Dicen que los grandes guerreros son aquellos que nunca se rinden, porque al no contemplar dicha opción en sus vidas, son prácticamente invencibles. Referencias como Leónidas I, Aníbal Barca, Napoleón Bonaparte, Espartaco o incluso Julio César serán recordados por compartir una ilusión: la de nunca rendirse hasta conseguir su objetivo. Ambición, paciencia, constancia y tenacidad son tal vez aspectos que deberíamos de tener muy presentes en nuestras vidas para hacer de un sueño una realidad. Decían que ya no era el de siempre, que solo ganaba en pruebas de menor calibre y que no tenía ambición. Cierto es, que la primavera del eslovaco fue difícil tras no poder disputar la victoria en Roubaix, en Scheldeprijs o en Harelbeke. Sin embargo, Sagan no tiró la toalla y cosechó resultados meritorios tanto en California como en Suiza. Poco después llegaría el Tour, un Tour donde le quedó la 'espinita' de no haberse podido llevar ninguna victoria. Tras cruzar los Campos Elíseos, la mente de Sagan ya pensaba en otra cosa, en ser el mejor del mundo en su profesión. Sus ojos ya estaban puestos en Richmond. Era la hora de reivindicarse y demostrar a todo amante del ciclismo que estaba de vuelta. Que mejor oportunidad que Richmond. Que mejor oportunidad para demostrar que él era el mejor en el arte de las dos ruedas.

Sagan consiguió llevarse de nuevo el maillot verde del Tour | Fuente: B.Bade - ASO
Sagan consiguió llevarse de nuevo el maillot verde del Tour | Fuente: B.Bade - ASO

Calentando motores

Llegaría el mes de septiembre, un mes que iba a cambiar para siempre la vida del joven eslovaco. Escoltado por Michael Kolar (Tinkoff) y su fiel hermano Juraj Sagan (Tinkoff), Peter Sagan se plantaba en Richmond, capital de la Mancomunidad de Virginia (EEUU) con un objetivo claro: conquistar el tesoro al final del arcoíris. Eran muchos los pretendientes de tal botín, muchos los candidatos a suceder a Michal Kwiatkowski (Etixx - Quickstep) en el trono del ciclismo pero la cruda realidad era que sólo uno podría ser el próximo campeón del mundo.

Todas las quinielas sonrían a Alexander Kristoff (Selección de Noruega), John Degenkolb (Selección de Alemania) o incluso Mark Cavendish (Selección de Gran Bretaña). Sagan era consciente que había quedado relegado a un segundo plano. Lo cual, era más bien una ventaja ya que contaba con el factor sorpresa de atacar cuando nadie le vigilara. Todo era cuestión de cabeza y fuerza. El arcoíris le estaba esperando.

Su pasión por el ciclismo era la mejor baza. | Fuente: Specialized
Su pasión por el ciclismo era la mejor baza. | Fuente: Specialized

Sólo contra el mundo

Al tener sólo dos compañeros de equipo, Peter Sagan se veía en la obligación de estar pendiente de cualquier amenaza potencial durante la carrera. De ello dependía. Es por eso, que el eslovaco permaneció en posiciones delanteras durante la mayoría de la carrera. Desde la retaguardia, listo para atacar en cualquier momento.

Fueron varios los ciclistas que decidieron desafiar al destino. El local Taylor Phinney (EEUU), el belga Sep Vanmarcke (Bélgica), el checo Zdenek Stybar o el alemán John Degenkolb intentaron romper la carrera en más de una ocasión atacando en puntos concretos como Libby Hill. Sin embargo, la historia no íria con ellos en esta ocasión. Habría que esperar a que un joven de 25 años saliese de la nada a conquistar el todo a falta de 3km a meta.

Sería Greg Van Avermaet (Bélgica) el elegido para encender la mecha. La empedrada calle 23 de Virginia iba a ser testigo de un movimiento que iba a pasar a la historia. Detrás del belga, la corpulenta figura de Peter Sagan permanecía a la espera de atacar y dinamitar por completo la carrera.

Así pues, aquel ciclista natural de Žilina no esperó más. Había llegado la hora, había llegado ese momento que tanto había esperado, había llegado ese instante para demostrar que él era el mejor del mundo.

Con potencia, fuerza, ambición e ilusión, Peter Sagan reventó al belga Van Avermaet que a duras penas pudo resistir tal ataque. Vigilando siempre su posición, el eslovaco apretó los dientes y puso toda la maquinaria a funcionar. A dos kilómetros de meta sólo Van Avermaet y Edvald Boasson Hagen intentaban cazar a un misil que estaba volando sobre Virginia. En el pelotón, la selección española observaba atónita el majestuoso descenso que estaba realizando el eslovaco. Todos se miraban, ¿qué hacer ante tal ataque?

A un kilómetro de la gloria, Peter Sagan ya vislumbraba una meta que se hacía eterna. Las fuerzas empezaron a flaquear pero su pasión y su amor hacia el ciclismo lo llevaron en volandas hacia la victoria. Miraba atrás en busca de referencias pero estaban muy lejos. Había volado en busca del arcoíris y estaba a centímetros de llegar por fin a su objetivo. Era el más fuerte porque había vuelto de la oscuridad para iluminar a millones de aficionados que contemplaban con alegría una hazaña que pasará a los anales de un deporte maravilloso. Era él, era el elegido para ganar y llevarse al título más codiciado del mundo ciclista. El ciclismo se lo debía porque a aquel que nunca se rinde, la vida le acaba sonriendo sin duda alguna.

Otra lección de superación

Todos recordaremos aquellas preguntas acerca de los arcoíris. ¿Por qué ocurren? ¿Por qué se ven tantos colores? La explicación a ello siempre ha sido la refracción que ocurre cuando la luz atraviesa las gotas de agua.

A modo de metáfora, cabría decir que una vez más la ilusión, el trabajo y la constancia pudo superar cualquier mal. De nuevo, la luz del esfuerzo se había impuesto al mar de dudas. Y al final va a ser verdad que cuando pierdas, no hay que fijarse en lo que pierdes, sino en los que tienes por ganar. En Richmond, el ciclismo volvió a dar una lección de ello porque al fin y al cabo rendirse no es una opción y quien lo sigue, lo consigue.

Peter Sagan junto a Katarina Smolkova tras su victoria | Fuente: Peloton Magazine
Peter Sagan junto a Katarina Smolkova tras su victoria | Fuente: Peloton Magazine
VAVEL Logo
Sobre el autor
Rafael  González Graciani
Nunca es pronto para cumplir tus sueños. Apasionado del ciclismo y del periodismo. Compagino pasiones en Espacio Ciclista y en la redacción de ciclismo de VAVEL España.