Crítica de 'Elle'
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Gritos de mujer sirven como prólogo de esta inquietante película sobre las emociones femeninas. El miedo, la duda, los trastornos familiares y el deseo se entrecruzan con el humor más bestia que una película sobre una violación puede soportar.

Michelle es una exitosa empresaria de videojuegos que vive una existencia marcada por sus traumas pasados mientras intenta lidiar con un hijo inútilmente enamorado y con un ex marido felizmente encaprichado. Pero la realidad de Michelle esconde gran cantidad de sombras que se empiezan a cernir sobre ella aguardando entre las cortinas.

Y es la neblina oscura de las calles de la contemporaneidad francesa la que es trasladada en una suerte de mentiras, sexo, perversiones y voyerismo. Como siempre, el director Paul Verhoeven encuentra belleza en la provocación más delirante que uno puede encontrar en el cine internacional. Convertir al espectador en un mirón de una serie de interminables de obscenidades genialmente filmadas está a la altura de pocas obras cinematográficas. Elle es un oscuro abismo de diversión al que nos vemos postergados sin rendición alguna.

Sin apenas tiempo para reflexionar, la cinta nos lleva por caminos irrisorios, cientos de historias de lo que podría haber pasado se forman en las cabezas de los espectadores para al final descubrir que ninguna de ellas encaja. La capacidad del director para hacernos imaginar respuestas para este enorme rompecabezas de la depravación va más allá de la moralidad frecuente del cine moderno.

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Isabelle Huppert se niega a ser la víctima de un abuso atroz, eleva su venganza y la mezcla con deseo. La actriz consigue mezclar el más imprudente vicio con la ternura maternal sin caer en tópicos propios del cine del otro lado del atlántico. Verhoeven aprendió de los errores de otras cinematografías, el hombre que triunfó para volver ha sido elegido para representar a Francia en los Oscar. Su venganza puede ser terrible.

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