Oliver Kahn y Santi Cañizares en la final de la Champions League de 2001, Laurent Jalabert y Bert Dietz en La Vuelta a España 1995, Ayrton Senna y Érik Comas en el Gran Premio de Bélgica de 1992, Telmo Zarra y Arnau en La Rosaleda en 1949… La historia del deporte está plagada de increíbles historias de altruismo, historias que anteponen el compañerismo al éxito personal. El ciclismo, con Jalabert y otros, no es una excepción. Hace 100 y 75 años, el Tour de Francia no se disputó debido a la Primera y la Segunda Guerra Mundial, respectivamente. En la Gran Guerra (1914-1918) hubo un hombre que, pese a su trágico final, pasó a la historia, convirtiéndose en una leyenda del ciclismo y de Francia. ¿Su nombre? François Faber.

François Faber, el multiusos

François Faber nació el 26 de enero de 1887 en Normandía.  Dejó la escuela con 13 años en 1900, empezando a trabajar. En un corto período de tiempo, Faber tuvo numerosos empleos, desde camarero hasta obrero. En 1904 empezó a pedalear con una bici que le prestó un amigo. No cabe duda de que le gustó.

Sin apenas experiencia en el ciclismo, se inscribió en el Tour de Francia de 1906 con 19 años. En pocos años realizó una meteórica progresión, ganando 19 etapas de la Grande Boucle, siendo segundo en 1908 y 1910, además de ganar clásicas como el Giro de Lombardía de 1908 y la París-Roubaix de 1913. Bien, de hecho ganó el Tour de Francia en 1909. Casi nada. Sin embargo, Le géant de Colombes (El gigante de Colombes), apodado así por su imponente altura en aquella época (aunque eran apenas 1,78 metros), no es conocido hoy en día solamente por tener dos de las mejores piernas de su época. También lo es por tener uno de los mejores corazones de la historia del ciclismo mundial.

Ciclista primero, Faber fue caporal después. | Fuente: Bike Race Info
Ciclista primero, Faber fue caporal después. | Fuente: Bike Race Info

Tanto dentro como fuera de la competición, Faber demostró ser un hombre con gran corazón. Mientras fuera ayudó en el desbordamiento del río Sena, dentro ayudaba a los demás ciclistas cuando sufrían una avería, cuando no les quedaba comida o no tenían sitio donde dormir. Pese a ello, el ciclista francés de origen luxemburgués tenía tiempo para ganar.

François Faber, el agradecido

Sin embargo, es debido a su muerte durante la Primera Guerra Mundial que es todavía conocido y respetado hoy en día. Cuando ésta empezó, Faber se alistó voluntariamente, considerándolo un deber: “Francia ha hecho mi fortuna. Es normal que la defienda.”, dijo.  El 23 de agosto de 1914 lo dejó todo, incluyendo a su mujer Eugénie. Pocos meses después, partió con su regimiento hacia el frente, siendo nombrado caporal en enero. Fue entonces cuando una misiva proveniente de su esposa le dio una noticia quizás un tanto inesperada: iban a ser padres.

Los meses siguientes fueron seguramente los más duros de su vida. Mientras a pocos metros el enemigo quería acabar con su vida, a centenares de kilómetros su mujer esperaba la niña que da nombre a este reportaje. Nació el 5 de mayo de 1915.

Un par de días después del nacimiento de su primera y única hija, Faber escribió una carta a su mujer, la cual contenía este fragmento:

Por lo tanto, podemos contemplar sin dudar la situación ya que ninguno de nosotros es inmortal. Estoy contento de que seamos padres, ya que esto habría sido un dolor de cabeza si esto me hubiera llegado malherido. Todo te pertenece en el caso de que… Es necesario tenerlo en cuenta. Sí, hasta tu muerte podrás disponer un poco de lo que tenemos.

Dos días después empezó la Batalla de Artois. Justo aquel día, el 9 de mayo de 1915, Faber desapareció para siempre. Pese a las búsquedas, no se encontró su cuerpo.

Un hombre en mayúsculas. | Fuente: L'Équipe
Un hombre en mayúsculas. | Fuente: L'Équipe

¿Premonición? Aunque pueda parecer una mera casualidad, las palabras que Faber escribió a 48 horas de su fallecimiento sirvieron para engrandecer todavía más su nombre, demostrando su inmensa valía e humildad como ser humano, incluso en los peores momentos.

François Faber, el espontáneo

Aunque haya versiones que digan que Faber falleció tras saltar de alegría al saber del nacimiento de su hija, no hay indicios de que ello fuera cierto, ya que las fechas no coinciden y no parece que nadie viera el cuerpo del ciclista, fallecido a los 28 años. Esta versión es quizás la más conocida, seguramente porque exalta todavía más la figura de Faber. No obstante, todo apunta a que ello no fue cierto y que Faber murió en la Batalla de Artois el 9 de mayo.

François Faber en el Tour de Francia de 1910. | Fuente: La Croix
François Faber en el Tour de Francia de 1910. | Fuente: La Croix

Conmovedor y honrado”, dijo su nieto Jacques en un homenaje realizado a su abuelo en 2015, reconociendo su profunda admiración por su abuelo.  Esta admiración sigue presente hoy en día, más de cien años después de su muerte. Faber fue una bendición para el ciclismo, un hombre que, pese a no ser profesional y encontrarse con el ciclismo casi por casualidad, supo demostrar que, aparte de ser un héroe sobre una bici, también lo fue ayudando a los demás, incluso a sus rivales.