A los rivales no hay que subestimarlos pero tampoco sobreestimarlos. Y en este caso, la importancia del encuentro generó que la prensa mexicana magnificara las existentes pero mínimas virtudes de Nueva Zelanda.

No obstante, el técnico emergente, Miguel Herrera, hizo caso omiso a los comentarios despectivos dirigidos hacia su rival y como base de su plantel, concentró a la base de jugadores que dirigió en el actual campeón del fútbol mexicano - América - además de un puñado de futbolistas que vivían su mejor momento en la Liga.

Más de cien mil gargantas entonaron con ilusión y sentimiento el himno nacional mexicano mientras que, desde la butaca más alta en el coso de Santa Úrsula, una decena de neozelandeses coreaban las estrofas de “God Defend New Zealand”.

La tensión y nerviosismo alcanzaron su clímax cuando el nazareno pitó el inicio del encuentro. En el papel, ambos planteamientos tenían cosas en común; una línea de cinco defensores en el fondo y una delantera explosiva con dos ejes.

Pero no todo es como lo pintan. Apenas comenzó el partido, México se hizo amo y señor del esférico. Los carrileros aztecas, Miguel Layún y Paul Aguilar, rápidamente se dieron cuenta de las pobres condiciones de sus rivales a la hora de defender por lo que comenzaron a buscar encararlos y filtrar balones a las figuras de Raúl Jiménez y Oribe Peralta.

El arco resguardado por Moss tiritaba a cada embate mexicano. El mediocampista Carlos Peña rompió las líneas en media cancha y con un paso fugaz se coló hasta el área rival, pero un fuera de lugar fue sancionado y por ende la jugada invalidada.

La afición mexicana saboreaba la primera anotación sin saber que el festín estaba a punto de comenzar. Al minuto 31, Paul Aguilar se integró al ataque y con una pelota filtrada por arriba, mandó el balón a las redes.

Miles de bocas seguían festejando el primer tanto cuando el premio llegó para Raúl Jiménez quien había estado insistiendo durante todo el encuentro. En tiro de esquina, la pelota se encontró con dos cabezas aztecas para concretar el segundo de la tarde.

Finalizaba la primera parte con una afición contenta por el resultado momentáneo. Pero las indicaciones de Herrera fueron claras: cerrar la clasificación en casa.

Y de eso se encargó Oribe Peralta. Transcurrieron menos de 120 segundos para que un magistral pase del experimentado Rafael Márquez abriera la lata kiwi. El delantero santista se colocó en el lugar indicado y empujó la precisa diagonal cortesía de Miguel Layún.

Pero la fiesta en el Azteca no estaba ni cerca de terminar. El mismo hombre que anotó el cuarto gol realizó una definición de antología. Nuevamente por el flanco izquierdo, el dorsal ‘5’ centró retrasado para Peralta quien giró el cuello poniendo el esférico justo en el ángulo opuesto a donde se encontraba el guardameta neozelandés.

A partir del 4-0, el duelo se convirtió en un vendaval. Líneas sin orden, jugadores ubicados en posiciones distintas, entre otras cosas. Esto propició que México anotara el 5-0 en una jugada a balón parado e instantes después, Nueva Zelanda reducía la ventaja por un gol.

Ahora los jugadores mexicanos tendrán que tomar el avión y viajar a tierras kiwis para defender la enorme ventaja conseguida en calidad de locales donde demostraron que el talento siempre vence.

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