Para aquellos educados en la religión católica, la vida trata de un camino que finaliza en dos posibles metas al terminar ésta, el cielo o el infierno. Las buenas acciones te llevarán al primero, pero si te has torcido en la senda de la bondad acabarás pasando la eternidad atormentado por aquel al que llaman demonio y ocupa las pesadillas de todos los antes mencionados.

Para Floyd Mayweather, su vida ya parece ser el cielo. La vida del deportista mejor pagado del planeta, uno de los hombres más famosos del mundo y de los más extravagantes, cuyos lujos son conocidos por cualquier persona con internet o un simple televisor. "Floyd hace lo que quiere, puede hacerlo" decía una vez su padre y quizás tenga razón. Floyd hace lo que quiere, nadie se lo impide.

En su vida deportiva todo huele bien. Contratos millonarios, rivales asequibles y buenas ventas de sus PPV -Pay Per View-, si a esto le sumamos la mejor defensa del mundo boxístico en la actualidad nos queda él, el lider del ranking libra por libra de manera indiscutible para cualquier persona cercana al noble arte. Sin embargo, recordando a Jack Nicholson, "Alguien voló sobre el nido del cuco".

Efectivamente, alguien estropeó el mundo de gloria que Floyd vivía las 24 horas del día. Esta persona es el polo opuesto a Floyd Mayweather, en lo personal y en lo boxístico. Idolatrado en Filipinas, su país natal, donde todas las encuestas lo dan ganador en el caso de presentarse a la presidencia del país (recordando que ya es diputado del mismo). Un demonio tágalo, como lo llamó uno de los mayores referentes del boxeo en España, Jaime Ugarte, que con garra e insistencia, sigue tocando las puertas del paraiso de "Money".

Especialista en campañas de marketing, como es habitual en alguien cuya fortuna no tiene fin, Floyd lanza mes tras mes mensajes en contra de Manny Pacquiao. "Si yo contara lo que sé de él..." "Manny no genera dinero para enfrentarse ante mi" y más joyas que atesora en los medios el carismático norteamericano. Por su parte, Pacquiao sólo le exige algo, una pelea. Mientras que Mayweather sigue montado en su burra, el público empieza ya a impacientarse, y no menos importante, la cadena que contrató a Floyd, Showtime, le exige cifras y éstas se conseguirían claro, contra Pacquiao.

Mientras el padre de Floyd avisa de que "la pelea se dará, tiene que ser así", su hijo no quiere tan siquiera escuchar su nombre. "Amir Khan no podría ganarme" responde él, cambiando de tema y enfocándose en otro boxeador... y es que parece qué, mientras Mayweather se ofrece como el hombre más valiente, por las noches teme ver en sus dulces sueños al hombre que ningún luchador quiere tener delante, al mismísimo diablo.

La lista de víctimas de Mayweather es espectacular, pero si algo se le ha criticado durante mucho tiempo a este boxeador es su obsesión de terminar invicto su carrera, dejando pasar a buenos rivales para enfocarse en otros que, no dejando de ser buenos peleadores, se encontraban uno o dos escalones por debajo de la realidad. Ni la mejor de las campañas mediáticas pudo convertir a Robert Guerrero en un boxeador aceptable en aquel combate, ni Saul Álvarez merecía esa pelea.

Es la contradicción el mayor enemigo de Floyd, afirmando que Pacquiao no merece una oportunidad mientras él decide aceptar un combate ante Saul Álvarez, "El Canelo", un joven boxeador con mucho que aprender y mucha carrera por delante. "¿Qué hizo Saul y no Manny?" se pregunta la gente. Los motivos no son deportivos, evidentemente, se trata de un conflicto de cadenas televisivas, fajos de billetes y quizás, una fobia incontrolable a ser derrotado y por ello ser desterrado del más bonito y elegante de sus cielos, al mayor de sus infiernos, donde habita Manny, a la espera.

La prensa especula, como es costumbre, que la pelea será "el próximo año", discurso que Mayweather ha querido mantener vivo durante los últimos siete años con tal de que la gente piense lo que tiene que pensar, que él no tiene miedo. Mientras que Floyd sigue vendiendo carbón a precio de oro, los amantes de este deporte y con ellos los jefes, empiezan a preguntarle si algún día se subirá a un ring para enfrentarse contra él.

En el mundo del boxeo jamás será penada una derrota y es que la derrota contiene enseñanzas que nunca te otorgará una victoria, pero a estas alturas de su carrera una caida puede costarle a Floyd algo que teme y mucho, una puñalada en su elevado ego.
 

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Sobre el autor
Daniel Martin
Encargado sección boxeo, colaborador en F1. Viajante gracias al noble arte.