Hace poco, alguien me pregunto: pero, ¿cómo puedes hacer balonmano con la de golpes que os dais, y las caídas que sufrís? ¿Mi respuesta? Fue muy sencilla: porque es lo mío. No tiene explicación. Llámalo como quieras: pasatiempo, ocio, hobby, media vida, o incluso, algunos afortunados, trabajo. Para mí, y para otros muchos supongo, es una vía de escape a la monotonía, al mundo real. Una manera de poder sumergirme en un mundo que me llena de vida y tantas alegrías me da.

Gracias a todos por hacer balonmano

De pequeños, la mayoría de los niños sueñan con ser grandes futbolistas, y en parte, es entendible, ya que, hoy en día, el fútbol tiene un poder mediático brutal y eclipsa otros muchos deportes. Otros apuestan más por el baloncesto (un gran deporte también, sin duda), y podría seguir nombrando muchos y muchos deportes, y nunca acabaría.

Por suerte, hay un grupo de niños/as que optan fijar su viaje deportivo al ámbito del balonmano (gracias a todos vosotros, por cierto). Algunos pocos privilegiados de estos niños o niñas se verán con la oportunidad de poder llegar a la élite de este maravilloso deporte y poder vivir de él, incluso un grupo aún más reducido de los ya  mencionados privilegiados anteriormente, podrá disfrutar de la oportunidad de militar un club con renombre de Europa y disputar la EHF Champions League o una Eurocopa o Mundial.

Dejando a los privilegiados de lado, voy a ir con el resto de personas, las que están por amor al arte en este deporte. Gracias por hacer especial este deporte día a día. Por aportar con vuestro granito de arena y hacernos disfrutar de este deporte hasta en las categorías inferiores, las cuales no son profesionales.

Sensaciones indescriptibles

Como bien he dicho antes, el balonmano da mucho: felicidad, liberación, diversión… Desde las categorías de infantil, se da la oportunidad de explotar tus aptitudes al máximo para demostrar que vales para este deporte, y que no te asusta ni el mayor reto que te puedan poner.

Hay cosas que da el balonmano que son inexplicables. Sensaciones indescriptibles. Ese momento antes del partido, en el que nos conjuramos como equipo formando una gran piña para salir a ganar el encuentro. Ese compañerismo, es único. Puede que te caigas más de una vez, que falles más de un lanzamiento o que se te cuele algún rival en defensa, pero siempre habrá algo ahí para animarte: tu equipo. Tu equipo nunca te dará la espalda, siempre te apoyará.

Y ya no solo se logran grandes amistades, no. El respeto que se aprende en el terreno de juego no lo he visto (ni creo que lo llegaré a ver nunca) en ningún otro deporte. Ese toma y daca, que, al final, se resuelve con un abrazo al final del encuentro. Ese respeto mutuo entre adversarios que se mantiene hasta el final. Puro goce. Indescriptible.

El Yin y el Yang

Como todo lo bueno en esta vida, siempre hay y habrá cosas malas. El epicentro de todo lo malo en este deporte son las lesiones. A veces, son lesiones musculares, la mayoría sin ninguna importancia además. Pero hay otras por las que puede que no vuelvas a los terrenos de juego, al menos no como jugador.

Ese ha podido ser mi caso. Uno de muchos, seguro. Hace casi 7 meses que me fracturé el escafoides de la muñeca mientras disputaba un encuentro de liga. Yo nunca había sufrido una lesión de tal calibre, y según intentaba asimilar el golpe, el médico ya me estaba escayolando todo el antebrazo. Claro, al principio fue un varapalo tremendo, pero me dije a mi mismo: “siempre se sale de todo, alguna vez tenía que pasar”.

3 meses después volví al médico y me quito la escayola. Era tiempo de rehabilitación. Sin embargo, durante este periodo de reposo, sufrí una caída y me fui directo al médico para ver cuál era la situación. Hicimos unas cuantas radiografías y me dijo que se podía haber fracturado de nuevo. Me dijo que no hiciese nada y volviese en un mes. El mundo se me caía encima como un castillo de naipes, fue un duro golpe sin duda. Todo el progreso se iba a la basura.

Un mes después volví, y tuve la mayor suerte del mundo: me dijo que el hueso se había asentado y de que no haría falta operar. Solté un suspiro de alivio tal, que el médico casi se va al suelo por tan potente ráfaga de viento.

Por suerte, mi caso ha salido bien, si, pero hay muchos otros que no tienen la misma suerte. Desde aquí les doy un consejo: aunque no podáis o no hayas podido volver a los campos, NO LE DEIS LA ESPALDA AL BALONMANO. Si no puede ser de jugador, empezad de entrenadores en categorías inferiores de tu club, o incluso de árbitros. Ayudad a otros a disfrutar tanto como disfrutasteis alguna vez, y veréis que hay otras formas de gozar de este gran deporte que tanto nos une a los que lo practicamos.