Antonio Adán se hace mayor. Deja atrás su época como canterano del Real Madrid y como suplente de Casillas. Deja atrás su extraño e involuntario papel en la guerra civil librada por Mourinho y Casillas. Adán llega a Italia. Llega a la histórica Serie A

El capitán campeón de Europa Sub 19 pondrá sus 190 centímetros al servicio del Cagliari y de Pulga. Después de no renovar su contrato con el Real Madrid, el 30 de junio el joven portero madrileño quedó libre. Demasiado libre, ya que lleva meses parado. Ahora todo cambia, ahora todo empieza de nuevo para él. E intentará hacerse un nombre en el mundo del fútbol. Primera parada Cagliari. Una soleada isla en medio del Mediterráneo no parece mal sitio para empezar una vida nueva.

A su llegada a la isla Adán se encontrará firmemente sujeto a los palos a Michael Agazzi. Un portero que, a pesar de que hace bien poco fue incluso convocado con la tetracampeona del mundo, no está en su mejor momento de forma. Sus errores de bulto, por los cuales ha tenido el detalle y la humildad de pedir perdón en público, han costado ya muchos puntos a sus compañeros. Y al Cagliari no le sobran los puntos. Agazzi se aferrará a su portería. Es el deber del madrileño hacer valer su talento y demostrar sobre el campo que se ha cansado de banquillos, que ha llegado a Italia para conquistarla.

Adán tomó la decisión que ya tomaron otros tantos grandísimos porteros, huéspedes del incómodo banquillo del Bernabéu. Ya César, Cañizares, Diego López… hicieron las maletas y demostraron que hay vida después, más allá de la de Chamartín.

La decisión de Adán está, si cabe aún, más justificada. Y es que el canterano fue el daño colateral, uno de ellos, del enfrentamiento entre dos colosos del fútbol mundial en medio del circo con más ojos, como son Casillas, Mourinho y el Real Madrid. Esta guerra embarró el despegue de un canterano, ya que Mourinho convirtió a Adán en su excusa preferida contra Casilla… no sólo su excusa, también su arma arrojadiza. Y en medio de tal barrizal le llegó a Adán su tan soñada alternativa en la portería del equipo de sus sueños, en medio de tan enrarecido ambiente. Cuando Adán saltaba al campo la mitad su público, el que debía de ser su público, en vez de ver a un prometedor joven de la casa veía a un intruso, a un chivo expiatorio colocado para hacer la cama a uno de los grandes ídolos del madridismo y de toda la España futbolística. Adán no tenía culpa de nada, sólo pasaba por allí y la gente lo sabía. Pero cuando el sentimiento grita, la razón se ahoga en el ruido. Y sin desearle un mal personal lo cierto es que medio Bernabéu, y posiblemente hasta alguno de sus compañeros, estaban esperando, deseando, el error, el fallo, el tembleque de la inexperiencia… algo, lo que fuera, para poder tirárselo a la cara a Mourinho.

Flaco favor le hizo su entrenador “confiando” en él para tan espinosa causa. Lógicamente, Adán no es Casillas y las comparaciones no se sostuvieron en ningún momento. Mourinho lo sabía, el Bernabéu lo sabía… y el propio jugador lo sabía. Sabía que era sólo un peón, que era solo un codazo más en una extraña guerra, a la vez subterránea que en las alturas. Le quedaba muy lejos y no le incumbía. Adán puso lo que tenía, profesionalidad y buena cara. Sabía porque estaba ahí pero hizo su trabajo y no se manchó las manos. La situación era incomoda, Adán jugaba bajo ojos iquisidores y celosos, como besar delante de los suegros.

Pero la presión era aplastante y causaba mella minuto a minuto, parada a parada. Los alientos se paraban, los murmullos se multiplicaban, el aire se densificaba cada vez que un balón rondaba los territorios del portero. La angustia se sentía, se tocaba, se materializaba y fue, finalmente, insostenible. Y los errores llegaron. Un jugador, más aún un portero, mucho más aún un canterano, no puede rendir sin la confianza de sus entrenador, ni de sus compañeros, ni de su público… ni tan siquiera de si mismo. Así que como cualquier arma arrojadiza una vez usado, una vez lanzado y causado el daño, Adán quedo abandonado a su suerte en medio del destrozado campo de batalla a la vera de la Castellana. Llegó Diego López y el canterano ya no tenía sitio, ni uso, ni función, se mirara por donde se mirara. El banquillo del Bernabéu se volvió de incómodo a insoportable y sin sentido... y no le quedaba otra solución que hacer las maletas.

Lejos, el ambiente en España estaba viciado y allá donde fuera siempre sería el portero que Mourinho usó y falló en su guerra con Casillas. Lejos, donde “sólo” sea un prometedor portero campeón de Europa Sub 19. Lejos, donde esté seguro de jugar por méritos propios. Lejos, donde la sombra de Mourinho y Casillas no alcance.

Ahora Adán vuelve a respirar aire fresco, el aire del Mediterráneo y de la ilusión.

Fotos del cuerpo: Sportyou.