Huerta del Rey acogía uno de los partidos más trascendentales de la jornada. Cuatro Rayas y Academia Octavio iban a librar una batalla por su ansiado objetivo: la salvación. Ambos guerreros sabían de la necesidad de la victoria pero a la arena solo salió un guerrero, el Cuatro Rayas al que solo le hizo falta el primer asalto para dejar moribundo a su oponente y poner tierra de por medio con el abismo del descenso.

A pesar de todo, el partido comenzaba con relativa igualdad. Ambos equipos estaban centrados en su defensa y el ataque pasaba a un segundo plano. El primero que se atrevió a atacar primero fue el Cuatro Rayas que gracias a Víctor Alonso empezaba a provocar las primeras heridas a los gallegos. Lejos de asustarse, el Octavio sacó su rabia y con movimientos inteligentes en ataque de la mano de Ismael Juárez pronto puso las tablas en el combate (3-3).

Aquí empezó el vendaval de los locales. Con Fernando Hernández de estilete, el guerrero vallisoletano sacó a relucir todas sus armas y con varias estocadas consecutivas y un 4-0 de parcial, provocó que los gallegos pidieran tregua con un tiempo muerto buscando la forma de parar la ofensiva rival. Magullado de arriba a abajo no hubo remedio y la sangría llegó en un abrir y cerrar de ojos a un claro 13-5. Ver para creer para la parroquia pucelana que asistió a la batalla consciente de que su guerrero podía morir y estaba presenciando una victoria aplastante de los suyos.

Todo iba de cara. Tanto es así que todo salía bien. Ataque y defensa cuajaban una de las mejores actuaciones de esta temporada a la que se unía la gran actuación de Lamariano. El de Eibar, apoyado por su defensa, detenía todos los ataques que llegaban de lado gallego y permitía que cualquier mínimo despiste no crease una nueva herida.

Con todo en contra, Quique Domínguez intentó de nuevo revivir con otro tiempo muerto. Nada pudo hacer y el primer asalto acabó con una ventaja que hacía del segundo un mero trámite (18-9). Ni la última intentona de la joven promesa Pablo Cacheda iba a maquillar estos primeros minutos.

En la reanudación, los primeros compases iban a marcar el devenir del partido. Si los gallegos iban a reaccionar y iba a ser un mero trámite para los vallisoletanos. Amago de reacción hubo por parte de los rojillos que llegaron a recortar la ventaja a los siete goles. Puro espejismo. Los pupilos de Juan Carlos Pastor no iban a malgastar la renta que consiguieron en el primer asalto y poco a poco volvieron a coger la renta.

Fernando Hernández seguía como un martillo pilón bien secundado por Patrick Eilert, que cuajo un gran partido en todas las facetas del juego. Con el paso de los minutos la relajación llegaba al guerrero pucelano. Sabedor de que era muy difícil perder la batalla concedió ciertas cosas que no había concedido hasta entonces.

Aun así, los gallegos no iban a inquietar en ningún momento. Pablo Cacheda e Ismael Juárez eran los únicos que tiraban de los gallegos que vieron como el duelo caía de lado pucelano con una enorme ventaja 31-23. Una victoria que deja en muy buena posición a los vallisoletanos en su lucha por la permanencia y a los gallegos con el miedo en el cuerpo ante un final de liga que se va a antojar vibrante para, al menos, 6 equipos situados en la zona baja.