Una joya de la comedia francesa: ‘La cena de los idiotas’ (1998)
Los dos protagonistas de la película en uno de sus delirantes enredos. (Foto: lenouscultura).

La cena de los idiotas es una comedia imperdible para los amantes de este género que demuestra que para hacer reír no hace falta caer en el humor burdo, vulgar y casi escatológico del que abusan la mayoría de las comedias de Hollywood de los últimos años. Este film derrocha humor inteligente por los cuatro costados, basándose en los diálogos y en las situaciones de enredo para divertir al espectador que no puede parar de reír durante todo el metraje, todo ello sazonado con una moraleja y tintes de crítica social que no pueden pasar desapercibidos. La película ofrece situaciones desternillantes y surrealistas con las que es imposible no soltar varias carcajadas.

Esta película parte de una premisa simple pero no por ello menos sorprendente: un grupo de amigos de un estrato social alto (casi todos ‘burgueses’) tienen que invitar cada uno a una persona que ellos consideren idiota a cenar para, básicamente, mofarse de ellos durante ese tiempo. Pero todo se vuelve menos divertido para uno de ellos cuando sufre un lumbago y aparece el invitado en su casa, poniendo toda su vida patas arriba y, de alguna forma, vengándose involuntariamente de todo ese entramado hiriente que crean con esas ‘cenas de idiotas’.

La película se desarrolla básicamente en interiores, el 90% dentro de una misma casa, usando exteriores en ocasiones muy esporádicas y, sobre todo, en el principio donde sitúa la historia. Es una adaptación brillante y genial llevada a cabo por el mismo hombre que creo esta fantástica obra de teatro. Veber adapta su propia obra con gran maestría y haciendo encajar a la perfección el engranaje que conforma la historia. Gran parte de culpa la tiene el grandísimo reparto de actores que participa, destacando por encima de todos el papel de Jacques Villeret, un actor que desafortunadamente desapareció pronto (2005) pero siempre quedaran sus actuaciones como la de encarnar a François Pignon en este film.

Además del humor la película deja grandes moralejas y enseñanzas e, incluso, crítica social. La película se desarrolla de tal manera que critica a las clases acomodadas que se creen superiores a los demás y no dudan en mofarse de los que creen inferiores. Francis Veber en esta historia demuestra que a veces los que se creen los más listos son los más tontos y que los más ricos, al final, son los más pobres, sobre todo en lo referente al alma y al espíritu. También Veber hace una especie de regeneración de la ‘screwball comedy’ que nació en Hollywood aproximadamente en los años 30, este tipo de comedia consiste en que dos personas que aparentemente se llevan mal, al final por una sucesión de motivos y aventuras acaban siendo inseparables. Esto de alguna forma es lo que sucede con los protagonistas de esta película, obviamente Veber al final no duda en darle la vuelta a la situación de nuevo convirtiéndolo en una especie de parodia de este tipo de películas.

Un elemento muy importante en esta película es el intercambio de roles que se da a lo largo del metraje entre los dos protagonistas principales, de esta forma el espectador al final no sabe quien de los dos es el verdadero idiota y Veber utiliza este aspecto para potenciar aún más todo las moralejas que va sutilmente colocando en la película. De esta forma todo espectador que vea la comedia de forma activa (con interés y atención) además de divertirse pueda sacar multitud de conclusiones sobre la forma de ser de las personas que aún perduran y que siempre estarán presentes.

Lo que transmite esta película es que las apariencias engañan y es una crítica muy ácida de las clases sociales y las diferencias que 'los burgueses' quieren establecer con el resto de personas. Otro aspecto que quiere resaltar la película es que toda acción más tarde o más temprano tiene una consecuencia La película también muestra como la amistad está por encima de todas las cosas y refleja el perdón(aunque a largo plazo).

En el año 2010 se hizo un remake americano, totalmente innecesario e prescindible, que olvida toda la inteligencia de la película original y usa una cantidad de tópicos y situaciones estrambóticas en las que es difícil esbozar siquiera una ligera sonrisa. Esta es otra de las últimas costumbres del cine americano, rehacer películas de otros países en las que muchas veces el resultado es casi sonrojante.

Por último recomendar el visionado de otras dos películas de Veber (Salir del armario y el Juego de los idiotas) que aunque no llegan a la altura de La cena de los idiotas demuestran que la comedia francesa posee casi siempre un nivel muy alto, además utilizan el personaje de François Pignon, obviamente usando actores distintos. De esta forma aunque las películas no tengan nada que ver se forma una especie de trilogía en lo relativo al personaje ficticio principal y el director.

En definitiva La cena de los idiotas es una película más que recomendable para los amantes de la comedia , que permite disfrutar y a la vez reflexionar, cine francés de muchos quilates. ¡A disfrutar!

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