Sufrimiento, inteligencia y un golpe de suerte. Estas son las tres palabras que mejor expresan el Tour de Francia que ganó Roger Walkowiak en 1956. El ciclista francés, de ascendencia polaca y profesional desde 1951, llegó al cénit de su carrera con este maillot amarillo, tan inesperado y sorprendente como sufrido y merecido. El deseo de la prensa y el público de que el vencedor de la carrera más glamurosa del mundo fuese un ciclista con más caché le valió burlas y desprestigios que acabaron con la carrera profesional de Walkowiak y, no solo eso, si no que le amargó el resto de su vida.

La historia de 'Walko' y el Tour de 1956 es un cúmulo de casualidades. En principio, no iba a participar en la ronda gala pero un corredor de su selección, la del nordeste-centro  (de aquellas el Tour se corría por selecciones nacionales y las regionales francesas, no por equipos), Gilbert Bauvin, fue llamado por el combinado nacional y dejó una vacante que ocupó Walkowiak. Esta edición de la 'Grande Boucle' tuvo una clara ausencia de poder, ya que no participaron los grandes dominadores del ciclismo en el primer lustro de los años 50 como Coppi, Bartali, Bobet, Kübler, Koblet, Magni o Geminiani y Anquetil todavía no aparecido en escena para llevarse cinco Tours consecutivos, ya que comenzaría su 'festival' particular un año más tarde.Como favoritos se postulaban los escaladores más destacados, en esta ocasión Gaul, Nencini y el español Federico Bahamontes.

El inicio de un sueño

El hecho de que ninguna de las selecciones era especialmente potente, el descontrol se adueñó del pelotón y las escapadas multitudinarias eran el pan de cada día. La séptima etapa de aquella edición, disputada el 11 de julio entre Lorient y Angers sería el principio del sueño de Walkowiak que más tarde se tornaría en pesadilla. En esta etapa de 244 kilómetros se formó una fuga de 31 ciclistas entre los que estaba 'Walko' y que, tras cruzar la meta en 19ª posición y ser el mejor colocado en la general de los fugados, se vistió de amarillo. Tras cruzar la meta, los periodistas se arremolinaron ante él que, con la timidez por bandera, trató de ocultarse para balbucear mientras lloraba como un niño: "es increíble, es increíble".

Muchos consideraban a Walkowiak como "indigno" de llevar el maillot amarillo

A partir de este momento, todo lo que parecía maravilloso pasó a ser un calvario para Walkowiak. Los favoritos atacaban en tromba para tratar de arrebatarle el maillot amarillo, galardón que, tras derrumbarse de emoción cuando lo logró en Angers, pocos pensaban que pudiera soportar la presión de portarlo. Además, la prensa y el público en general le tildaban de "indigno" para llevar semejante símbolo del ciclismo y deseaban fervientemente que alguien con más nombre fuese su portador.

Cierto es que 'Walko' se encontró un recorrido favorable para llevar a cabo su gesta, con etapas cortas y puertos lejanos a meta, pero no cabe duda de que sufrió y mucho para hacerse con el maillot amarillo en París. Aun así, el guión de las etapas era calcado: Gaul y Bahamontes atacaban prácticamente de salida para tratar de "reventar" a Walkowiak y este, descolgado, sufría durante horas para perder el menor tiempo posible y mantener el liderato. En las etapas llanas los equipos más fuertes organizaban emboscadas en contra suya y en las contrarrelojes llegaba a meta tan exhausto tratando de ceder el menor terreno posible que incluso llegó a desmayarse al finalizar la prueba contra el reloj.

En la décima etapa Walkowiak perdió el maillot amarillo en favor de Voorting y más tarde, en la décimoquinta, recaería en Wagtmans. Este sufrió un terrible desfallecimiento tres días después, en el que Gaul se exhibió pero Walkowiak mostró todo su pundonor para recuperar el maillot amarillo.  Su trayecto desde aquí hasta París fue durísimo, sufriendo continuos ataques a los que tuvo que responder sufriendo para aguantar el maillot amarillo, que acabó salvando por poco, ya que en aventajó en 1:25 a Bauvin, el hombre al que sustituyó en la selección nordeste-centro, y 3:44 a Adriaenssens.

Jacques Goddet: "La ovación del público parecía más un lamento"

Un desconocido para el público, Roger Walkowiak, llegaba como vencedor a París, algo que no atraía a los aficionados. Jacques Goddet, director del Tour por aquella época, criticó la victoria asegurando que "la ovación del público parecía más un lamento". A partir de este momento, la prensa la tomó con él con titulares como "Walko ganó el Tour en el llano, no es un campeón". Todas estas críticas y esta presión no fue capaz de llevarlas bien y sus posteriores apariciones en el Tour no hicieron mejorar su imagen, con una retirada y un 75º puesto.

Walko cayó en depresión y trató de alejarse del ciclismo. Abrió un bar pero, cuando se corrió la voz de que regentaba un local, los aficionados fueron rápidamente para mofarse de él y del Tour que se había llevado. Finalmente cerró el bar y trabajó en una vieja fábrica de Montluçon. En los 90 concedió una entrevista, cuarenta años después, en las que dejó frases como "nadie sabe lo que sufrí" o, la más conocida de todas, "ojalá no hubiera ganado el Tour".