Se ve que en Hockenheim no asistió tanto público como se esperaba. Se perdieron otra carrera interesante, vibrante. Aunque ganó Nico Rosberg –que es lo que más importa en cualquier competición… Bueno, y lo de participar que te dicen cuando eres niño–, el verdadero espectáculo lo protagonizó un sacudido Lewis Hamilton.

El viernes, Totto Wolf expresó su preocupación por las gradas desnudas del elemento más humano del espectáculo, el público. Recibió el mensaje el británico Hamilton, que se estrelló contra las barreras el sábado y devolvió el interés al monólogo de la escudería germana, que parece tener muchos giros en la trama.

Del antepenúltimo al tercer lugar, Hamilton demostró su habilidad

Antepenúltimo partió y tercero concluyó. Con su jet, el piloto al que “no le gusta ganar fácil” dio una lección de pilotaje y agresividad. Delante, su compañero cabalgaba irremediablemente hacia el triunfo ante los suyos –relativamente pocos, pero al fin y al cabo compatriotas felices–. ¿Afectó la resaca mundialista?

En todo caso, Hamilton se dio un festín de conducción vintage, probando los laterales de su vehículo contra los de Jenson Button y su trasero con el frontal de Kimi Raïkkönen, que a su vez se inventó un sándwich finlandés entre Vettel y Alonso. A pesar de los golpes, acabó vivito y coleando, cerca del Williams de Valtteri Bottas, que parece ser el único piloto de su escudería que no se bebe los Martini promocionales.

Massa ya ha chocado tres veces en los inicios de carrera en lo que va de campeonato

Felipe Massa tiene un imán para las catástrofes. Al pobre, según su versión, se lo llevaron en la primera curva del Gran Premio. Dio una vuelta de campana y ni el susto le quitó la indignación con Kevin Magnussen, que fue agresivo y acabó con las opciones del brasileño, salvando su carrera con un noveno. Del revés, de culo o de frente, Felipe lleva ya tres colisiones en la arrancada este curso. La mala suerte tiene límites, también.

A todo eso, Fernando Alonso y Sebastian Vettel pudieron reeditar con menor rimbombancia su duelo de Silverstone. Dos lobos solitarios, sedientos de halagos para sustituir los vetustos triunfos. Ganó, de nuevo, el alemán que terminó cuarto. El premio de consolación para el asturiano fue doblegar a Daniel Ricciardo, al que elogió tras la carrera por su conducción madura. Si no pasas primero por la línea de meta, recordó también Alonso, no sirve de nada. Sigue con su particular dilema teñido de rojo (Pau Gasol también ha elegido el mismo color para relanzar su carrera, glups. ¿Estará gafado para los hispanos?).

Las llamaradas
de Kyvat fueron
un ejemplo
del entretenimiento
visual de la carrera

De los problemas del ovetense se rió Daniel Kyvat, que se abrasó en plena marcha con su Toro Rosso en llamas. Un susto más en una carrera que visualmente volvió a resultar de lo más entretenida. Los besos de Hamilton a los rivales, y el adiós muy buenas a Button, combinados con las acrobacias de Massa y los fulgores del ‘rookie’ ruso bastaron para complementar el monólogo de Rosberg y la brillante, repito, actuación de Hamilton.

Los espectadores que se desplazaron al Hockenheimring disfrutaron de lo lindo, aunque fueran pocos (no hay cifras oficiales para el domingo todavía). Ganó el líder del Mundial –palabra que debe recordarles la dulce victoria en Maracaná– y que resulta ser también un alemán, aunque no se llamé Vettel ni sea todavía una leyenda. La cita con la que nos quedamos esta semana es de Niki Lauda, que compartió con El País la sensación evidente que rodea al Ferrari, que es “un coche de mierda”.

Lauda: "El Ferrari es un coche de mierda"

"¿Os acordáis de Ronnie Peterson? Era el mejor pero siempre estuvo en el sitio equivocado", sentenció Lauda. Interesantes palabras que rebotan en el avión de Maranello, rumbo a Hungría. Ni los cambios de reglamento pueden frenar a la máquina (casi) perfecta de Mercedes.

Fotografía: Getty Images, Autosport.com, Independent.co.uk, Skysports.com