detalle. LeBron y Curry escogieron a sus compañeros en privado. El nuevo formato parece haber dado un pequeño empujón en cuanto a sensaciones competitivas, pero la NBA ha perdido una gran oportunidad. La oportunidad no solo de televisar un gran evento, sino también de poner a prueba el ego de sus jugadores al mostrar el orden de elección.

Si ya ha podido verse un pequeño cambio de mentalidad este año, hacer las votaciones públicas habría sido el siguiente paso y hubiese llevado a muchos de esos egos al límite. El cambio parece haberse quedado a medio camino.

Otro de los cambios ha sido la renovación de los incentivos económicos. Hasta la fecha, los jugadores del equipo ganador se embolsaban 50.000 dólares, por los 25.000 de los perdedores. Este año se ha querido premiar de manera más clara a los ganadores, ampliando su cuota a los 100.000 dólares.

El formato Este vs. Oeste parecía obsoleto. | Fotografía: NBAE / Getty Images
El formato Este vs. Oeste parecía obsoleto. | Fotografía: NBAE / Getty Images

Con una mayor diferencia entre ganadores y perdedores, se busca reavivar la llama competitiva de este maravilloso evento. Mientras algunos jugadores como Curry, Irving y Horford ya han expresado que esto puede ser un cambio positivo, algunos aficionados están algo decepcionados. Y es que parece que la oportunidad de participar en una noche tan especial debería ser suficiente para crear competitividad entre ambos conjuntos.

Además, la NBA ha anunciado que donará 350.000 dólares a la causa benéfica que escoja el capitán del equipo vencedor y 150.000 a la del equipo perdedor. Detalles como estos pueden motivar a jugadores tan entregados a las causas sociales como son las estrellas de la NBA.

Esta revolución ha sido el resultado de años de estudio tras las constantes quejas de aficionados y propios jugadores sobre el pésimo estado del partido de las estrellas. Otras propuestas fueron comentadas de manera seria, siendo una de ellas que el ganador entre las conferencias Este y Oeste se llevase el factor cancha en las Finales.

Mientras era una propuesta interesante, no parece tener mucho sentido otorgar un premio tan importante como el factor cancha en las Finales tras un partido como este. En primer lugar, muchos de los jugadores saben que no van a llegar a las Finales, con lo que su entrega no estaría a la altura de la de los favoritos. Además, en un partido que busca el espectáculo y en el que prácticamente no hay tiempo para prepararse, parece un premio excesivo.

La NBA va por el buen camino y sus esfuerzos por mejorar la imagen del partido son admirables. La seriedad de la liga a la hora de detectar problemas y lidiar con ellos es magnífica. Una vez dicho esto, es importante dejar claro que este parece solo el primer paso del cambio.

El nuevo sistema puede haber sido un paso en la dirección correcta, pero no parece ser suficiente. Televisar el draft de los capitanes y buscar algún otro tipo de incentivo que motive a todos los jugadores parece el siguiente paso a tomar.

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