Crítica de 'bestefreunde'
Foto (efecto bob): www.germanfilmsquarterly.de

Tras su paso por el 44º Festival de Cine de Huesca, este trabajo en colaboración entre el alemán Jonas Grosch y el aragonés Carlos Val se ha proyectado entre el 1 y el 7 de julio en los cines Aragonia de Zaragoza. No parece haber información confirmada de si va a haber una mayor distribución de la película. Lo que sí se puede decir es que bestefreunde o bestfriends quizá se trate de una de las películas que, sin emplear desde fuera complejas destrezas técnicas o narrativas, mejor resultado obtenga, teniendo en cuenta la modestia de su misma existencia.

Con un presupuesto alrededor de los 200.000 €, y con un guion escrito en (por increíble que parezca) tres meses, sus mayores bazas giran en torno a un trabajo detallado, mimado y coherente alrededor de sus personajes, sus diálogos y sus situaciones.

bestefreunde se mueve entre la comedia y el drama, dejando despuntar con sutileza la carcajada a través de los problemas y los cambios que están viviendo los personajes. Susi Q (Katharina Wackernagel) y Mark (Sebastian Schwarz) son dos muy buenos amigos que, después de un tiempo, planean viajar a Sudamérica, trabajar juntos y volver a vivir aquellos buenos años que un día vivieron. Pero Mark está comprometido con otra mujer que parece quitarle bastante tiempo, algo que Susi Q no quiere pasar por alto. A la vez, ella tiene los días contados en el piso de su familia en el que vive, antes de que acaben echándolo abajo para construir viviendas de lujo. Tras esta premisa de "tira y afloja" que quizá pueda sonar a ya vista, Val y Grosch despliegan encanto, inteligencia y, en definitiva, humanidad. Entre escenas que van oscilando entre lo cómico, lo inocente, lo grotesco y lo nostálgico, los realizadores proponen una serie de visiones hacia el mundo que nos rodea, y de cómo nos hace ser.

En definitiva, bestefreunde es un producto de múltiples capas que conviven de la misma forma que se produce una sólida relación entre personas (sean amigos o pareja). Se trata de una película que avanza de buen humor, lanzando al aire reflexiones sobre la propia personalidad de uno mismo, y de cómo se desenvuelve con los demás. Un disfrute que se mueve con soltura, gracia y sin demora en un ambiente nada forzado ni histriónico. Da la sensación de que nada sobra, y diseccionar todo ese trabajo de coherencia narrativa y psicológica que hay en esos personajes, que hablan y se mueven por las escenas de manera tan natural, con vida propia, permitiría atesorar las habilidades y la visión de sus directores.

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