En su recién inaugurado negocio de venta y reparación de telefonía móvil, situado en plena Gran Vía logroñesa, Rubén Garabaya (Avilés, Asturias, 1978) atiende a los clientes con una naturalidad difícilmente imaginable en todo un campeón del mundo. Una imagen que contrasta con la de otros deportistas acostumbrados a vivir rodeados de focos y atención mediática, incluso si su curriculum está a años luz del que acredita el pivote asturiano.

Quienes solo conozcan a Garabaya por sus actuaciones sobre el 40x20 destacarán de él su carácter luchador y la garra que encarna uno de los rostros más reconocibles del balonmano español. Un jugador que, a sus 39 años y ataviado con su inseparable coleta, sigue contagiando de su rebosante energía a jugadores y aficionados cada vez que se viste de corto.

Sin embargo, el bravo jugador destaca también por la humildad y la tranquilidad que demuestra fuera de las pistas. Un profesional que ha logrado llegar a lo más alto en el mundo del balonmano, sin alzar los pies del suelo y siendo consciente de que hay vida más allá de los éxitos deportivos.

P. Esta va a ser su última temporada tras 22 años al máximo nivel. ¿Cómo afronta un profesional la que sabe que va a ser su última campaña en activo?

“Los deportistas profesionales estamos acostumbrados a un reconocimiento social y perderlo tan repentinamente puede generar cierta frustración”

R. Normalmente es una situación traumática, ya que los deportistas profesionales estamos acostumbrados a un reconocimiento social y muchas veces perderlo tan repentinamente puede llegar a generar cierta frustración o situaciones problemáticas. Yo intento llevarlo de una forma gradual. Lo estoy haciendo de una manera que no es la más habitual, ya que lo he anunciado con mucho tiempo de antelación, pero quiero ir tomándomelo poco a poco. He hablado con el club para no entrenar tanto como los demás y poder ir dedicándome a mi futuro profesional fuera de las pistas, que será con un negocio propio de telefonía y reparación, buscando hacerlo de una forma escalonada para evitar ese cambio traumático.

P. Tras una carrera tan dilatada es una decisión que llevaría meditando cierto tiempo, ¿en qué momento Rubén Garabaya decide decir hasta aquí?

R. Yo siempre he dicho que para que un jugador decida seguir jugando se tienen que dar tres circunstancias. La primera es que haya un equipo que le quiera contratar, la segunda que su cuerpo quiera seguir jugando y la tercera que su cabeza también quiera seguir jugando. Aún a riesgo de pecar de poca modestia yo creo que el club sí hubiera querido contar conmigo la próxima temporada. El cuerpo me aguanta perfectamente, tengo 39 años y me siento muy afortunado de levantarme cada mañana como una lechuga fresca, sin dolores en ningún sitio. Eso es algo que pocos jugadores de balonmano pueden decir y más un pivote, ya que nuestras articulaciones sufren mucho, por lo que tengo que dar las gracias a mis padres por una genética que me permite estar ahora muy bien. Lo que me falla un poco es la cabeza, bueno siempre me ha fallado la cabeza (ríe), pero me falla en el sentido de que estoy un poco cansado y necesito cambiar ya que el deporte de alto nivel se me hace un poquito duro. Duro en las recuperaciones, a la hora de conciliar con el ámbito familiar y ya era el momento.

P. La mayoría de los deportistas anuncian su adiós cuando se acerca el final de temporada o concluye la misma, mientras que en su caso lo hizo al firmar la renovación. ¿Le da cierta tranquilidad saber qué va pasar a final de temporada sin depender de las ofertas que pueda tener?

R. Sí. La vida del deportista profesional en general es muy grata y somos unos privilegiados, pero tiene ciertas cosas malas. Una de ellas es que siempre estás con esa presión ya que no tienes una estabilidad laboral como puedes tener en otros trabajos, aunque con los tiempos que corren nadie la tiene. El hecho de que tu futuro profesional dependa tan drásticamente del rendimiento puntual es duro de llevar y es algo que con esta situación va a ser el primer año que lo evite, por lo que no tengo esa presión.

Rubén Garabaya ante el Anaitasuna en pretemporada. Foto: CB Logroño.
Rubén Garabaya ante el Anaitasuna en pretemporada. Foto: CB Logroño.

P. Empezó a jugar a balonmano con 12 años, ¿cuándo se dio cuenta de que podía hacer de este deporte su profesión?

R. Yo creo que tarde, ya que nunca me lo planteé como un objetivo. Yo jugaba para divertirme, para tener unos hábitos de vida sanos y ya está. A los 17 años me llamó Manolo Cadenas para ir al Ademar pero ni siquiera entonces tenía claro que me iba a dedicar a ello, yo siempre intento hacer lo mejor que puedo en todo lo que hago y cuando me comprometo a algo me comprometo con todas las consecuencias. Por ello me fui a León a cumplir con las expectativas que había creado, pero no tenía claro que el balonmano fuera a ser mi vida. Simplemente quería hacerlo lo mejor posible y si iba bien y podía vivir del balonmano, como así ha sido, pues mejor y sino pues a estudiar.

P. ¿Qué diría que le ha aportado el deporte en general y el balonmano en particular?

“Hay una necesidad de compromiso en la sociedad actual”

R. Yo creo que una mentalidad, unos valores. Sé que es muy recurrido lo de los valores pero creo que ahora mismo hay una necesidad de compromiso en la sociedad actual. De compromiso con las cosas que haces, con las cosas que dices y con las cosas en las que te involucras y en mi opinión el deporte, y sobre todo el deporte de equipo, te hace crecer en ese sentido y aprender a comprometerte con algo y a cumplir con lo que prometes.

P. ¿Y en lo personal?

R. Pues me ha dado todo, porque todo lo que tengo lo ha pagado el balonmano. Tengo la suerte de estar en un deporte que hasta ahora ha estado bien pagado, ahora está un poquito peor, pero me siento un privilegiado y ahora mismo todo lo que tengo se lo debo al balonmano.

P. Por lo general se considera a los deportistas profesionales unos afortunados, ya que son muchos quienes practican este u otros deportes pero solo unos pocos pueden dedicarse a ellos. Sin embargo imagino que ser profesional en cualquier deporte conllevará una serie de sacrificios que no todo el mundo podría o estaría dispuesto a asumir.

R. A mí la verdad es que el balonmano no me ha supuesto un gran sacrificio, no he tenido que sacrificar grandes cosas. Posiblemente el hecho de que tengas que vivir cada poco tiempo en una ciudad, ya que cuando tienes hijos sí que notas el no tener cerca a tu familia y eso es un sacrificio, pero realmente el balonmano en concreto creo que no es un deporte demasiado sacrificado en comparación con lo que te aporta, tanto económicamente como emocionalmente y en recompensas. En ese sentido creo que el balonmano es uno de los mejores deportes que uno puede elegir.

P. ¿No hay algo a lo que haya tenido que renunciar para dedicarse al balonmano de forma profesional?

R. Pues no lo sé, pero si he tenido que renunciar a algo lo he debido hacer con mucho gusto, ya que ahora mismo no me queda ninguna espinita de decir por culpa del balonmano no he podido hacer esto o lo otro, no. Simplemente hay algunas cosas que tienes que asumir, por ejemplo algunos compromisos sociales que normalmente con otras profesiones están asumidos, como la asistencia a eventos familiares y cosas así, en nuestro caso hay veces que tienes partido y te tienes que aguantar; o si ocurren desgracias familiares y no puedes estar como te gustaría. Pero bueno, son pequeños sacrificios.

Garabaya y el resto de la selección española celebran el Campeonato del Mundo de Túnez 2005. Foto: Javier Brizuela.
Garabaya y el resto de la selección española celebran el Mundial de Túnez 2005: Foto: J.Brizuela.

P. Toda su carrera ha transcurrido en España. ¿Le gustaría haber conocido otras ligas y países?, ya que un jugador con su curriculum seguro que ha tenido ofertas de equipos extranjeros.

R. Sí, he tenido alguna oferta pero tampoco me ha interesado mucho moverme en ese mercado. No me arrepiento, posiblemente hubiera estado bien pero a lo mejor no. Me ha ido bien aquí y he estado a gusto en España, por lo que no es algo que haya echado de menos.

P. ¿Qué hubiera sido Rubén Garabaya si no hubiera triunfado en el mundo del balonmano?

“Soy un programador, que temporalmente se ha dedicado al balonmano”

R. Yo siempre digo que en realidad soy un programador, que temporalmente se ha dedicado al balonmano, por lo que simplemente me hubiera dedicado más tiempo a la programación y la informática de lo que lo he hecho. Ahora estoy volviendo a ello, he estudiado y me he preparado ya que siempre ha sido mi verdadera vocación más que el balonmano.

P. ¿Ha cursado sus estudios de programación antes o durante el ejercicio del balonmano?

"Es importante estudiar, pero en el momento adecuado".
R. Al final. Ahí cometí un error ya que tampoco sabía hasta dónde me iba a llevar el balonmano, entonces cuando empecé a jugar continué estudiando hasta que me di cuenta de que si seguía jugando al balonmano todo lo que estudiara lo iba a poder aplicar al cabo de muchos años, por lo que probablemente sería tiempo perdido. Serían unos estudios que, sí, te pueden dar un título pero no te dan ni la preparación ni los conocimientos necesarios, por lo que no tenía la motivación en ese sentido. Por ello creo que ese tiempo que intenté estudiar al principio del balonmano fue tiempo que perdí, así que después cambié la manera de verlo y planifiqué mi final de carrera para ajustar mi preparación académica a ese final. De hecho he estudiado programación hace más tiempo del que debería porque creía que me iba a retirar antes (ríe), por lo que acabé mi preparación hace ya tres o cuatro años y estuve incluso uno trabajando, compaginándolo con el balonmano. Fue durísimo ya que eran demasiadas horas y cuando uno intenta cumplir con todo el mundo es difícil, por lo que lo tuve que dejar ya que sentía que no cumplía ni en el campo ni en la oficina. Esto también fue demasiado pronto ya que luego he seguido jugando dos o tres años más, por lo que es importante estudiar pero en el momento adecuado.

P. Entonces, ¿diría que se pueden compaginar unos estudios con una carrera profesional en el deporte?

R. Por supuesto. Hay algunas cosas que son difíciles, como el tema de horarios para realizar exámenes, pero yo tuve la suerte de que en el centro de estudios al que acudí me pusieron todas las facilidades del mundo. Facilidades me refiero en cuanto a fechas, no a que me aprobaran ya que a mí me exigían igual que a los demás, pero valoré mucho que haya profesores dispuestos a perder su tiempo de descanso durante la jornada lectiva para explicarte cosas que ya han dicho en una clase a la que tú no has podido ir. Eso me parece una pasada y estaré siempre enormemente agradecido a estos profesores.

P. ¿Cree que los jóvenes deportistas tienen en mente qué hacer una vez concluya su vida deportiva o por el contrario es algo que en muchos casos se descuida?

R. Yo espero que sí, y deberían tenerlo, pero no es fácil. La vida de un deportista es complicada de planificar ya que nunca sabes si te vas a lesionar, si vas a seguir evolucionando o si vas a tener suerte, porque también es la suerte de estar en el sitio adecuado y hacer un gran partido justo el día en el que alguien que puede ficharte está viéndote. Me refiero a que depende de muchas cosas y no puedes hacer planes tan exactos ya que no sabes si tu vida profesional va a durar 22 años o 5, por lo que en la medida de lo posible tienes que abrir un poco tus opciones.

P. En este sentido, ¿deberían los clubes deportivos remarcar la importancia de los estudios en sus jugadores más jóvenes, para garantizarles un futuro al margen del deporte?

“Son los padres quienes tienen que orientar a sus hijos cuando están acercándose a los círculos del deporte profesional”

R. Yo no sé si eso es función de los clubes. Es decir, al final en deportes profesionales los clubes son empresas y hay que verlos como tal. Su objetivo no es el mismo que el de las empresas tradicionales, que es hacer dinero, pero ellos tienen que lograr éxitos y ganar partidos. En mi opinión está más en la educación de cada uno y son los padres quienes tienen que orientar a sus hijos cuando están acercándose a los círculos del deporte profesional, por lo que no sé si es responsabilidad de los clubes. Sí que tienen una oportunidad en ese sentido ya que si tú ofreces una serie de facilidades, de apoyo y de asesoramiento en cuanto a los estudios, será más fácil convencer a las jóvenes promesas de que tu club es un buen club para ir a jugar, pero creo que es más una situación por interés propio.

P. ¿Qué les diría a los jóvenes deportistas que viven del deporte o se ven con posibilidades de hacerlo?

R. Les diría que tengan un plan b, no con fechas exactas ya que es muy difícil pero que tengan un plan b. Cada día tienen que pensar: ¿qué voy a hacer si me pasa algo?, ¿qué voy a hacer si el año que viene me quedo sin equipo?, ¿qué voy a hacer si me lesiono?, siempre tener eso previsto e ir preparándolo.

Jugadores y directiva del Ciudad de Logroño acompañan a Garabaya en la inauguración. Foto: beSmart Logroño.
Jugadores y directiva del Ciudad de Logroño acompañan a Garabaya en la inauguración. Foto: beSmart Logroño.

P. En su caso así lo ha hecho, ¿cómo y cuando surge la idea de fundar su propio negocio?

R. Pues la verdad que fue más fruto de la necesidad y las ganas de quedarme en Logroño. Yo vi que como programador, que es lo que realmente me gusta, es complicado ya que es una profesión que no está muy bien tratada en España y es difícil ganarse la vida, y más si no estás en una de las grandes ciudades como Madrid o Barcelona. Yo tengo muchas ganas de quedarme en Logroño por lo que la otra vía que vi fue la opción de crear mi propio negocio y por contactos, amistades y familiares surgió esta idea, que está relacionada con el mundo que a mí me gusta, que es el mundo de la tecnología. Fui programador de teléfonos móviles, y ahora me quiero dedicar a venderlos y a repararlos, aunque no cierro la puerta a volver a dedicarme a la programación aunque sea de una manera amateur o como freelance.

Una profesión de riesgo

A pesar de la cada vez mayor demanda de programadores, no en vano es la ocupación tecnológica más solicitada por las empresas, la precarización está afectando enormemente a un sector relativamente nuevo. Los bajos salarios obtenidos en un oficio que, en muchos casos, carece de derechos laborales básicos (ya que con el fin de ahorrar costes al cliente final las pequeñas empresas tratan de evitar el pago de la Seguridad Social que corresponde a sus programadores) hace que esta ya no sea una elección tan atractiva para la juventud española.

P. ¿Hasta qué punto cree que su tirón mediático, por lo menos en Logroño o entre los seguidores  del balonmano, puede ayudar a que la gente se acerque hasta aquí?

R. Pues no lo sé. ¿Puede darse a conocer mi negocio por ser jugador de balonmano aquí en Logroño? Sí, pero si no das un buen servicio y no tienes un producto de calidad solo vas a conseguir que la gente venga a verte una vez y ya no vuelva, a largo plazo te lo tienes que ganar con tu trabajo y la calidad del servicio que ofrezcas.

P. ¿Le gustaría seguir ligado al mundo del balonmano? ¿Cómo?

R. Yo soy entrenador nacional. Una de las grandes oportunidades que tenemos los jugadores de balonmano profesionales es que cumpliendo ciertas condiciones tienes más facilidades para sacar el título de entrenador nacional. Es un título que aparte de como entrenador te da la oportunidad de trabajar de otras cosas y lo saqué porque nunca se sabe, y ya veremos a ver.

P. ¿Su mejor recuerdo como profesional?

R. Diría que la consecución del Campeonato del Mundo de Túnez en 2005. Tengo muy buenos recuerdos pero yo creo que ese es el mejor.

P. ¿Algún deseo por cumplir en el ámbito deportivo?

Siempre me quedará la espinita de no haber conseguido ganar una Liga o una Champions

R. Siempre me quedará la espinita de no haber conseguido ganar una Liga o una Champions. Jugué una Final Four de la Champions con el Barcelona y la perdimos y creo que ese es el mayor fracaso que he sufrido en el balonmano. También está el conseguir un título en Logroño, pero eso siempre ha sido más un sueño que una frustración.

P. ¿Y en el personal?

R. Pues no, la verdad es que estoy muy contento con lo que tengo y doy gracias al que sea responsable (ríe).