Euskaltel desaparece. Eso es algo que ya se sabía. Cuando los 26 corredores y los auxiliares se sienten a la mesa a cenar con sus familiares y amigos el próximo 31 de diciembre, sentirán un cosquilleo cuando empiecen los cuartos previos a las campanadas, y tras finalizar estás,  sentirán que fueron los últimos supervivientes de un sueño que parecía real, pero que finalmente no lo fue así. El sueño de un equipo local vasco con una filosofía propia que había cautivado a miles y miles de aficionados, más allá incluso de las fronteras vascas. Por eso, todos y cada uno de los amantes del ciclismo han recibido un duro golpe. Tocado y hundido. Adiós para siempre.

La afición siente que todo ha acabado de la peor manera posible Lo peor de todo no es la desaparición. Todo en esta vida acaba, y había que asumir que algún día todo esto se podía venir abajo. Quizás dentro de diez o quince años, pero no ahora y de la forma en la que este bloque se ha venido abajo. Quizás la estructura no era muy grande, pero sí su masa social, que ahora siente que estos 16 años han terminado de la peor forma posible.

No queda ni un solo metro de Euskal Herria en el que este equipo no haya tenido influencia. Francia, las tres primeras semanas de julio se transformaba en un mar naranja, que cual Moisés, los ciclistas conseguirán abrir con su paso. Cada ascensión, cada metro, cada pedalada, estaba seguida de cerca por miles y miles de aficionados que estaban deseosos de ver el naranja de Euskaltel saborear las mieles de la victoria. Porque este naranja no solo ha sido un color, ha sido la representación gráfica del ciclismo. Pese a que los resultados han sido bastante discretos, el equipo siempre ha movido a la masa. Euskaltel Euskadi, ha sido, es y será siempre será historia del ciclismo.

Es difícil que una afición vuelva a sentir lo mismo que han sentido los vascos por Euskaltel. |Foto: Euskaltel Euskadi.

Proceso rápido

Allá por mediados de junio, todos preparaban con normalidad el Tour de Francia. Incluso Euskaltel, que jamás podría imaginar lo que le esperaba en los siguientes meses. Ya durante la Grand Boucle saltaron los primeros rumores. Los medios se hacían eco de unos posibles problemas económicos en el equipo, “Euskaltel podría desaparecer si no encuentra otro patrocinador”, titulaban.

Parecía fácil. Un equipo con tanto tirón, con esa gran masa social, presuntamente no iba a tener problemas para encontrar un patrocinador que ponga los tres millones y medios presupuestados para las instituciones vascas. Pero el ciclismo está muy mal. Nadie invierte. Y los que lo hacen, lo hacen siempre con el miedo ese de no saber qué pasará.

La cosa fue empeorando. Euskaltel no salía a dar explicaciones, y aguantó la bomba en sus manos tratando de desactivarla. Sin embargo, les estalló sin que pudieran hacer nada. Finalmente, Mikel Astorkiza, máximo responsable de Basque Pro Cycling Project, sociedad encargada de gestionar el equipo, anunció lo que supuso el final de equipo: “Los corredores tienen libertad para negociar con otros equipos”. Sentenciados a la desaparición.

La prensa y los aficionados, que hasta ese momento no eran conscientes de la gravedad, puede que incluso muchos ciclistas tampoco o fueran, empezaron a hablar de un futuro negro, de que esto se acababa y de que había que empezar a pensar en un futuro sin Euskaltel.

Agosto podría haber supuesto un cambio. Los corredores con contrato, que eran catorce, veían como la entrada de Fernando Alonso a este mundillo les brindaba la oportunidad, y sobre todo la garantía, de poder correr al menos un años más, dos en el caso de Samuel Sánchez. Ellos encantados.

El equipo de Alonso no salvaba la estructura Pero en la afición se crearon dos corrientes. Por un lado, la corriente que estaba a favor de la compra de la licencia alegando que a falta de nada, se conformaban con ver correr juntos al menos un año más a los pesos pesados de ese equipo. Esta situación, que hubiese sido una sombra efímera de lo que había dado este equipo, gustaba  a muchos aficionados. Sin embargo, la otra corriente de pensamiento, que si bien no estaban en contra de la entrada de Alonso por esta vía, sabían que no iba a ser lo mismo. Pese a que sus corredores continúen juntos en bloque, no iba a ser Euskaltel, no iban a seguir formando parte del sueño dorado del ciclismo vasco, que duró 16 años y del que todo el mundo se despertó de golpe.

En 1997 nadie creía que esto pudiese llegar tan lejos. Más de 150 victorias ha obtenido Euskaltel desde entonces. Pero al igual que a finales del siglo XX nadie imaginaba ese inicio, y esa evolución, en la que se han obtenido triunfos en las tres grandes, en invierno de 2012 tampoco nadie se auguraba que esa evolución iba a ser decapitada de golpe.

Salvo Lobato, los fichajes de Euskaltel en 2013 no funcionaron. | Foto: Euskaltel Euskadi.

Cambios erróneos

¿Pero cómo se ha podido llegar a esta situación? Bien, todo comienza en el otoño de 2012. Tras una temporada discreta en la que solo se habían logrado ocho triunfos, los responsables de Euskaltel empresa, con Basque Cycling Project a la cabeza, optaron por ser más ambiciosos.

Tocaba revisión de la licencia por parte de la Unión Ciclista Internacional. Había serio riesgo de quedarse fuera del World Tour y por tanto, de no poder correr las mejores carreras del panorama internacional. Había dos opciones. Asumir la posibilidad de no cambiar nada y arriesgarse a ser casi seguro equipo de categoría Continental profesional, o romper todo lo realizado hasta ahora, fichar corredores de fuera y meterse entre los 18 mejores equipos – este año 19 – para asegurarse el mejor calendario.  Pero eso conllevaba dos cosas. Por un lado, pasar de 24 a 28 corredores y por otro lado la necesidad de invertir más dinero. Se pasó de un presupuesto inferior a los seis millones, a una cantidad cercana a los nueve. Euskaltel empresa, como patrocinador principal, asumía el montante económico del cambio.

De los 11 fichajes solo Lobato aportó algo Once corredores nuevos llegaron. Tres españoles: Juanjo Lobato y Garikoitz Bravo y Jon Aberasturi; un eslovaco: Jure Kocjan; un esloveno: Robert Vrecer; un griego: Ioanis Tamouridis; un portugués: Ricardo Mestre; Un ruso: Alexander Serebyakov; un marroquí: Tarik Chaoufi y dos alemanes: Andre Schulze y Steffen Radochla. De esos once, solo Lobato ha aportado algo al equipo. Sin duda, los fichajes, a excepción del andaluz han resultado ser un auténtico fiasco.

Pero hay casos y casos. Si bien Tamouridis sí que se impregno de la filosofía del equipo, de su combatividad y su presencia en carrera, corredores como los dos alemanes, Kocjan o Vrecer jamás se les vio. Parecía que no corrían.

Fichó a un corredor investigado por dopaje También está el caso de Tarik Chaoufi. El marroquí, que no tenía ningún mérito reconocido en el mundo del ciclismo más allá de ser el campeón nacional de su país, saltó al WT de la mano del Euskaltel. Firmaba un año. Pero no llegó a acabarlo. Tras tan solo once días de competición en los que no ha hecho nada, se le rescindió el contrato a finales de agosto alegando que no se había adaptado a la vida fuera de su país. Pero sin duda la situación más sangrante es la Serebyakov. El ruso corrió siete días. Desde enero hasta abril, hasta que se destapó su positivo por EPO el año anterior. Euskatel le apartó. No quería problemas. 

¿Pero que tiene esto que ver con la desaparición del equipo? La verdad es que mucho. En plena época de crisis, se decidió invertir mucho más dinero. Pero esa mayor inversión no daba resultados. Ni siquiera los que llevaban toda la vida allí estaban a la altura. Todo pasó muy rápido. El Gobierno Vasco anunció la retirada del patrocinio, tres millones y medio, que tuvo que afrontar Euskaltel empresa en 2013. Pero no podía hacerse cargo de ese montante en 2014. Ahí comienza la liquidación, fruto de una serie de decisiones y cambios erróneos que han llevado al equipo al adiós.

Dolor, mucho dolor. Decepción, mucha decepción. Tristeza, mucha tristeza. Eso es lo que sienten todos los aficionados vascos, que han visto como en poco tiempo les han robado parte de su corazón, y es que además del color rojo, en el corazón de los más acérrimos al ciclismo en Euskadi, también existía una parte naranja, una parte que ha dejado de latir para siempre.