Pocos finales de temporada han tardado tanto en despejar la incógnita del campeón como el de 2016. No es que el vencedor llegase sin nombre a la última carrera del año, sino que ni siquiera estaba claro al iniciarse la última vuelta del año. Nico Rosberg era el gran favorito, pero contra Lewis Hamilton nunca nadie puede estar tranquilo. No contra el segundo piloto de la historia con más victorias, ya lleva 53; nadie es tricampeón del mundo por casualidad.

Si la misión de Nico era pisar el podio para proclamarse campeón del mundo de Fórmula 1, la de Lewis era ganar y que su compañero no le acompañase en la ceremonia del podio. Si a Nico le bastaba con marcar de cerca a su rival, ¿qué podría hacer Lewis para encadenar tres cetros mundiales consecutivos?

Getty Images
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La respuesta parece obvia: intentar que Nico no finalizase en el podio valiéndose de todas las maniobras posibles, pero legales. La más evidente era marcar un ritmo de carrera lento para no destacarse en cabeza y conseguir apretar las posiciones por detrás. Entonces, ¿dónde está el problema?

El problema radica en que esta maniobra, aunque totalmente legal, no parece de lo más ético en una competición que aspira a ser la de los monoplazas más rápidos del planeta. No obstante, habría que analizar el contexto en el que se produjo. Lewis Hamilton no corrió lento para “fastidiar” a nadie, lo hizo corriendo para volver a ganar.

Y lo hizo de forma exquisita, acelerando en el primer sector para privar a Nico de poder activar el DRS y levantando el pie en el tercero para que el alemán sintiera de cerca el aliento de sus perseguidores. Pero no había manera, Nico aguantaba perfectamente. Y Lewis decidió frenar aún más. Tanto que el podio cruzó por meta separado por 0,843 segundos, la distancia más corta desde el Gran Premio de España de 1981.

Fuente: @MercedesAMGF1
Fuente: @MercedesAMGF1

A pesar de que Lewis siempre pareció controlar perfectamente la carrera, no debieron de pensar lo mismo desde el muro de Mercedes. En repetidas ocasiones, ordenaron a su piloto que aumentase el ritmo, no ya por salvar a Nico, sino por asegurar una victoria muy amenazada por un desatado Sebastian Vettel con neumáticos mucho más jóvenes que los que montaban los Mercedes.

Al final, todo terminó “felizmente” para Lewis y Nico. El inglés perdió el mundial ganando y su compañero lo ganó perdiendo. ¿Y todos felices? No. Desde Mercedes, en lugar de celebrar y lavar los trapos sucios en casa, decidieron airear sus diferencias. Toto Wolff hacía sonar las alarmas en el box de los Brackley al criticar a su piloto: “Hubo una situación en la que calculamos que perderíamos la carrera porque Lewis iba cada vez más lento, él decidió ignorarlo […]. Quizá cambiemos las reglas para el próximo año porque no funcionan en carreras críticas […]. La anarquía no funciona en ningún equipo o empresa […]”. También Sebastian Vettel salió “en defensa” de su compatriota: “Hubo una situación difícil al dinal con Lewis usando algunos trucos sucios”.

Después de la carrera, no tardaron en pronunciarse excampeones del mundo de Fórmula 1, como Jacques Villeneuve y Nigel Mansell, y pilotos de la actual parrilla, como Carlos Sainz. Todos ellos coincidieron en que ellos hubiesen llevado a cabo la misma estrategia si ello les hubiera ayudado a ganar el campeonato. El piloto inglés, campeón en 1992, incluso le “reprochó” a Lewis el no haber llevado a cabo su estrategia desde el principio de la carrera y haber esperado hasta las últimas vueltas para ralentizar su ritmo.

Lewis Hamilton, al terminar la carrera | Fuente: Getty Images

Por eso, resulta extraño la hipocresía de aquellos que critican a Lewis por haber intentado ganar el campeonato. Mercedes ya era campeona del mundo de constructores y había ganado 18 carreras de las 20 disputadas con anterioridad en 2016. Lewis sólo puso en peligro, algo que habría que discutir, uno entre tantos triunfos y todo ello con el fin de ganar su cuarto entorchado.

Quienes acusan a Lewis de antideportivo deberían replantearse su segura admiración por Ayrton Senna y Michael Schumacher. El astro brasileño intentó ganar el mundial de 1989 colisionando con Alain Prost durante el Gran Premio de Japón, lo que le valió la descalificación. Una maniobra que repitió al año siguiente en el mismo circuito para ganar su segundo campeonato. El káiser, por su parte, logró su primer mundial colisionando contra Damon Hill en el Gran Premio de Australia de 1994, quedando ambos fuera de carrera. En Jerez, tres años después, lo intentó con Jacques Villeneuve, pero, en esta ocasión, quien quedó fuera de carrera fue sólo el alemán, que, además, fue descalificado del campeonato de 1997.

A Lewis, se le puede acusar de muchas cosas. Puede no gustar su comportamiento fuera de pista, puede no ser del agrado de muchos sus declaraciones y su falsa modestia. Eso sí, su comportamiento sobre la pista dista mucho de ser antideportivo. ¿Tendrá que acabar disculpándose por intentar ganar el campeonato?