El Udinese sigue día a día presentando argumentos para representar a su país en Europa. Le tiene ganas y la tiene en el punto de mira, y con la victoria de esta jornada mete la cabeza en los puestos premiados, obligando a un Inter en caída libre a recuperar los mandos de la nave si no quiere estrellarse lejos de la frontera europea. Esta victoria tiene, además, el valor de ser conseguida fuera de casa y contra el Cagliari, un equipo rocoso y difícil de batir, con una defensa sólida y que juega con la tranquilidad de no tener el agua al cuello… Pero dice una de esas leyes no escritas del fútbol, no escritas y no siempre respetadas, que los partidos importantes los ganan los equipos con más necesidad. Así que los de Guidolin salieron al césped a darlo todo para poder llevar a su afición de turismo por el viejo continente.

Los sardos continúan sin solucionar el problema del estadio, y vuelven a situar su casa, que no hogar, en la lejana y fría ciudad de Trieste, lejana de la isla, pero a tiro de piedra de la ciudad de los canales. Circunstancia agradecida por la afición visitante, ya que, como si la motivación de Europa pudiera ser poca, los venecianos contaron con el apoyo de casi dos mil hinchas en una grada, en teoría, visitante, en teoría, hostil.

El encuentro, como era predecible, no fue un despliegue de espectáculo. Pulga continúa con la fórmula del contrataque, alentado por la falta de prisas, y era el equipo blanquinegro el que cargaba con el peso del esférico. El Cagliari se sentían cómodo y las embestidas rivales eran escasas y vacuas. La mayor brecha abierta en la defensa de Agazzi vino con una gran combinación entre Gabriel Silva y Lazzari, y fue además, una de las primeras. Lazzari encontró un agujero por donde filtrar un gran pase que dejaba al brasileño una autopista libre hasta la línea de fondo. Una vez ahí, el llamado pase de la muerte era casi una obviedad, y con el susodicho pase Pereyra se encontró solo en la frontal del área pequeña. En tan privilegiada posición y con todo a favor, el joven argentino estrelló en el larguero el que sería el primer gol del partido.

Al poco la reanudación, tras la pausa, el propio Pereyra se desquito de su error anterior de la mejor manera posible. Recibió un pase en la frontal, pisó área y colocó el cuero en el fondo de las redes de Agazzi. Un buen gol que, a la postre, daría la victoria a los suyos. Ya que los delanteros de ambos equipos tuvieron un día para olvidar, ni Di Natale, ni Thiago, ni Pinilla supieron imponerse en ningún momento a sus respectivos marcadores. Y cuando los delanteros no aparecen, el fútbol pierde su color, así que los colores más vistos fueron los de las numerosas tarjetas que Gianluca Rocchi repartía por doquier. El partido quizás lo mereciese, los ánimos estaban encendidos. La firma al encuentro no la puso un control, un gol o un regate, si no otra tarjeta, del color más vistoso, para Pinilla. Una expulsión del todo innecesaria que le devolverá a la grada después de su peleada, y merecida, vuelta al once titular.