Crítica de "La Cura del Bienestar"
Crítica de "La Cura del Bienestar". Foto: Hobby Consolas

Tras el estrepitoso fracaso de El Llanero Solitario en 2013, el director Gore Verbisnki y el guionista Justin Haythe necesitaban un lavado total de cara para redimirse de su gran pecado. Tras 4 años elaborando una posible cura, la pura intriga fue el terreno escogido para su redención, esta vez alejados de los grandes presupuestos y rostros ultraconocidos. Así, el director se aleja de las épicas historias de piratas o vaqueros para presentar algo tan actual como un joven ejecutivo de una empresa que tiene que lograr un mega-acuerdo económico. Para ello, tiene que convencer al veterano CEO de la compañía de participar; sin embargo (y aquí entra la ficción), el hombre no quiere abandonar un misterioso balneario donde la gente va a curarse una enfermedad no explicitada que les impide poder y querer volver a la rutina diaria.

Muchas incógnitas y mucho tiempo para plantearlas y desarrollarlas. En este largo y aparentemente interesante camino, el sendero a recorrer bien merece la pena contemplarlo con los ojos bien abiertos: la forma general de la película está muy bien trabajada, consciente de la intención intelectual del contenido y su necesidad de evocarlo también en cada decisión de planificación. Así, por ejemplo, el arranque de la película parece dejar claro su intención de criticar la actualidad desde un apartado más mental. Esos planos panorámicos de grandes edificios en una ciudad que bien

El maravilloso apartado visual de la película. Foto: Sensacine
El maravilloso apartado visual de la película. Foto: Sensacine

podría ser Nueva York o Los Ángeles, y que sin embargo ofrece una imagen de cualquiera de estas grandes ciudades bastante desidealizada: un ambiente oscuro, tétrico, rutinario, que para nada parece ofrecer una realización vital. Este tipo de intenciones se mantienen a lo largo del film, ya no solo en el apartado visual, sino en ciertos diálogos, monólogos, giros en la historia y demás recursos para presentar todo un entramado mental de esos que merece la pena revisar varias veces.

¿Y qué es lo que contiene este recipiente tan atractivo y posmoderno? Si en la forma parecían tener claro las intenciones, el contenido más sustancial ha quedado más diluido en la fórmula con varios ingredientes que no acaban de cuajar. El sendero más claro hubiera sido jugar en la liga de Shutter Island (Martin Scorsese, 2010) con el thriller más psicológico. Sin embargo, otra vía que le otorgaría un toque más distintivo era logar la calificación R y explotar el aparatado más transgresor y explícito. Realmente, la película tambalea bastante frecuente y no muy racionalmente entre ambos ámbitos, pero lo que le acaba de perjudicar del todo es explotar un tercer ámbito quizás no demasiado coherente: la aventura del héroe.

La película en su parte transgresora. Foto: Blog de cine
La película en su parte transgresora. Foto: Blog de cine

Centrándose en el joven protagonista Dane DeHaan, parece haber sido el joven actor la excusa para llegar a un público más amplio y no ser una propuesta demasiado cerrada. Así, el tono fluctúa bastante, y cuando se espera la culminación de los tramos más oscuros, van introduciendo ciertos avances o momentos demasiado lúcidos que a pesar de avanzar la trama no ayudan a su satisfacción. Como culminación total de este pequeño caos de tono, el final acaba siendo demasiado confuso y mezclado muy postizamente. En apenas 15 minutos, se presentan todos los tonos que se han ido alternando a lo largo de la película, y se pasa de la locura más extrema y condenada al puro romance heroico y épico.

La película en su parte heroica. Foto: Psicocine
La película en su parte heroica. Foto: Psicocine

Quizás el riesgo era demasiado extremo, o quizás realmente este no sea el terreno de Verbinski y Haythes. Desde luego que, en comparación, La Cura del Bienestar está a años luz de El Llanero Solitario. A pesar de que ambas exceden las dos horas y media de duración, la primera a diferencia de la segunda no cuenta solamente con una escena de apertura y cierre épicas que ocultan un desarrollo insulso a más no poder. Sin embargo, ambas dejan la sensación de poder haberse contado más eficaz y decentemente en menos minutos, y hacen que echemos de menos una espectacular mezcla de tonos novedosa como fue la saga de Piratas del Caribe, del mismo director. Las intenciones están, y el potencial deja durante esa extensa duración momentos, idea, planos y frases realmente memorables, y quizás por eso da aún más pena que la confusa dirección de contenido lleve al espectador a un excesivo bienestar que no era lo que necesitaba esta película.

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