Como todas las historias, todo tuvo un principio que nos transportaba hasta 2008, un desarrollo terriblemente largo que nos hizo esperar hasta una madrugada del sábado dos de mayo y un final, que llegaría en 12 asaltos que pasarían volando para cualquier amante del noble arte.

Subiría al ring Manny Pacquiao con la sonrisa propia de un niño a punto de entrar a un parque de atracciones, mientras que Floyd lo haría con la seriedad y la precaución que todo padre lleva en el mismo lugar. 

Con el sonido de la campana inicial se verían cumplidos los sueños del 99% de los aficionados a este deporte, el comienzo de esa gran pelea que se llevaba demorando años y años por motivos que no vienen al caso. 

Saltarían a un zafarrancho controlado ambos púgiles, con un Floyd Mayweather más lanzado en el primer asalto, mientras Manny Pacquiao se dedicaba a seguir al norteamericano e intentar buscar algún hueco, llegándolo a arrinconar de forma controlada contra la esquina en el ring, momento en el que sonaría la campana final.

En los siguientes asaltos veríamos a un Pacquiao mucho más ambicioso que su rival, siendo más agresivo y generando, por segunda vez en su carrera tras Jose Luís Castillo, temor a Mayweather. 

Corrió y esquivó, y para los jueces acertó, un Floyd Mayweather que nada tenía que ver con el que acostumbraba a lucir despreocupado sobre el ring. Por su parte Manny ajustó sus planes y redujo su agresividad para intentar conectar a Floyd con rápidas combinaciones en las cuerdas ante su rival, pero de cinco o seis manos lanzadas, sólo una o dos lograban encontrar el rostro de Mayweather.

Con el paso de los asaltos y la sucesión de lo mismo una y otra vez, parecíamos visionar un resultado nulo para los jueces, pero se pondría las pilas Floyd Mayweather en los últimos asaltos intentando ser aquel boxeador brillante en todas sus facetas, pero no lograría transformarse salvo en el undécimo asalto, donde vimos al boxeador más preciso del circuito.

La campana final sonó, y tras unas palabras amables entre ambos boxeadores los dos se expusieron al público para ser aplaudidos -o no-, como sería el caso de Manny Pacquiao, nombre que gritaría el estadio al ponerse sobre las cuerdas para saludar. Por su parte Mayweather gritaba ser el campeón ante una afición que no parecía guardarle mucho cariño.

Las tarjetas darían como ganador a Floyd Mayweather en una decisión unánime que pese a levantar polémica en el mundo boxístico, parece hasta cierto punto justificable. Dos tarjetas señalarían un "apretado" 116-112 para Floyd Mayweather, mientras que el último juez, quizás queriendo alzarse protagonista de un evento que no los necesitaba, otorgó un casi bochornoso 118-110, demostrando tal vez que los jueces, como los árbitros en el fútbol, no siempre acierten, para variar.