Los jóvenes azzurros quisieron ganar desde el inicio. Para ello, dispusieron de todo lo trabajado convenientemente ya en sus sesiones de entrenamiento en Coverciano. Adelantar líneas de forma intensa para incomodar la salida de balón del rival les supuso buenos réditos durante su estancia en Eslovaquia. Una pretensión ofensiva que sorprendió a más de uno y que supone el primer resultado realmente visual del trabajo de Arrigo Sacchi al frente de las selecciones menores de aquel país.

Pero los interesantes movimientos de Vido o Cerri en vanguardia; la buena dupla por banda izquierda, que forman Dimarco y Steffè; el incansable napolitano Tutino por la derecha; o esos  dos mediocentros de toque que sorprenden, como Palazzi o Pugliese no recibieron el premio justo a su desempeño. Rusia se dedicó a esperar, como cada vez que se enfrentó a un equipo de entidad, y recibió un premio, tal vez, demasiado holgado en otra larga tanda de penaltis.

En un torneo de este tipo es de ingenuidad no darle el valor pertinente a la suerte. Rusia ha mantenido un buen orden defensivo en los últimos meses, pero el desenlace favorable de algunos de sus encuentros solo se puede explicar convenientemente desde lo azaroso del juego. Y esto no es un menosprecio hacia las buenas maneras mostradas por su guardameta Anton Mitryushkin, uno de los mejores en este Sub-17.

La derrota, de todos modos, no es algo fácil de entender cuando se habla de jóvenes impulsivos que están dando sus primeros pasos en esto. La ilusión del triunfo empujaba a los jóvenes de Daniele Zoratto a realizar convenientemente todos esos automatismos que les han mostrado como un equipo con ambición y mayor repertorio. A partir de ahora, aunque no han obtenido el premio, la mejor enseñanza es saber que lo intentaron, y que sin duda no fue de cualquier forma. En el camino del fútbol llevan una buena ventaja. La próxima parada, el Mundial de Emiratos Árabes Unidos.