“Nuestra mayor gloria no está en no caer nunca, sino en levantarse cada vez que caigas” posiblemente no exista mejor definición para la selección española de balonmano que esta magistral frase de Confucio, aspirante con más posibilidades de conseguir el título de hombre más influyente de la historia. Un genio cuya filosofía  llegó a ser considerada nebulosa y bastante aburrida por conformar una enorme colección de tópicos ideales para funcionarios, pero que en cambio sirvió como alimento espiritual durante más de dos mil años en el camino vital de millones de personas.

Foto: www.proverbia.net
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Funcionarios del balonmano

También del camino de estos ‘funcionarios del balonmano’ con trece medallas en su palmarés, que han entrado por derecho propio en la leyenda del deporte español.  Y es que la gloria que ahora se saborea es la consecuencia de ese camino, pues la verdadera gloria, la más pura, es que España se convirtió en campeona tras caer en las cuatro finales anteriores. Por lo tanto tras haberse levantado otras tantas, también en esta quinta final, cuando el gris pendón de niebla, de una nueva helada, se cernía, pesado, sobre la fría Zagreb. Un partido para la historia en el que Suecia con un Appelgren estelar, comenzó mucho más inspirada tanto en defensa como en ataque que el combinado español, pero en el que España culminó por fin la cima ‘de su ocho mil’ en una segunda parte que dejó congelada a la selección sueca.

El domingo 28 de enero era el día y, el Arena de Zagreb, el lugar para no volver a caer en Europa, el de un equipo que ya había superado el inmenso muro de la legendaria Francia, el de un grupo que nunca dejó de creer. El de estos ‘Hispanos’ que se sobrepusieron al buen arranque sueco con un juego coral, la carrera con el balón, la movilidad y la eficacia, además del brillo de un fantástico Raúl Entrerríos y una montaña llamada Sterbik.

Con todo el corazón

Muchos pensaron que Suecia sería sencilla, pero el combinado sueco demostró que su llegada a la final se sustentó sobre la base de un equipo muy sólido, ordenado y quizás sin grandes figuras estelares, pero tremendamente difícil de superar como conjunto. Por ello Jordi Ribera, preparador del combinado español, avisó que la final sería muy complicada, que llegaban con muy pocas horas para la preparación y tres partidos en cuatros días, pero que la afrontarían como una lucha de principio a fin, desde el primero al último minuto, como así fue. Sus pupilos hicieron suya otra frase del filósofo chino que reza que por muy lejos que el espíritu vaya, nunca irá más lejos que el corazón. Parafraseando al maestro, a donde quiera que fueran, fueron con todo su corazón.

Cambiando el curso de la historia

El duelo fue por tanto el choque entre dos bloques, pero en esta ocasión la selección de Jordi Ribera cambió el curso de la historia. Aquella que años atrás en el Viejo Continente protagonizó crónicas encabezadas con el siguiente titular: Fue un gran partido. Lucharon por la victoria hasta el final, pero perdieron otra final europea. No, esta vez ganaron sumidos en un maravilloso fulgor, el de los corazones que refulgieron al rojo, como la sangre que corre caliente, sencillamente como la luz del camino que les condujo al gran secreto de la frase de Confucio, la gloria de levantarse. Cada uno de estos condenados a la ‘gloria’, se convirtieron en activistas de esa realidad, de ese hermoso tapiz de la perseverancia, la superación, aquel en el que se tejen las leyendas fraguadas en las lágrimas de sal de las derrotas, afluentes que van a desembocar en el mar de una gran victoria. Porque todo aquel que tiene la capacidad de estudiar y aprender de su pasado, puede escribir su presente y pronosticar por tanto su futuro.

Siguiendo el camino de Confucio

Y ese futuro que comenzó a vislumbrarse con la progresión de los últimos Europeos, cuarta en 2012, bronce en 2014, plata en 2016, -campeona del mundo en 2005 y 2013-, se selló con esta gran victoria para ser contemplada, para ser contada y saboreada. Una enorme gesta para grabarla en la piedra de la memoria del corazón, donde viento ninguno podrá borrarlo. Eso es sencillamente lo que hicieron los chicos de Jordi Ribera tras imponerse a Suecia por un tanteo de 29 a 23. Lo que hicieron los históricos ‘Hispanos’ siguiendo el camino de Confucio, coronándose por primera vez Campeones de Europa en Croacia. Cayéndose cuatro veces, levantándose otras tantas, para con su mezcla perfecta de veteranía y juventud, permanecer de pie y clavar la bandera de España en el pico más alto de la gloria del balonmano continental, aquella gloria esquiva en 1996, 1998, 2006 y 2016.

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Sobre el autor
Mariano Jesús Camacho
Diez años escribiendo para medios digitales. Documentalista de la desaparecida web Fútbol Factory. Colaboré en la web deportiva italiana Sportvintage. Autor en El Enganche durante casi cuatro años y en el Blog Cartas Esféricas Vavel. Actualmente me puedes leer en el Blog Mariano Jesús Camacho, VAVEL y Olympo Deportivo. Escritor y autor de la novela gráfica ZORN. Escritor y autor del libro Sonetos del Fútbol, el libro Sonetos de Pasión y el libro Paseando por Gades. Simplemente un trovador, un contador de historias y recuerdos que permanecen vivos en el paradójico olvido de la memoria.