“Es la decisión más dura que me ha tocado anunciar” diría después Jimmy Lennon Jr., speaker de la velada celebrada en Corpus Christi, Texas. Y es que tras una primera puntuación apurada pero justa para el español, las dos siguientes transformarían el rostro del vallecano hasta dejarlo con esa sonrisa irónica e inerte que por desgracia ya vimos contra Beibut Shumenov en 2010.

En la esquina opuesta, Tavoris Cloud, el campeón mundial semipesado por la IBF se abrochaba el cinturón sin hacer demasiado ruido. Continuaba invicto pero sabía que aquel combate significaba una mancha que no podía borrar. Las puntuaciones de los árbitros -115-111 para Campillo y 114-112 y 116-110 para Cloud- le adjudicaban una victoria que ni su trabajo sobre el ring, ni su ojo izquierdo, ni su actitud derrotista tras el tañido de la campana parecían esperar. Mientras tanto, la madre de Tavoris Cloud caía desvanecida. No podía canalizar la tremenda fortuna que había tenido su hijo.

Campillo impuso la inteligencia, el saber hacer, y el boxeo con mayúsculas para sobreponerse a un primer round que comenzó de la peor manera posible. Thunder Cloud hacía honor a su récord (23 victorias, 19 de ellas por KO) y mediante un durísimo derechazo ponía al madrileño en la lona. Campillo se levantaba, pero una nueva arremetida del entonces justificado campeón lo volvía a tumbar a falta de 40 segundos para el final del asalto. Nada bueno se intuía para el madrileño.

Thunder Cloud hacía honor a su récord y mediante un durísimo derechazo ponía al madrileño en la lona

Pero entonces salió a relucir todo el trabajo hecho durante estos meses en California. Campillo se recuperaba, manteniendo la distancia y evitaba ser cazado por un Cloud que había salido a morder. Tras un segundo asalto de recuperación para el español, a partir del tercero comenzó a recuperar sensaciones y por medio de varios uppercuts encontraba el rostro de su rival. Cloud dominaba el centro del ring, intentando achicar la distancia con un Campillo que sabía muy bien que sus opciones pasaban por evitar los intercambios y lanzar sus manos desde el contragolpe. Un Campillo que sabía muy bien que sus opciones pasaban por evitar los intercambios y lanzar sus manos desde el contragolpe

Había combate y hasta el mismo Tavoris Cloud lo sabía. El estadounidense sonreía a Campillo al final de la quinta entrega reconociendo que aquel español apodado ‘Chico Guapo’ distaba mucho de ser un rival cualquiera. Su ojo izquierdo, ensangrentado a causa de un corte, opinaba lo mismo. Cloud tiraría de orgullo y empuje para llevarse el sexto round, pero después vendrían los mejores momentos de un genial Gabriel Campillo.

El español comenzaría el séptimo round de forma fulgurante, encadenando varias buenas combinaciones que eran respondidas por medio del martillo pilón que Tavoris tiene en su derecha, pero las tornas habían cambiado. Ahora era Campillo quien durante este y el octavo asalto encontraba a Cloud en las cuerdas. Ya nadie se acordaba de las dos caídas, Campillo estaba pletórico y tan solo le faltaba clavar algo más sus puños. Sabedor de lo que estaba haciendo, el campeón español se retiraba a la esquina con los puños en alto.

En los asaltos finales entraba al ring el invitado que siempre se desea que llegue tarde. Ambos púgiles daban las primeras muestras palpables de cansancio, la movilidad de Campillo se reducía como también lo hacía el hambre de Cloud por recortarle las distancias. Pero sería entonces cuando Campillo exportara al público del American Bank Center lo bien que se estaba sintiendo encima del cuadrilátero, llevándose el penúltimo y antepenúltimo asalto gracias a las más claras y duras combinaciones de la noche.

“Es la decisión más dura que me ha tocado anunciar” diría después Jimmy Lennon Jr., ‘speaker’ de la velada

Precisamente fue en el decimoprimer asalto cuando Campillo estuvo más cerca que nunca de evitar tener que escuchar el bochornoso veredicto. El árbitro detenía la pelea para pedir la revisión del dañado ojo izquierdo de Cloud. El corte, profundo y elocuente, no fue sin embargo susceptible para detener el combate. Era el campeón.

El último round se lo adjudicaría Tavoris Cloud buscando sin resultado lo único que tanto para él como para todo el mundo podría darle la victoria, el nocaut. Con el sonido de la campana Campillo levantaba los puños entre los abrazos de sus preparadores. Se sentía y era el vencedor. Sin embargo, las cartulinas volverían a maltratarle de una forma más dura que cualquiera de los rivales a los que se ha enfrentado.

La imagen dejada por Campillo calará hondo en los Estados Unidos. Dominar a un campeón tan impoluto como Tavoris Cloud es algo que no pasará desapercibido, escaso fruto para un combate labrado con tanto trabajo y sacrificio. El boxeo por el contrario, nos deja la enésima muestra de un deporte que parece no tener escrito en su diccionario el significado de la palabra vergüenza.