Miguel Indurain ganó, como todos pensaban y creían, su quinto Tour consecutivo en 1995. Fue el cuarto hombre en la historia en ganar cinco maillots amarillos después de Jacques Anquetil, Eddy Merckx y Bernard Hinault. Pero sin embargo, fue el primero en hacerlo de forma consecutiva. Con ese Tour, Indurain sumaba así siete grandes vueltas por etapas y se situaba en la cuarta posición histórica (solo superado por los 3 hombres anteriores) en número total de grandes vueltas ganadas.

Un quinto Tour autoritario

Su quinto Tour no fue fácil, pero fue su Tour más autoritario, mostrándose sólido como siempre en las cronos y también en montaña, aguantando ataques de cualquier corredor (ya fuese de corredores en fuga o durante la misma ascensión). El primer punto de su autoritarismo en esa edición fue la novena etapa (después de la jornada de descanso), que acababa en La Plane. Alex Zulle, que intentó ganarle tiempo después de que este le metiera más de cuatro minutos durante la etapa, atacó y empezó La Plane con una amplia diferencia, y con ventaja suficiente para arrebatarle el maillot de líder. Indurain descolgó a todos sus demás rivales y se fue a por el suizo, que le metió poco más de dos minutos de ventaja en meta. Los demás corredores quedaron totalmente descolgados y con demasiado tiempo perdido como para intentar quitarle el amarillo al navarro.

Otra demostración del buen estado de Indurain en ese Tour fue la siguiente etapa, que finalizaba en el mítico Alpe d'Huez. Dentro ya del puerto, Indurain dejó a todos sus rivales y se llevó con él, solo a Zulle y a Riis, en un intento de coger a Pantani (que iba escapado) y que al finalmente no fraguó. En las siguientes etapas no tuvo mayores problemas en aguantar el maillot de líder, e incluso aumentó la diferencia en la crono del lago de Vassivière. Un Tour de 1995 que volvía a demostrar que el español Miguel Indurain era el más fuerte de la carrera.

Fuente: Quique García | MD.

Ambicioso, a por el sexto

En la temporada de 1996, el Tour volvía a ser su objetivo, ya no solo por ganarlo por sexta vez y demostrar que a sus 32 años aún tenía piernas para aguantar al máximo nivel, sino también por haber sido el primer ciclista de la historia que superaba la barrera de los cinco Tours (además del hecho de haberlos ganado de forma consecutiva). Y para intentar lograr el ansiado sexto maillot amarillo se organizó la temporada tal y como lo había hecho en el año anterior: empezó la temporada en la Volta ao Alentejo ganando dos etapas y la clasificación general, y siguió en la Vuelta a Asturias; de cara al Tour, renunció a competir en el Giro y compitió en la Midi Libre, la Bicicleta Vasca (etapa, maillot de la regularidad y general final) y para finalizar su preparación se presentó en la salida del Dauphiné Libéré (dos etapas, maillot de la regularidad y general final).

Con la gran temporada que había hecho el navarro, en ese Tour volvía a ser el máximo favorito, y volvía a tener como máximos rivales al danés Bjarne Riis (quién había demostrado en el pasado Tour que podía plantarle cara al navarro tanto en la montaña como en la crono), y al suizo Alex Zulle (segundo en la pasada edición). Iba a ser el Tour de un prometedor Jan Ulrrich, que quedaría segundo en París.

El mal tiempo desgasta a Indurain

El Tour empezaba en Holanda con una crono y varias etapas llanas propicias para las llegadas masivas y a las que les acompañaron jornadas de frío y lluvia que tan poco le gustaban al corredor navarro. Esa mala meteorología les acompañó también en Francia y la primera muestra de que Indurain rendía mucho mejor con el calor del verano que con la lluvia y el frío fue en la etapa que finalizaba en Les Arcs. Por delante se había marchado Luc Leblanc y todos los favoritos aguantaban en un grupo en el que tiraba el equipo ONCE. A cuatro de la meta, el navarro sufrió un desfallecimiento que le alejó de las posiciones cabeceras de la clasificación general. Una jornada para el olvido del navarro y de los aficionados españoles, donde vieron que, por primera vez, Miguel Indurain se había mostrado débil en el Tour, en la carrera que había dominado él y su equipo los cinco años anteriores y era posible que lo perdiese.

Luc Leblanc ganó esa etapa, haciendo una soberbia ascensión que no pudo ser seguida por ningún otro corredor. Por detrás, Tony Rominger confirmaba sus buenas piernas en ese Tour, quedando en segunda posición, y tercero quedaba Luttenberger. Más tarde entraba Richard Virenque, que pasaba in extremis a su compañero de equipo Laurent Dufaux para arañar un puñado de puntos más para intentar conseguir su tercer maillot de mejor escalador (y que conseguiría finalmente), y Abraham Olano. En el siguiente grupo estaba Bjarne Riis, Fernando Escartin, Jan Ullrich y Pietr Ugrumov. Cuando entró el último de ese grupo, Indurain aún estaba pasando por la pancarta del último kilómetro, y en la meta entró con cuatro minutos sobre Leblanc y tres y medio sobre los favoritos. Una jornada para olvidar y que por desgracia no sería la última.

La siguiente jornada de montaña tenía como final la cima italiana de Sestrière. Evgeni Berzin llegaba a esa etapa como líder después de haberse consolidado en la anterior jornada, en la crono de Val d'Isere. Poco iba a aguantar el liderato el ruso del equipo Gewiss, ya que un excepcional Bjarne Riis se hacía con la victoria parcial y el liderato en una etapa que se tuvo que acortar hasta los 46 kilómetros debido a las malas condiciones meteorológicas. Por detrás entraba Luc Leblanc y Richard Virenque, y, tras estos, Tony Rominger que venía acompañado por Miguel Indurain, que solo había perdido 28 segundos con el danés y aunque eran escasas, aún tenía opciones para conseguir tan preciado maillot amarillo en París.

En la siguiente jornada de montaña (con final en Superbesse) no hubo diferencias entre los favoritos aunque el Banesto controló la carrera para que su líder intentara un ataque en busca de reducir tiempo con el danés. Victoria para Rolf Sorensen (compatriota de Riis) y mirada puesta ya en los Pirineos, donde los espectadores verían un nuevo duelo en las montañas del sur de Francia entre ambos corredores.

Los Pirineos, la cruz de Indurain

Y llegó el día. La fresca brisa de los Pirineos acariciaba la nuca de los corredores en Agne, que se presentaban en la línea de salida en busca de la cima del Hautacam, un puerto que solo se había subido en la edición de 1994 (y que dio por vencedor al francés Luc Leblanc). La decimosexta etapa del Tour comenzaba un 16 día de Julio, y pocos pensaban que aquella jornada iba a deparar una de las mayores sorpresas de ese Tour de Francia (por desgracia para los corredores españoles).

Los 199 kilómetros entre Agne y Lourdes Hautacam empezaban con la fuga del suizo Paul Richard , el italiano Mariano Piccoli (Brescialat) y el francés Laurent Roux (TVM), que mantenían una diferencia con el pelotón de tres minutos y 45 segundos con unos 126 kilómetros disputados. Por detrás, el grupo estaba comandado por el Banesto, tirando para Indurain, del que se esperaba mucho en la etapa ya que se encontraba en los Pirineos, muy cerca de su casa.

A poco de comenzar Hautacam entraban, ayudando al Banesto en su labor de caza, el Festina de Virenque, el Carrera de Claudio Chiapucci y el Poltin de Leblanc, en un intento de acabar con la fuga donde ya solo quedaba en cabeza el francés Roux. A 17 kilómetros del final, aún poseía un minuto y 17 segundos mientras en el pelotón se turnaban los relevos e imponían una nueva marcha el Mapei de Rominger por medio del campeón de Bélgica y reciente ganador de la Paris - Roubaix, Johan Museeuw y el italiano Andrea Tafi (3º en Roubaix de aquel año). Minetras el belga y el italiano relevaban en cabeza del pelotón, Indurain se situaba perfectamente en las posiciones delanteras del grupo principal y tras él se colocaban los demás favoritos. En esa situación parecía que quién iba a tomar la iniciativa en el puerto de Hautacam sería el español.

Fuente www.rtve.es

A menos de 13 kilómetros para el final y con Roux prácticamente cazado, el pelotón inició las primeras rampas del puerto. Indurain, siempre bien colocado en cabeza del grupo y esperando a un posible movimiento de algunos de sus rivales vio como, para sorpresa de muchos, el primero que se movió fue Manolo Fernández Ginés (actual campeón de España), que incrementaba el ritmo del grupo para las opciones de victoria de Tony Romiger y Abraham Olano.

Mientras el pelotón pasaba por un tramo de poco desnivel, el primer ataque serio venía de la mano de Alex Zulle, que no ponía en mucho peligro al liderato de Riis y cogió rápidamente ventaja. Ullrich relevaba a Ginés como cabeza del pelotón e incrementaba el ritmo para su compañero Riis, y dejaba al grupo ya en pocas unidades. Y en una de las rampas más duras de la subida se apartaba el gregario de Virenque y pasaba a comandar el grupo Miguel Indurain, que iba en cabeza, a su ritmo y siempre reservándose para más tarde.

El ritmo del español cazaba a Zulle mientras todo el grupo pasaba por la pancarta de diez kilómetros a meta. Metros más tarde, Dufaux daba un duro tirón al grupo que fue seguido inmediatamente por Leonardo Piepoli y Ullrich, que se puso de nuevo a tirar cuando el suizo se sentó sobre su sillín. Un duro ritmo del alemán que solo se terminó cuando atacó Bjarne Riis y seleccionaba el grupo, dejando únicamente a los grandes favoritos: el propio Riis, Indurain, Virenque, Leblanc, Piepoli y Brochard.

Indurain, hundido

Aprovechando un parón mientras el grupo pasaba por otro duro tramo, el danés atacó con un desarrollo muy duro y consiguió irse de la estela del grupo con mucha facilidad. Por detrás, Virenque y Leblanc saltaron a su rueda mientras Indurain no podía cambiar el ritmo y se veía superado por Olano y Luttenberger (entre otros). Riis ponía una marcha superior a la de los demás corredores y se marchaba en solitario mientras por detrás, se formaba un grupo con Virenque, Leblanc, Dufaux y Piepoli, y aún más atrás, ya totalmente hundido, el grupo comandado por Indurain.

Al pasar por la pancarta de dos a meta, el danés le sacaba casi un minuto a su grupo perseguidor y más de dos al grupo de Indurain, con Tony Rominger a su estela. Aunque le faltaba menos de un kilómetro, ya nada paraba a Bjarne Riis que entró en meta en solitario y dando una exhibición en el puerto de Hautacam que difícilmente será olvidada por los aficionados. Poco a poco iban llegando sus vencidos rivales: Dufaux cedió el segundo puesto a Virenque para que cogiera el máximo de puntos para consolidar el maillot de la montaña mientras él se conformaba con el tercer lugar, seguido de Leblanc y Piepoli. Por detrás Rominger, Ullrich, Ugrumov, Brochard, Escartín y Olano. Los que vieron la etapa aquel día por televisión tuvieron que esperar hasta los dos minutos y medio para encontrar al navarro entrando a meta.

Contrastadas imágenes nos ofrecieron el danés y el español. Por un lado, la rebosante alegría por haber ganado en Hautacam mostrando una soberbia condición física y tener casi adjudicada la victoria general por parte de Bjarne Riis. Por otro lado, la decepción de no haberse encontrado como él hubiera querido y haber perdido totalmente sus opciones de ganar ese ansiado sexto Tour de Francia de manos de Miguel Indurain.

Finalmente Riis se convertiría en el ganador de ese Tour de Francia de 1997, aumentando su ventaja en las siguientes etapas y llevándose ese Tour por un minuto y 41 segundo por delante de Jan Ullrich. Indurain, que solo pudo ser undécimo, siempre maldecirá esa etapa, que finalizaba en Hautacam, porque allí los aficionados vieron a su ídolo pasarlo mal, sufrir, verse superado por sus rivales, y que significó el final de la era de Miguel Indurain en el Tour de Francia, la carrera ciclista más importante del mundo.

El final de una era, de una era gloriosa para Indurain, para el ciclismo y para el deporte español que perdió, en aquella subida, una época que jamás olvidarán.