Crítica de 'Demolición'
Foto (efecto bob): movpins.com

Aclamado y recordado por la canadiense C.R.A.Z.Y. (2005), Jean-Marc Vallée se lanzó al mercado estadounidense con la también aclamada Dallas Buyers Club (2013), que remató el rápido ascenso al estrellado de Matthew McConaughey (pronunciado "macónahey, no macónahiu"), y que le valió numerosos premios, entre ellos el Óscar, a él y a su compañero de reparto Jared Leto. En 2014, llevo a la gran pantalla la autobiografía de Cheryl Strayed, que dio lugar a Alma Salvaje, una película con buen material sobre el que trabajar su reparto, pero con una historia bastante repetida, contradictoria y sentimentaloide. Este año, Vallée nos trae un producto con ciertos paralelismos con lo que resultó ser Alma salvaje, y una historia prima hermana de American Psycho (2000).

Es muy difícil creernos a un personaje como el que encarna el talentoso Gyllenhaal, si bien es cierto que la dirección ayuda. Demolición nos presenta a un anarquista cínico con raíces en una vida acomodada; el protagonista de la historia trabaja en una gran empresa de compa, venta y acuerdos con números intangibles, que circulan por cables. El jefazo de la misma es su suegro. Vive en una casa diáfana, espaciosa, minimalista, de revista. Hasta que su vida se tuerce en el minuto 1 de película. A partir de entonces, el "bicho raro" toma el control, y nuestro protagonista se convierte en un irreverente  y estridente inconformista, tocando los huevos a todo aquel que pretenda mantener la calma y la seriedad (incluso a su suegro). Aún así, la película regala ciertas escenas o momentos entre lo absurdamente cómico y el descaro simpático de aquel que hace o dice lo que todos comentamos o nos preguntamos, pero nadie se atreve a pronunciar.

Los ingredientes extra de esta película son el peculiar personaje de Naomi Watts, que se mueve con el protagonista con los pies más en lo convencional y lo políticamente correcto. Sin embargo, es el hijo de ésta el que todavía potencia más el comportamiento impredecible del personaje de Gyllenhaal.

Hasta aquí, la película se sucede como un curioso deambular rupturista de la vida del protagonista, en un entorno irritante, mecánico y autómata. Pero el final tira todo por la borda, al plantearnos el fin de la crisis del personaje a través de un post-it que había en la nevera de su casa. Entonces, se suceden una serie de escenas que suicidan la película hacia un pseudo happy ending. Igual hay que ser más profundo y objetivo para comprender estos cambios, pero a uno le queda la sensación de que todo lo mostrado no ha servido para absolutamente nada. Nuestro protagonista, definitivamente, pierde sus principios, su carisma, y su coherencia (si es que alguna vez la había tenido). Al observar los créditos de la película, se tiene la sensación de haber visto algo hilado de manera chapucera, y puede conducir a que uno se pregunte hablando en voz alta: "Y todo esto, ¿para qué?".

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